Ya se sabe: el periodismo es un apostolado. Y ayer me tocó cubrir lo ocurrido en el cuartel general del derrotado duhaldismo. No fui el único periodista que se quedò con ganas de ir al Intercontinenental a festejar. Ahí mismo había unos cuantos.
Otra cosa: leo en La Nación que «en las carpas amarillentas del PRO había enojo con los duhaldistas. «Mintieron durante todo este tiempo que sacaban 24 por ciento, y quedaron 10 puntos menos y encima quedaron terceros. Encima, algunos vivos anunciaron un apoyo del PRO a Duhalde que salpicó a Mauricio. Esto gratis no sale», decían con algo de furia en el macrismo. En realidad, lo que se comentaba en el bunker duhaldista es que los votantes no habían hecho caso del aparato. Daban como ejemplo que en Tres de Febrero el intendente Curto había jugado lealmente para Duhalde e invertido mucho dinero y a cambio había obtenido una muy magra cosecha de votos. Decían que Curto le echaba la culpa a los punteros…
Hotel Salguero Plaza, bunker de la fórmula Duhalde-Das Neves
El rictus de un festejo
Por Juan Salinas / Noticias Urbanas
A las 19, el bunker que Duhalde y Das Neves establecieron en un hotel de Palermo está tranquilo. Está sobre el último tramo de Salguero, cuando después de una segunda y pronunciada curva, la calle se precipita hacia la avenida del Libertador, la misma que alguna vez fue, más que un bañado, un barrial. Muy cerca del Parque Las Heras y el Hospital Fernández, donde comienza Las Cañitas, barrio que se llama así por las que crecían en él. Faltan más de tres horas para que Eduardo Duhalde aparezca y diga con un rictus que le paraliza la parte izquierda de la cara y le tuerce la boca que todavía no está claro el resultado de las elecciones («Todavía no sabemos cómo salieron pero igual festejamos», dirá), despotrique contra el setentismo y termine buscando emparentarse formalmente con Lula, quien hace unos pocos días, en la inauguración de la embajada argentina en Brasil, elogió a Cristina como si fuera el presidente de su club de fans.
Eduardo Amadeo, el candidato de Duhalde para la gobernación de Buenos Aires, enfrenta a las cámaras de TV. Hay mucho ruido, y Sky Bellinson hace justo un riff, y la voz algo carrasposa del Indio Solari irrumpe, haciendo recordar las épocas previas al derrumbe de diciembre de 2001, cuando ellos todavía aparecían juntos, como De la Rúa y Cavallo. El cronista ve gesticular a Amadeo y trata de leerle los labios. Lleva una sonrisa profesional bajo de sus gélidos ojos azules, que no dejan traslucir sus emociones. Dice y repite que según los guarismos que manejan, Duhalde va segundo a considerable distancia de Cristina y que «más de la mitad del padrón bonaerenses votó contra Scioli». Le faltó decir que todo es según el color del cristal con que se mire.
Más allá del pequeño remolino formado en torno de Amadeo, está el equipo de CQC, está Carlos Brown, el jefe de campaña y está Roberto Di Sandro, el ya jubilado periodista decano de la sala de prensa de la Casa Rosada. Todos parecen dar por descontado que Duhalde le está ganando a Alfonsín, aunque a mucha distancia de Cristina.
