LA GUERRA EN SIRIA: Yihadistas y cristianos

Cuando el gobierno de Al Asad dijo que estaban combatiendo contra terroristas de Al Qaeda, no le creyeron. Cuando dijo que estaban siendo invadidos por atacantes extranjeros, tampoco. Pero la evidencia se ha impuesto y los medios internacionales ahora informan que ya en 2011 se contabilizaban en Siria unos 100.000 (cien mil) extremistas extranjeros de diversa procedencia. Se cuentan entre ellos numerosos grupos de  asiáticos del Uzbekistán reclutados por un emir integrista uzbeko; unos 2000 mulsumanes nacidos en Europa y un número creciente de marroquíes reclutados en las zonas más pobres del país, con la promesa de un salario de 100 euros diarios pagados por Arabia Saudí. M.M.

Van tres notas, la última sobre la situación de las decenas de miles de refugiados cristianos en Líbano.

La Guerra de Siria

La misión global/1

Yihadistas combaten a las tropas gubernamentales en las afueras de Alepo, abril de 2013

Los extremistas islámicos se han hecho fuertes y se han convertido en una fuerza de enorme influencia y poder en la guerra de Siria

EL PERiÓDICO

«Dios nos ha dado un gran patrimonio que es la yihad. Por eso, hemos emigrado a Siria». Son las palabras de Abderrahman Elkasaji, emir de Uzbekistán, que representa a una amplia comunidad de asiáticos incorporados a la lucha de la yihad global en Siria. Su prioridad es el combate contra los infieles una vez alcancen la desintegración del régimen de Bachar El Asad.

La bandera negra de la ideología salafiya yihadiya -que promulga una aplicación literal del texto religioso- impera en ciudades y pueblos sirios donde ya se transformó en realidad el sueño de Al Qaeda de crear un Estado islámico.

Los métodos más severos contra los «desviados» del islam, en nombre de la ley islámica, han empezado a emplearse pero sin el apoyo de la población local. «Al Qaeda está perdiendo popularidad porque el pueblo rechaza las ejecuciones arbitrarias contra los supuestos pecadores», explica desde Egipto Mohamed Sidi Ali, periodista y analista marroquí en el fenómeno del ciberterrorismo. El investigador alerta de la ola de jóvenes de Asia Central que empiezan a «atender a la llamada de la yihad» y representan «la nueva amenaza mundial».

«¡Entrenaremos duro hasta que consigamos entrar en la casa de Bachar El Asad!», clamaba el emir marroquí, Abdelaziz El Mahdali, en uno de los numerosos vídeos islamistas que circulan en las redes sociales. La mezcla de efectos especiales hacen pensar en películas de ficción.

Sin embargo, la verdad de las imágenes se imponen y muestran el galopante crecimiento de la estructura islamista en términos de integrantes, apoyándose en la clásica retórica de la creación del califato en la región, con Jerusalén como la capital del futuro Estado islámico.

Así las cosas, la guerra en Siria supone el nuevo foco del yihadismo internacional, desde Marruecos hasta Irak. Peor aún, en los últimos seis meses aumentó notablemente el número de ciudadanos de la UE que se ha sumado a los combates contra el régimen de Asad. Los ministros de ocho países europeos, junto con Australia, Canadá y Estados Unidos, se reunieron en Bruselas, a principios de este mes, para mejorar la cooperación en la lucha contra el terrorismo y ver cómo hacer frente al regreso de Siria de los jóvenes yihadistas, que representan un riesgo para la seguridad global y europea en particular.

Entre 1.500 y 2.000 europeos musulmanes de origen se han alistado en las filas de la oposición, repartidos entre Al Qaeda, el Frente Al Nusra y el Frente Islámico de Liberación, el más moderado dentro del paisaje insurgente sirio.

Familias rotas

La mayoría de los jóvenes comparten perfiles. Proceden de familias desestructuradas y cargan con una mochila de delitos comunes. El impulso de la motivación religiosa y «algo» que dé sentido a sus vidas son las causantes que busquen el destino de Siria.

El centro americano de análisis de seguridad y defensa (IHS) publicó en octubre un informe sobre la insurgencia siria, en el que se pone de manifiesto el progresivo descabezamiento del Ejército Sirio Libre (ESL) a favor de los yihadistas.

Según el estudio, en Siria existen actualmente alrededor de 1.000 grupos islamistas que han evolucionado en la estrategia de sus operaciones. Y calcula que desde el 2011, unos 100.000 combatientes están luchando en una complicada guerra, con la aparición de nuevos grupos y rivalidades internas.

Del contrabando a la yihad / 2

Muchos jóvenes marroquís que malviven con el trapicheo son seducidos para luchar en Siria. Los reclutadores se infiltran en zonas vulnerables y ofrecen sueldos tentadores para unirse al frente

BEATRIZ MESA / RABAT

La penumbra ha invadido la casa de la familia Ouahabi desde que conoció, mediante una página yihadista, que Said perdió la vida luchando en la yihad de Siria. «Falleció la semana pasada. Y nos enteramos gracias a un vecino que me llamó para que viera el vídeo. Y sí, era su cara», relata, afligido, su hermano Hicham.

