«La putinización de la Iglesia» denunciada por Hans Küng
El teólogo Hans Küng habla del Papa Benedicto XVI
"La Iglesia está enferma, y la enfermedad es el sistema romano"
Entrevista realizada por Martin Doerry, Ulrich Schwarz y Peter Wensierski / Der Spiegel
El Papa Benedicto XVI estrá en Alemania de visita. El prominente teólogo suizo Hans Küng explica por qué la visita del Papa hará poco para ayudar a la crisis en la Iglesia y compara a Benedicto XVI con Vladimir Putin por la forma en que ambnos tienen centralizado el poder.
-Profesor Küng, su ex compañero de facultad, Joseph Ratzinger, se acerca a Alemania esta semana para una visita de Estado. ¿Tiene programada una audiencia con él?
-Yo no he pedido una audiencia. Fundamentalmente estoy más interesado en las conversaciones de las audiencias.
-¿Tiene Benedicto XVI interés en hablar con usted?
-Después de su elección como Papa, él me invitó a su residencia de verano, Castel Gandolfo, donde tuvimos una conversación amistosa de cuatro horas. En ese momento, yo esperaba que marcara el comienzo de una nueva era de apertura. Pero esa esperanza no se ha cumplido. Manteníamos correspondencia de vez en cuando. Las sanciones en mi contra -el retiro de mi permiso para enseñar- aún existen (N. del E. El Vaticano revocó el permiso a Küng para enseñar teología católica en 1979 después de que él impugnara públicamente el dogma de la infalibilidad papal).
-¿Cuándo fue la última vez que Benedicto XVI le escribió?
-A través de su secretario privado, (George) Gänswein, me dio las gracias por haberle enviado mi último libro y me envió sus mejores deseos.
-En su polémico libro "¿Aun puede salvarse la Iglesia?» publicado a principios de este año, usted criticó duramente al Papa por su política anti reformista.
-Me resulta muy gratificante que no haya terminado la relación personal a pesar de mis críticas.
-Muchos católicos sienten que la Iglesia está en un estado bastante desolador. El encubrimiento de los abusos sexuales de menores por sacerdotes ha alejado en masa a los creyentes de la Iglesia. ¿Cuál es el problema?
-El antecesor de Ratzinger, Juan Pablo II, puso en marcha un programa de restauración eclesiástica y política, que iba en contra de las intenciones del Concilio Vaticano II. Él quería una recristianización de Europa. Y Ratzinger fue su más leal asistente, desde el primer momento. Podríamos llamarlo un período de restauración del régimen pre Conciliar.
-¿Por qué estos problemas surgen de repente, 50 años después del Concilio Vaticano II, que tuvo lugar entre 1962 y 1965?
-Los problemas han ido emergiendo en la Iglesia desde hace algún tiempo, como el de décadas de encubrimiento de los escándalos de abuso sexual. En algún momento, el problema del abuso en todo el mundo ya no se pudo negar. Pero ese no es el único encubrimiento de la jerarquía católica. El encubrimiento de la situación desesperada de la Iglesia es también muy malo.
-¿Qué quiere decir con eso?
-Que la vida de la Iglesia a nivel parroquial se ha desintegrado prácticamente en muchos países. En 2010, por primera vez, en Alemania hubo más gente que no se bautizó que la que lo hizo. Desde el Concilio, hemos perdido decenas de miles de sacerdotes. Cientos de parroquias no tienen sacerdotes, y las órdenes tanto femeninas como masculinas están muriendo porque ya no pueden reclutar sangre nueva. El número de personas que asisten a servicios religiosos está disminuyendo constantemente. Sin embargo, la jerarquía de la Iglesia no ha tenido el coraje de admitir, con honestidad y franqueza, como está la situación en realidad. Me pregunto cómo suponen que esto puede continuar.
-Cuando el Papa viene a Alemania, decenas de miles de personas van a animarlo en los grandes eventos. Los líderes de la Iglesia no lo interpretarán exactamente como un síntoma de la crisis.