Di Sandro dice que sigue a Duhalde porque éste sigue a su vez «los lineamiento de Juan Perón», y porque él «es hombre de Juan Perón». Agrega que «el peronismo es una cosa y el kirchnerismo otra, muy distinta porque tiene un Frente para la Victoria y nosotros somos el Partido Justicialista creado por Juan Perón», enuncia con solemnidad. El cronista debe tener expresión de poco convencimiento porque apostilla: «Así lo veo yo, y tengo muchos años en esto. El que diga que no es así, allá él». Y como se le hace notar que el PJ de la mayoría de las provincias, incluyendo el bonaerense, respaldó a la Presidenta, Di Sandro suspira y dice «Son cosas de esta época». Descarta luego cualquier analogía entre los enfrentamientos interperonistas del presente con los del pasado. «El peronismo de hoy es diferente. Hay muchos peronistas jóvenes que sienten a Perón y saben que para sentirlo hay que sentirlo como lo sentimos nosotros, que lo llevamos en el corazón y en la cabeza. Yo no soy peronista sino hombre de Juan Perón, soy un fanático de Perón y nadie me va a cambiar eso, tengo mi propio pensamiento y respeto el de los demás», se ataja. Di Sandro critica al Gobierno nacional porque «se adjudica cosas que hizo el peronismo sin decir quién las hizo ni mencionar a Perón. Porque ellos dicen que son peronistas… y es como que yo tenga que mencionar a mi papá: lo tengo que llamar por su nombre. Y el Gobierno no suele decir ‘Juan Perón’. No suele decir quien lo hizo. Suele ‘olvidar’ que el gran creador fue Juan Perón. Esto mismo se lo digo a muchos funcionarios del Gobierno que me escuchan porque hay absoluta libertad de prensa en la libertad de cada uno», reconoce el periodista un tanto crípticamente. Debe sabe de qué habla, ya que atravesó sin mayores perturbaciones las dictaduras de los generales Onganía, Levingston y Lanusse primero, y de Videla, Viola y Galtieri después.
El cronista termina de entrevistar a Di Sandro, y Brown enfrenta a las cámaras (hay más de diez, alineadas una junto a otra). Dice que, «todavía no hay nada», que escrutadas apenas el 3 por ciento de las mesas, los guarismos propios no coinciden con los oficiales. Dice que según sus cómputos, Cristina hasta consiguiendo 41 por ciento de los votos, ellos el 21 por ciento y Alfonsín el 16. Cuando Brown se baja, en la pantalla de atrás queda proyectándose imágenes del acto que Duhalde encabezó hace poco en Tucumán contra el gobernador K., José Alperovich, de origen radical.
Son las 20:46 cuando irrumpe Carlos Ruckauf, que de inmediato es abarajado por el movilero a cargo de la primera cámara, de C5N, (acá va el nombre del periodista del canal que es rubio, con barba de dos días, creo que es rosarino y que antes trabajaba con Marianito Grondona, pero no estoy seguro). Pasan casi 15 minutos hasta que desde estudios centrales le dan el OK luz verde a la entrevista. Con su sempiterna sonrisa (que no se alteró ni siquiera cuando los de CQC le tiraron de las crenchas platinadas, comparándolas con las mucho más profusas de De la Sota, un quincho a pruebas de balas) Rucucu dice con un regusto de amargura que las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias son «un invento, una imposición del kirchenerismo que luego todos convalidamos«. Su arrepentimiento es patente.
También llega Claudia Rucci, hija de José Ignacio, el asesinado secretario general de la CGT, y diputada nacional. El cronista le pregunta si no le parece raro que haya dos expresiones peronistas en abierto enfrentamiento. «A esto nos han llevado. No creemos en la forma de hacer política y de gobernar que tiene el kirchnerismo. Creemos que se puede hacer política desde otro lugar, desde otra manera, sin estar pendientes del pasado y mirando hacia el futuro. Y somos justicialistas aunque no quieran».
«Parece que la gente ha votado a Duhalde en segundo lugar y esto me parece buenísimo. Estoy absolutamente en contra del doble discurso del gobierno, que por un lado hace una cosa y por el otro dice otra. El caso Schocklender es un claro ejemplo, como el uso de los Derechos Humanos hasta el punto del desprestigio en que la hicieron llegar a Hebe de Bonafini. Y Jaime, y Devido, y Moreno. Es el doble discurso constante con el que, la verdad, yo no estoy de acuerdo», concluyó. «Duhalde es el único que puede sacarnos de este gobierno y tiene la experiencia necesaria para gobernar el país».
