Julian Assange, blanco del Imperio

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La justicia sueca pidió a Inglaterra la extradición de un periodista australiano, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres. Julian Assange teme que, por no haber usado condones en dos coitos consentidos en Estocolmo, Estados Unidos pida su extradición y finalmente lo condene a muerte o a reclusión perpetua en la cárcel de Guantánamo. Esta trama internacional parece propia de una comedia dramática, pero esconde una discusión de fondo sobre el acceso a la información y el estado de derecho.

Por Nahuel Coca / Publicada en la revista Caras y Caretas, edición de octubre de 2012

«Internet es una gigantesca máquina de espionaje al servicio del poder. Debemos luchar contra esta tendencia y convertirla en un motor de transparencia para el público, no solo para los poderosos." Julian Assange

Quémese después de leerse

En 2008, los hermanos Joel y Ethan Cohen estrenaron uno de sus films más profundos y a la vez menos recordados. «Burn after reading» contaba la historia de un grupo de tontos comunes y corrientes que terminan matándose unos a otros luego de enredarse en la divulgación de información supuestamente clasificada de la CIA. El absurdo de esa película podría trasladarse a la situación del periodista-hacker australiano Julian Assange, si no fuera por el peligro real que corre desde 2010, cuando publicó más de 200 mil cables diplomáticos de embajadas norteamericanas en algunos de los principales diarios del mundo. Desde entonces, la justicia norteamericana tiene un caso abierto contra Wikileaks y su fundador, en lo que aún no pasa de ser una investigación de oficio.

La polémica que despertó el caso Wikileaks en EEUU demuestra la confusión reinante en estos tiempos de cambio. ¿Cómo acusar a Assange? ¿Bajo qué cargos? Se sabe que él no copio la información, sino que se la facilitó a la prensa. La primera enmienda de la constitución norteamericana protege a los periodistas que divulgan información. Por otra parte, esos supuestos delitos no habrían sido cometidos en territorio yanqui.

Aunque en algún momento haya sido hacker, hoy Assange se presenta al mundo como periodista de investigación. Cualquier acusación en su contra sería vista como un ataque a la libertad de expresión.

Esa acusación podría extenderse a los medios gráficos que tuvieron la primicia de Wikileaks en 2010, como The New York Times, Le Figaró y El País. Sería una de las mayores arremetidas contra la prensa libre de la historia, algo intolerable en el estado de derecho.

Un grupo de políticos republicanos relacionados con la llamada comunidad de inteligencia quiere que se defina a Wikileaks como a una organización terrorista internacional, para poder justificar un ataque ilegal a sus miembros en cualquier país del mundo con legislación post 11-S, lo que sería un bochorno internacional. Ese mismo grupo de políticos jurásicos quiere acusarlo por robo y tráfico de inteligencia con una ley que data de 1917, cuando la única forma de robar un cable informativo era haciéndose de una copia de papel. Como la duplicación de un archivo digital no afecta al original, sería más fácil condenarlo por infracción del copyright que por robo de bienes del Estado, un absurdo al que sólo pueden exponerse un grupo de políticos viejos y conservadores, ignorantes de los principios más básicos de la informática.

Además, el caso Wikileaks dejó en evidencia el vacío legal que existe en EE.UU. para los periodistas extranjeros que filtren información pública desde servidores ubicados en otro país.

Extraditado por fogoso

Assange sabe de causas judiciales desde su más tierna juventud. A los 16 años ya era investigado por revelar información de las empresas de telecomunicaciones australianas, aunque tras haberse reconocido culpable por más de 25 casos de hackeo, en 1995 la justicia lo consideró un inofensivo exponente del hacking ético, que no destruía los equipos que infiltraba ni borraba la información original una vez que la copiaba. La prensa australiana recordó que para entonces Assange asistía a la policía de Melbourne en el rastreo de redes de pedofilia, dando una mano con lo que para él era un juego de niños.

Assange sabe de mudanzas, también. Mientras su madre evitaba que le quitaran la tenencia de su medio hermano, Assange la acompañó en su raid fugitivo hasta que fue mayor de edad. Juntos se mudaron 37 veces antes de que cumpliera los 14 años; en ese lapso fue alumno de 50 colegios, contando aquellos a los que sólo asistió un día.