Recibe a este diario en una callejuela de su barrio, junto a la mezquita Wouad Dauyat, a la que Said solía ir a rezar. La ola de silencio que se produce en pocos minutos es sobrecogedora. Los vecinos no acostumbran a ver a extranjeros interrogando sobre yihadistas, aunque viven muy familiarizados con el integrismo. Solo hay que ver a las mujeres de velo integral que se pasean por la zona y que de reojo observan el encuentro con Hicham.

El líder de los tabligh -una comunidad religiosa que trabaja en la propagación del discurso religioso- acude en ese instante a la oración Adohr (una de la tarde). Sobre él se posan muchas miradas inquietantes porque un sector de la población considera que ejerce, con aseveraciones religiosas de corte extremista, una alta influencia en los adolescentes, como Said.

Este joven de 22 años es el nuevo mártir de una guerra en la que se vio implicado de un día para otro. El problema es que no es el único. En este pueblo de Marruecos, Fnidiq (Tetuán), decenas de jóvenes han sido llamados a hacer la guerra santa en Siria. «Aquí los índices de analfabetismo son altísimos y la juventud está condenada a vivir del contrabando», exclama indignado Ahmed Biyuzan, un vecino de la localidad.

NUEVAS VÍCTIMAS / Desde Fnidiq, situada encima de una montaña, casi se pueden acariciar el puerto y la playa de Ceuta, ciudad española que sirve de válvula de oxígeno para estos jóvenes sin horizontes. Su salida profesional se limita al precario contrabando por el que pueden percibir menos de cinco euros al día.

Lo fue para Said y para dos de sus amigos que también se dejaron convencer por los ojeadores. Así se conoce a los reclutadores que, procedentes de diferentes regiones del país, se infiltran en ciudades vulnerables como esta para atrapar a nuevas y jóvenes víctimas.

Envueltos en el tradicional atuendo imitando al profeta Mohamed -túnicas algo más por debajo de las rodillas- y manipulando el discurso religioso, consiguieron embaucar a los chicos. «Mi hermano era un pequeño comerciante, alejado del extremismo. No es yihadista, ni ninguno de mis hermanos, pero le vendieron Siria como una aventura y una obligación del buen musulmán. Le compraron el billete a Estambul y, sin más, se fue», continua Hicham. «Y como de vez en cuando trabajaba en Ceuta en el trapicheo comercial no nos extrañó que saliera de casa con una pequeña maleta».

Lo mismo le sucedió a la madre de Tarik. No le sorprendió que su hijo, de 28 años, se ausentara de casa unos días porque solía hacer negocios en Ceuta. El paisaje de su barrio, Zaouia, tampoco invita al consuelo. Son casitas destartaladas, frías, situadas en calles poco cuidadas. «Se marchó hace más de un año con unos amigos suyos de la vecindad. Su salida me ha destrozado porque era el mejor de todos mis hijos», llora la mujer. «Me suele llamar para preocuparse por nosotros. Y se ha casado con una chica siria a la que me presentó por teléfono. Él dice que está contento, al hamdulilá» (gracias a Dios), continua la mujer.

«¿Está combatiendo?», le pregunto. «Yo no sé nada porque no da detalles pero quiero decirte algo. Aunque su padre fue un soldado, mi hijo jamás recibió formación militar». Hafida declina alargarse más en una conversación de la que desconfía. Teme de los servicios de información marroquís, que aguardan el regreso de los yihadistas del país para detenerlos. «Pero mi hijo ya no volverá por más que le suplique. Al parecer, no le falta de nada».

VIDA PURITANA REPENTINA / Hamido, de 26 años, al igual que Tarik, tampoco era modelo de religiosidad rigorista. Más bien al contrario, como explica su padre Mohamed, taxista de profesión. «¡Pero si le tenía que dar golpes para que fuera a la mezquita!». De repente, pasó de las salidas nocturnas, encuentros con chicas y jugar al fútbol, a una vida puritana, pegada a los rezos y las reuniones privadas en casas de amigos «donde les lavaban el cerebro», apunta el padre.

«Llegó a increpar a su hermana porque veía la televisión», prosigue Mohamed, que se olió la transformación de su hijo y, pese advertirle de que hacer la yihad en Siria es haram (pecado), se fue. «Quiero eliminarle del libro de familia. Jugó con fuego y se quemó», sentencia.

Hamido se incorporó en las filas yihadistas sirias después del mes sagrado de Ramadán, el pasado mes de agosto. «¡Esos yihadistas son una mafia financiada por Arabia Saudí que está destruyendo la vida de nuestros hijos!», añade Mohamed.