Entre el público se entremezcla el bigotito de Carlos Ben, a la vez vocero de Duhalde y dirigente de Boca Juniors; el escritor, embajador y efímero ministro de Cultura de Macri, Abel Parentini Posse; el ex ministro de Justicia de Kirchner Alberto «El Rengo» Iribarne. No han aparecido, en cambio, ni el ministro porteño de Ambiente y Espacio Público Diego Santilli ni Cristian Ritondo, principales apoyos de Duhalde en el macrismo, lo que hace sospechar que deben haber recibido una orden expresa de su jefe político de no asomar las narices. Tampoco, a pesar de lo anunciado, se dejó de ver Miguel Del Sel.
Noticias Urbanas encaró a Jorge Todesca, quien fuera viceministro de Economía de Duhalde (el ministro era Jorge Remes Lenicov) cuando la Argentina estaba en llamas, en 2002, y reciente –aunque bastante ignoto– candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad.
«Como proyecto para la Nación, el peronismo es el que presenta una apuesta más fuerte, más sólida y con más recepción en la población. Ojalá en algún momento nos podamos recomponer, unificar y darle al país el proyecto que los que estamos en el justicialismo llevamos adentro y el país merece» fue el mensaje conciliador de Todesca, quién fue dirigente de la Juventud Peronista allegada a Montoneros en 1973, y una década más tarde secretario de Comercio Interior del gobierno de Raúl Alfonsín.
Todesca enfatizó que «estamos viviendo el período de mayor estabilidad institucional de nuestra historia. Pronto se cumplirán 28 años desde la restauración de la democracia. Estamos en niveles de confrontación mucho menores que los históricos. Y aunque quizá no lo estemos haciendo con el suficiente debate, estamos dirimiendo opiniones a través de las urnas una y otra vez en todos los distritos».
Centró sus críticas al gobierno nacional en que «se dejó estar a partir del año 2007, haber aprovechado las reformas hechas en la época del gobierno de Duhalde y a parir del 2007 haberse dejado estar, dejar que empeorara la situación fiscal y ahora también finalmente la situación externa, porque por algo hay que poner limitaciones a las importaciones. El gobierno abandonó, si es que alguna vez la tuvo, la idea de transformar estas ventajas en un proyecto estratégico».
Agregó Todesca que Duhalde en los últimos años viajó mucho e hizo «un reaprendizaje y tiene una visión global muy enriquecida y muy útil para una acción de gobierno. Duhalde entiende que es lo que está pasando en el mundo y como Argentina debería insertarse en el mundo, lo contrario del aislamiento que plantea el Gobierno. Y a eso se le suma que es un hombre prudente, que sabe de qué trata la cuestión cotidiana de gobernar, que es capaz de armar equipos y de escuchar, Duhalde es un hombre que escucha mucho y con el cual se puede hablar francamente, con el cual me siento muy cómodo. Es un líder que le daría a la Argentina la posibilidad de un período de crecimiento y de desarrollo», remata, como si hoy no hubiera ni una cosa ni la otra.
Según las cifras oficiales, el tándem Alfonsín-De Narváez está superando a Duhalde-Das Neves y parece cundir cierto nerviosismo. Aquellas cifras reflejan un triunfo apabullante de Cristina, con 49 casi 50 por cientos de los votos computados, un porcentaje que al cronista le recuerda automáticamente el obtenido por Héctor Cámpora en las elecciones del 11 de marzo de 1973, cuando el peronismo volvió a la Rosada después de 17 años de proscripciones. Sumados, los votos de Alfonsín-De Narváez y Duhalde-Das Neves son prácticamente los mismos que obtuvo entonces Ricardo Balbín. Y así como ahora Binner fue tercero, lo fue entonces Oscar Alende, que también encabezaba una alianza de centro-izquierda.