Por eso para Julian Assange no es grave estar pasando unos días en un colchón inflable en la embajada ecuatoriana en Londres. Lo que realmente molesta a Assange, como él mismo aseguró en varias oportunidades, son los dos cargos que se le imputan. Presentados como «violación sexual», en realidad Assange es acusado por dos mujeres suecas de cargos inverosímiles, que nadie duda en llamar oportunismo mediático.

Según lo publicado por el diario inglés The Guardian, con acceso a la causa, la acusación contra Assange es ridícula. Una de las denunciantes, la «Señorita A», lo acusa de haber pinchado a propósito el preservativo que usaron durante una de las relaciones sexuales consentidas que tuvieron en 2010. Assange dice que no recuerda que se haya roto, y que durante la semana que pasaron juntos, ella nunca se quejó ni se refirió a eso. Recientemente se hicieron públicas fotos en las que la Señorita A posa sonriente con Assange varios días después del supuesto hecho.

La otra acusación es todavía más absurda. Un día después de la «pinchadura» que Assange no recuerda, él dio un seminario organizado por la Señorita A al que asistió la Señorita B. También reconoce haber tenido sexo consentido con Assange sin preservativo durante esa noche y la mañana siguiente, pero lo acusa de no haberse realizado un análisis de sangre cuando ella se lo pidió, algo que Assange niega rotundamente.

Es por esto, por no haber usado preservativos, que Assange está preso en Inglaterra desde 2010. La justicia sueca es muy particular: se formulan los cargos al final del proceso, y no al comienzo. En el caso Assange, considera que fue acusado de un delito grave. Desde que se aprobara la ley de orden de arresto europea en 2003, la «rendición» de personas de un sistema judicial a otro es mucho más expedita, y no cuenta como extradición. Assange se puso a disponibilidad de la justicia sueca desde Inglaterra, ofreciendo entrevistas por video conferencia o incluso ser interrogado en sede diplomática. El defensor de Assange, el ex juez español Baltazar Garzón, dejó muy clara la situación: «Los jueces y los fiscales estamos muy acostumbrados a desplazarnos a otro país para realizar interrogatorios y agilizar así los procesos. Suecia lo ha hecho en incontables ocasiones. ¿Por qué ese empecinamiento en que sea interrogado allí?»

Los suecos insisten en su extradición con promesas de que Assange no será extraditado a EE.UU. Él no les cree, y con razón: teme pasar el resto de sus días como el soldado Bradley Manning, preso en una cárcel militar en condiciones degradantes. A pesar de que Amnistía Internacional lleva adelante una campaña pidiendo justicia para Manning, la comunidad internacional y la prensa lo han olvidado. Manning tiene 24 años, y está a la espera de un juicio marcial en el que se lo podría condenar a muerte.

Tole tole para todos

Después de varios meses de buscar una salida legal, Assange decidió pedir asilo político en la embajada ecuatoriana. El canciller británico dijo que no le daría un salvoconducto, y aseguró que basándose en leyes de planeamiento edilicio podrían revocar la protección diplomática a la embajada de Ecuador en Londres y asaltarla.

En respuesta, UNASUR condenó las declaraciones británicas y hace una advertencia de serias medidas políticas y económicas si eso ocurriere. Un allanamiento a la embajada ecuatoriana no sólo marcaría un horrible precedente, sino que podría llevar a una ruptura de relaciones entre los países de UNASUR y el Reino Unido.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa aseguró que Assange puede quedarse el tiempo que sea en la embajada. Podrían pasar meses o años hasta que se destrabe este embrollo diplomático-legal, con el antecedente que marcó el cura húngaro József Mindszenty al pasar 15 años en la embajada norteamericana de su país entre 1956 y 1971. Correa también criticó la sugerencia de EE.UU. de tomar medidas en el comercio bilateral en represalia por este asilo político: «»Quédense con sus preferencias arancelarias y si quieren alguna contribución del Ecuador para un curso de ética y de capacitación en derechos humanos, cuenten con esos recursos».

