El Terrorismo de Estado y la sentencia por la masacre de Trelew

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Excelente nota de Oscar Taffetani. La sentencia por la Masacre de Trelew corrió nuevamente el momento en que comenzó el moderno Terrorismo de Estado, anteriormente establecido con la emergencia de la Triple A. A mi juicio, y siempre que no contemos el asesinato de Emilio Jaúregui, comienza con las desapariciones y asesinatos de los matrimonios Maestre (Juan Pablo Maestre -Mirta Misetich) en Buenos Aires, y Verd (Marcelo Verd y Sara Palacios) en San Juan. Los cuatro eran parte de la retaguardia del Che en Argentina, organización que pronto adoptaría el nombre de Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y fueron eliminados por la inteligencia del Ejército. El único cadaver que apareció fue el de Maestre (en su funeral habló el mayor Bernardo Alberte). Después vendría el secuestro de Tacuarita Brandazza en Rosario, los de Martins y Centeno, etc. En fin: que el Terrorismo de Estado moderno argentino nació, como muy tarde, con la década de los ’70.    

Según se desprende de la sentencia por la Masacre de Trelew 

En dictadura, en «dictablanda» y aún en democracia, hubo delitos de lesa humanidad

(Por Oscar Taffetani).- Que el fusilamiento clandestino de detenidos políticos en Trelew, planificado, ejecutado y nunca reconocido por el Estado argentino, haya pòdido ser investigado, debatido y juzgado 40 años después de los hechos, sentando jurisprudencia a nivel mundial…

…no es una medalla desdeñable para la democracia argentina y para el conjunto de las instituciones de nuestra república. Desde la captura de criminales de guerra nazis realizada por distintos Estados y organizaciones, en las décadas que sucedieron al fin de la segunda guerra mundial, que no se veía algo así.

La Corte Penal Internacional, una «pica en Flandes» verdaderamente puesta en Flandes, producto del nuevo orden mundial creado tras la caída del Muro y el fin de la Unión Soviética, ha visto limitada su actuación por la conducta dispar de las grandes potencias, que no aceptan que sus actos sean medidos (o juzgados) con la misma vara que se utiliza para medir a los otros.

Así las cosas, la Argentina, país que emergió a duras penas y con alto costo de la última dictadura y que pudo construir con avances y retrocesos, en treinta años, su democracia política y una inédita continuidad institucional, lleva la delantera –como lo han observado las máximas autoridades mundiales en la materia– en el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad, hecho que significa a la vez un reaseguro para la democracia, la libertad y el desarrollo de las futuras generaciones.

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