-Yo no tengo nada en contra de tales eventos si es que realmente ayudaran a la Iglesia a nivel local. Pero hay una gran discrepancia entre la fachada, la que ahora se está construyendo una vez más por la visita del Papa a Alemania, y la realidad. Se crea la impresión de que se trata de una iglesia poderosa y saludable. Sin duda, es poderosa, pero ¿es saludable? Ahora sabemos que estos eventos no influyen casi nada en las parroquias locales: que no llevan a más personas a acudir a los servicios, no hay más gente que quiera ser sacerdote o menos personas que abandonen la Iglesia.
SPIEGEL: Sin embargo, se espera que 70.000 personas asistan al servicio en el Estadio Olímpico de Berlín.
-No son todos creyentes en la multitud, hay muchos curiosos. Los creyentes que asisten son principalmente católicos conservadores que no tienen interés en las reformas. Hay también jóvenes que se hacen notar, fans histéricos de Benedicto, siempre presentes en los eventos papales importantes. La mayoría de ellos son reclutados estrictamente entre los grupos conservadores. Para muchas personas, el Papa sigue siendo, hasta cierto punto, un modelo positivo y una fuerza moral, aunque otros consideran que este aspecto ha decaído mucho.
-¿Es igualmente crítico con la visita del Papa al Parlamento alemán, el Bundestag? Una serie de políticos de la oposición han dicho que boicotearán el discurso.
Kung: No tengo ninguna objeción a la visita. Pero espero que los políticos que lo recibirán dejarán claro que hay católicos en Alemania que están en desacuerdo con las posiciones actuales del Papa. De acuerdo con encuestas llevadas a cabo esta primavera, el 80% de los alemanes quieren reformas en la Iglesia.
-¿El proceso de los otros grupos – incluyendo los grupos políticos – llegando a distanciarse de la Iglesia no habrá llegado tan lejos, que la mayoría de la gente ya no le importa la Iglesia Católica?
-Sólo cuando los políticos no están pensando en los votantes. Los votantes se han vuelto muy sensibles a este respecto. La gente estará prestando mucha atención a si el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, un firme y honrado católico, dice algo crítico sobre el Papa.
-Lo que usted dice suena muy pesimista. ¿Será, como el título de su libro, demasiado tarde para salvar a la Iglesia?
-En mi opinión, la Iglesia Católica como una comunidad de fe se conservará, pero sólo si se abandona el sistema romano de gobierno. Nos las arreglamos para salir adelante sin este sistema absolutista durante 1.000 años. Los problemas comenzaron en el siglo XI, cuando los papas hicieron valer su pretensión de control absoluto sobre la Iglesia, mediante la aplicación de una forma de clericalismo que privó a los laicos de todo el poder. La regla del celibato por lo tanto proviene de la época.
-En entrevista en el semanario del respetado diario alemán Die Zeit, usted criticó duramente al Papa Benedicto diciendo que ni siquiera el rey Luis XIV era tan autocrático como el líder de la Iglesia Católica, con su estilo absolutista de gobierno. ¿Podría Benedicto realmente cambiar el sistema romano si quisiera?
-Es cierto que el absolutismo es un elemento esencial del sistema romano, pero nunca fue el elemento esencial de la Iglesia Católica. El Concilio Vaticano II hizo todo lo posible para alejarse de él, pero por desgracia no fue suficiente. Nadie se atrevió a criticar al Papa directamente, pero se privilegiaba la relación del colegio papal con los obispos, que fue diseñado para integrarlo otra vez en la comunidad.
-¿Fue exitoso?
-Yo diría que sí. El descaro con el que la política del Vaticano se ha limitado a callar y abandonado desde entonces el concepto de colegialidad no tiene comparación. Un culto a la personalidad incomparable, prevalece una vez más hoy en día, lo que contradice todo lo escrito en el Nuevo Testamento. En este sentido, uno puede verlo claramente. Benedicto XVI todavía acepta el regalo de una tiara, una corona papal, símbolo medieval del poder papal absoluto, al cual un Papa anterior, Pablo VI decidió renunciar. Creo que esto es indignante. Benedicto podría cambiar de un día para otro, si él quisiera.
-¿Y él no quiere?