Un amigo del joven, Anas, de 24 años, también le intentó disuadir argumentando que «matar a musulmanes no es ni islam ni yihad, pero me mandaba callar». «¿Sabes? Es fácil manipular a jóvenes como él, comerciantes sin estudios. Y si encima les pagan 100 euros al día, según han contado desde Siria yihadistas marroquís…».

LayYihad no solo es convencimiento religioso, sino supervivencia y superación.

Navidad triste para los cristianos sirios que huyeron de sus hogares

Susana Samhan. Beirut (EFE).- La Navidad es triste este año para muchos cristianos sirios que han huido de sus hogares por la guerra y que ahora viven en el Líbano, donde buscan consuelo junto a otros fieles frente a las estrecheces y la nostalgia de tiempos pasados.

La iglesia de San Jorge está abarrotada de creyentes en una misa antes de Navidad. Hombres y mujeres escuchan sentados en los bancos al cura, que les reprende por no llevar a sus hijos a la iglesia.

«Parece que teníais más fe cuando estabais en Siria», les reconviene.Apenas hay signos de que es Navidad en el interior del edificio, donde tan solo unas hojas de flor de pascua adornan una barandilla junto al altar.

«Somos una parroquia pobre y más ahora, por las circunstancias tenemos que ayudar a los feligreses, no estamos para grandes celebraciones», explica a Efe el archidiácono Yatron Koliana en su despacho dentro del recinto, ubicado en el distrito Asirio, un barrio de clase trabajadora en el este de Beirut.

La mayoría de los cristianos que acuden a esta iglesia son refugiados procedentes de la provincia siria de Al Hasaka, y siguen a la Iglesia Asiria Oriental, una de las muchas ramas en que se divide el rito siríaco, una de las variantes de la cristiandad en Oriente.

Para muchos, la celebración de la Navidad se limitará a asistir a la misa del Gallo en Nochebuena y a otra especial el día 25 a primera hora de la mañana, lejos del jolgorio de otros años en los que organizaban banquetes, visitaban a familiares y hacían regalos a los niños.

Las necesidades aquí son múltiples: «Hay que atender a los enfermos, especialmente a ancianos, porque muchos no tienen acceso al médico, la mayoría de los niños no puede ir al colegio, y hay gente que no tiene dinero para compra comida, muchos trajeron sus ahorros en moneda siria, que se ha devaluado», enumera Koliana.

Fuera del despacho, en el exterior de la iglesia, varios fieles se han quedado charlando tras la misa en su idioma, el asirio, una mezcla de acadio, una antigua lengua de Mesopotamia, y de arameo, que también se usa en la liturgia.

Sus historias son relatos de saqueos, secuestros y muertes en Al Hasaka, donde habita la mayor parte de los asirios de Siria, un grupo étnico de mayoría cristiana, que también vive en Irak y Turquía.

«En mi pueblo, Tel Tarma, hubo hurtos y raptos por parte de árabes, del Frente al Nusra (vinculado a Al Qaeda)», dice a Efe Afrain Hasado, de 66 años, que llegó al Líbano hace cuatro meses.Tan solo uno de los dos hijos de Hasado ha encontrado trabajo en el país de acogida y su sueldo apenas les da para llegar a fin de mes.

«No haremos nada especial por Navidad, iremos al iglesia», señala Hasado, mientras mueve sus dedos por las cuentas de su rosario.»Éramos felices en Siria, pero la situación cambió. Por Navidad solíamos hacer fiestas, visitar a la familia», recuerda.

A su lado, asiente Yako Yusef Bulos, de 72 años, cuya tienda en Tel Tarma fue saqueada por sus propios empleados, a los que acusa de afiliarse al Frente al Nusra.»Se quiénes fueron, si los veo los reconocería», asegura iracundo, antes de augurar que «si Bachar al Asad (presidente sirio) se marcha de Siria la situación será peor que en Irak».

Atrás quedan los tiempos en que su familia se reunía por Navidad para comer «dohua», una especie de guiso con yogur y carne. «Recibimos algo de ayuda de la ONU pero no es suficiente, apenas tenemos para comer ahora», se queja Bulos.

Los cristianos suponen el 10 % de la población de Siria y en su mayoría sigue el rito griego-ortodoxo.En el caso de los asirios de la Iglesia Oriental se concentran en unas 35 localidades de Al Hasaka, junto al río Jabur.

Según el presidente del Movimiento Patriótico de Asiria, Ashur Giwargis, antes de la guerra había allí unos 120.000 y «ahora deben quedar unos 10.000, todo el que puede se marcha fuera».

Aunque no existen censos oficiales, Giwargis calcula que en territorio libanés podría haber actualmente unos 40.000 asirios que han huido de Al Hasaka.

«Antes (los cristianos) éramos libres en Siria porque no solo teníamos la protección de Bachar al Asad, sino también su apoyo», indica Giwargis, quien se muestra pesimista sobre el futuro de los cristianos en la región.

«Nunca habrá paz en Oriente Medio, por ello los cristianos deben aprender a sobrevivir, no queremos marcharnos de nuestra tierra, solo vivir seguros aquí», concluye.

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