Hugo Chávez aprovechó la oportunidad para amenazar con una dura respuesta. En toda la historia de los actos venéreos, nunca una disputa sobre el uso de un profiláctico trajo tanta cola.

Una bomba informativa

En caso de ser extraditado, Assange cuenta con un «seguro» de vida que podría pudrir todavía más el panorama. Wikileaks liberó el mes pasado un archivo comprimido de 1.5 gigas totalmente encriptado que ya fue descargado miles de veces. El nivel de encriptación del archivo es total, y ni un ejército de hackers podría abrirlo sin una contraseña, actualmente secreta. En caso de que algo le ocurriere a Assange, Wikileaks haría pública la contraseña del archivo, desatando un escándalo de información con alcances globales.

El archivo no tuvo mucha difusión y el mismo Assange no quiso hablar del tema, pero aseguran que en su interior podrían esconderse secretos mucho más serios que aquellos revelados en 2009 y 2010, que al fin y al cabo resultaron chismes de palacio. Algunos analistas sugieren que en ese archivo podrían estar las pruebas documentales de la implicación de las agencias de inteligencia norteamericanas en los atentados de septiembre de 2001. Por ahora sólo podemos bajarlo y dejarlo en algún rincón del disco rígido, hasta que sus creadores liberen la contraseña.

Una inyección de plasma en el periodismo
Por Martín Becerra (docente e investigador, coautor con Sebastián Lacunza del libro Wiki Media Leaks: La relación entre medios y gobiernos de América Latina bajo el prisma de WikiLeaks, Ediciones B)

WikiLeaks funciona desde 2007 y se define como organización sin ánimo de lucro dedicada a difundir noticias e información de carácter sensible al «público». «Proveemos un modo innovador, seguro y anónimo para que fuentes independientes alrededor del mundo filtren información a nuestros periodistas». Esta información es colocada en su portal en Internet o en sitios espejo. Desde 2007 difundió cerca de un millón y medio de documentos secretos de gobiernos, la mayoría de ellos del gobierno estadounidense. Su notoriedad entre periodistas, diplomáticos y especialistas en política internacional fue temprana, gracias a la divulgación de filtraciones sobre la presencia estadounidense en Afganistán e Irak tras sendas invasiones, pero su trascendencia masiva se logró en noviembre de 2010 cuando propagó los «papeles del Departamento de Estado».

El caso refiere al gobierno más poderoso del planeta pero al mismo tiempo involucra a los políticos y gobernantes locales de casi todos los países, proveyéndole así el imprescindible ingrediente de localía que reclaman los manuales de la noticia; combina pasado y presente, aludiendo a hechos de la historia reciente que, en muchos casos, repercuten en la actualidad; amenaza con socavar los cimientos de viejas certezas, como la necesidad de intermediación profesional para la difusión de noticias, pero no alcanza a quebrarlas; remite ingeniosamente al imaginario tecnológico digital; repone desde un lugar novedoso la compleja discusión sobre el rol de los grandes grupos de comunicación, sus intereses económicos y sus sesgos y juicios editoriales. Como si todo esto fuera poco, el caso se complementa con la trama judicial por el pedido de extradición de Julian Assange.

Wikileaks se define como un ejemplo de compromiso radical con la información libre, en la mejor tradición del periodismo como perro guardián de la democracia. Sin embargo, el reconocimiento de las corporaciones periodísticas con las que se asoció al comienzo (luego liberó el acceso a los cables, hoy disponibles en Internet) acerca de que daban aviso al gobierno norteamericano sobre el contenido de lo que publicarían, horada el compromiso radical con la información libre. Las represalias de los gobiernos estadounidense e inglés contra Assange pretenden tener una función aleccionadora para evitar futuras fugas. A la vez, la necesidad de respaldo político que WikiLeaks halló en el gobierno de Correa reconoce las limitaciones de un proyecto «independiente» en la esfera del periodismo más radical, aún en tiempos en que la llamada «sociedad de la información» promete (sin cumplir) a la ciudadanía acceder libremente a la información.


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