-Estoy absolutamente convencido, porque él tiene la autoridad necesaria. Sólo tendría que hacer uso de ella en el espíritu del Evangelio.
-Usted no sólo quiere reducir el poder del Papa. También pide el fin del celibato, quiere que las mujeres sean ordenadas como sacerdotes y quiere que la Iglesia levante la prohibición del control de la natalidad. Los católicos fieles al Papa dicen que estos elementos son parte de los valores fundamentales de la Iglesia Católica. Si quitamos esto, ¿qué quedaría de la Iglesia?
-Lo que queda es la misma Iglesia Católica que existía y que era mejor. No estoy diciendo que el papado debe ser abolido. Pero necesitamos funcionarios que sirvan a las congregaciones, necesitamos el tipo de papado practicado por Juan XXIII. No trataba de dominar, Juan XXIII demostró que él estaba ahí para todos, incluso para otras iglesias. Él sentó las bases para el Concilio y para un nuevo amanecer del cristianismo ecuménico. Él permitió que una nueva iglesia tomara vida.
-Muchos en la Iglesia Católica dicen que si todas las reformas que exigen se llevaron a cabo, la iglesia se iba a hacer más protestante y abandonaría su carácter católico.
-La Iglesia, sin duda, se convertirá en algo más protestante. Pero siempre vamos a preservar nuestra naturaleza única. Nuestro pensamiento global, nuestra universalidad, que nos diferencia de una cierta estrechez en las iglesias protestantes que son muy regionales. Debe seguir siendo de esa manera, de la misma manera que la oficina del Papa debe ser conservada. Pero si todo se concentra en la oficina, vamos a terminar con un vicario medieval, un príncipe-obispo y el Papa como monarca absoluto, que a la vez encarna el poder ejecutivo, legislativo y judicial – en contradicción con la democracia moderna y el Evangelio.
-Usted y el Papa Benedicto están viajando a lo largo de dos caminos diferentes. Usted quieren reformar la Iglesia para mantenerla viva y el Papa está tratando de aislar a la Iglesia del mundo exterior y la vez que la restringe a un núcleo conservador, para que pueda sobrevivir.
-En efecto. En el pasado, el sistema romano se comparó con el sistema comunista, en el que todos hacían lo que una persona decía. Hoy me pregunto si no estamos tal vez en una fase de "Putinización" de la Iglesia Católica. Por supuesto que no quiero comparar el Santo Padre, como persona, con el estadista ruso. Pero hay muchas similitudes estructurales y políticas. Putin también heredó un legado de reformas democráticas. Pero él hizo todo lo posible para revertirlas. En la Iglesia, que tuvo el Concilio, que inició la renovación y la comprensión ecuménica, ni los pesimistas podían imaginar que fuera posible dar marcha atrás después de todo eso. El Papa polaco con su política de la restauración, a partir de la década de 1980, hizo posible que la mentalidad afín a la Congregación -altamente secreta- para la Doctrina de la Fe (CDF), antes conocida como la Congregación de la Romana y Universal Inquisición -y que sigue siendo una inquisición, a pesar de su nombre– eligiera a Benedicto.
–Esa es una comparación audaz… (comparar a Benedicto con Putin).
–No debe, por supuesto, tomarse al pie de la letra. Pero, por desgracia, con la evolución negativa que está teniendo lugar, esta comparación no puede pasarse por alto. En términos prácticos, tanto Ratzinger como Putin colocaron a sus antiguos colaboradores en puestos claves y marginaron a los que no les gustaba. También se podría establecer otros paralelismos: la falta de autonomía del parlamento ruso y el Sínodo de los Obispos del Vaticano, la pérdida de poder de los gobernadores rusos provinciales y de los obispos católicos, para hacerlos nada más que los destinatarios de las órdenes, una nomenclatura conformista y una resistencia a hacer verdaderas reformas. Ratzinger promovió a su asistente desde sus días como jefe de la CDF a cardenal secretario de Estado, que lo convierte en el ayudante del Papa.
–¿Qué hay de malo en eso?
–El hecho de que, bajo el Papa alemán, un pequeño grupo, una camarilla italiana de aduladores, que no tienen ninguna simpatía por los llamados a la reforma, fueron capaces de llegar al poder. Ellos son en parte responsables del estancamiento que ahoga todo intento de modernización del sistema de la iglesia.
–¿Qué tiene que ver el Vaticano con el estado de la Iglesia en Alemania?
–El Vaticano controla el nombramiento de obispos y catedráticos de Teología, sólo permitiendo ocupar esos puestos a aquellos que se ajustan a sus políticas. Sus Nuncios hacen un seguimiento de las Conferencias Episcopales y envían constantemente informes a la Sede. Los denunciantes están detrás de todos los asuntos. Cada sacerdote que se oriente a la reforma en Alemania y todos los obispos tienen que temer la posibilidad de ser denunciados en Roma.
–¿Qué papel juega el cardenal de Colonia, Joachim Meisner, conocido por su línea dura política, en esta lucha de poder dentro de la Iglesia?
–Es un secreto a voces que la Conferencia Episcopal Alemana ha caído cada vez más bajo la influencia de Meisner, lo que algunos no hubieran creído posible. Como suele suceder, Meisner tiene una línea directa con el centro romano de poder. Su comitiva incluye a los obispos más jóvenes como Franz-Peter Tebartz-van Elst de Limburgo. El nuevo arzobispo de Berlín, Rainer Woelki, también es un protegido de Meisner. Está en marcha el intento de hacerse con el control de las posiciones de mayor importancia estratégica. Ellos están haciendo todo lo posible para fortalecer el sistema de dominación.
–Su pronóstico parece sombrío…
–Es muy importante no hundirse en el pesimismo. Pero mi diagnóstico ha demostrado que la Iglesia está enferma, y la enfermedad es el sistema romano. Bajo estas circunstancias, sólo un médico ineficaz, le diría que todo saldrá bien.
–¿Cuál sería el tratamiento?
–La (Iglesia de) base debe reunir sus fuerzas y hacer oír su voz, para que el sistema ya no los pueda ignorar. Presenté una lista completa de propuestas en mi libro.
–Hace más de un año que escribió una carta abierta a todos los obispos del mundo, en la que ofreció una explicación detallada de su crítica Papa y el sistema vaticano. ¿Cuál fue la respuesta?
–Hay cerca de 5.000 obispos en el mundo, pero ninguno de ellos se atrevió a hablar públicamente. Esto demuestra claramente que algo no está bien. Pero si usted habla con obispos, oirá a menudo: "Lo que usted describe es básicamente cierto, pero nada se puede hacer al respecto". Sería maravilloso si un prominente obispo acabara por decir: " Esto no puede continuar. No podemos sacrificar toda la Iglesia en favor de los burócratas romanos." Pero hasta ahora nadie ha tenido el coraje de hacerlo. La situación ideal, en mi opinión, sería una coalición de teólogos reformistas, laicos y pastores abiertos a la reforma, y obispos dispuestos a apoyar la reforma. Por supuesto que entraría en conflicto con Roma, pero tendrían que soportarlos, como leales críticos.
-Eso es lo que condujo a la Reforma hace 500 años, porque esa vez el sistema romano era incapaz de entender las críticas dentro de sus filas.
-Después de 500 años, nos sorprende que los papas y los obispos actuales no se den cuenta de que es necesaria una reforma. Lutero no quería dividir a la Iglesia, pero el papa y los obispos eran ciegos. Parece que una situación similar ocurre en la actualidad.
-¿Podría otro concilio como el Vaticano II, ayudar a la Iglesia?
–No espero que haya un Concilio, ni siquiera convención de representantes de la Iglesia Católica.
-¿Cree usted que va a volver a vivir un Concilio en su vida?
-No hay que poner límites a la gracia de Dios. Sin duda, sería un signo de esperanza si el Papa fuera a anunciar, durante su visita a Alemania: "Aunque no estoy de acuerdo con todas estas llamadas a la reforma, como Papa alemán, me gustaría aportar algo: En el futuro, a aquellos que se han divorciado y aquellos que se han vuelto a casar se les permitirá recibir los sacramentos católicos ".