Algo me tiene que despabilar / la suerte va a cambiar / ¿Hace cuanto que no ganás una?, cantan Los Tipitos, cuando hace su aparición triunfal en el tercer piso Ramón Landajo, un antiguo, estrecho colaborador de Juan Perón.
Octogenario, Landajo ha llegado hasta el tercer piso, bastón en mano y con la ayuda de dos lungos tamaño basket porque, dice, esbozando una sonrisa mientras recupera el resuello que los ascensores no funcionan. En sus épocas fue secretario privado de Perón y una especie de agente de inteligencia ad hoc (que protegió a Perón de los atentados organizados por la SIDE gorila –que llegó a volar en Panamá el auto del ex presidente en junio de 1956– y al que advirtió que María Estela Martínez era una agente de aquel organismo sin conseguir que la apartara de su lado), más tarde al servicio del gobernador bonaerense, Oscar Bidegain. Por entonces, Landajo estaba enfrentado a la derecha peronista y era el candidato de muchos para desplazar a López Rega como secretario privado de Perón. Hace ocho años simpatizaba con Miguel Bonasso. Pero poco después enfermó gravemente. Y como carecía de una jubilación, quedó al arbitrio de la desmantelada asistencia pública. Quién se hizo cargo entonces del tratamiento que le salvó la vida, quien lo ayudó a ponerse al frente de un programa de radio y de una página web llamada Grito peronista fue el jefe del sindicato de peones rurales, Gerónimo «Momo» Venegas. A quien desde entonces Landajo guarda absoluta fidelidad.
«Ha ganado el peronismo. Si el oficialismo se puso la etiqueta de peronista para ganar, y el segundo fue Duhalde que es el representante del peronismo más genuino, si logramos unir a todos, a las bases, no queda duda de que es la fuerza principal que hay en el país. Hay que unir a todos los peronistas. Esperamos del Gobierno que deje de lado la soberbia y tenga un gesto de grandeza porque un gobierno realmente peronista es lo único que puede salvar al país».
Landajo dice se refiere a un gobierno en el que quepan «todos los hombres y mujeres que están enrolados en la militancia peronista», un Gobierno que le dé «paso a la juventud que es lo más importante, porque en ella descansaba el General pensando que aunque pasarán cincuenta o sesenta o cien años años íbamos a volver al Gobierno porque tenemos una doctrina que va a trascender, lo quieran o no aquellos que nos han combatido».
Agrega que el peor defecto del gobierno de Cristina Kirchner es «que nos puede llevar a una guerra civil que era el temor del General. Porque en los dos bandos hay infiltrados y el peronismo puro todavía está en un segundo plano, mientras en el primer plano están todos aquellos que suponemos que son peronistas. Suponemos.», subraya. «Pero realmente lo han probado en todos estos años, llevamos más de medio siglo en el campo de batalla y perdemos siempre», sentenció un tanto confusamente.
En tren de suponer, el cronista le pregunta cuál es el mayor aporte de Duhalde a la supuestamente perseguida unidad del peronismo. Landajo aprovecha para pasar un aviso. «El que más aporta es un trabajador, Gerónimo Venegas. Es el hombre que realmente es peronista. Yo doy fe de eso porque me lo marcó el General, y doy fe de que ese es el hombre que tiene que conducir nuestro movimiento.
El cronista aprovecha para preguntarle por Hugo Moyano. «Es un accidente que han tenido los trabajadores. Es algo que se les metió adentro y bueno, que Dios los bendiga ¿no? Yo creo que va a llegar el momento en que todo esto se va a purificar…».
Landajo ve que sus fornidos acompañantes bajan las escaleras y susurra:
«Se me van los muchachos….». El cronista va hasta el hueco de las escaleras y les chista, «Eh, ustedes». Los tipos ya están llegado al segundo piso y miran para arriba con cara muy poco amistosa. «Los llama Ramón Landajo», dice, y sus rostros se suavizan un poco un segundo antes de desandar sus pasos.
Cuando los ursos llegan, Ramón les dice «No me abandonen».
El cronista quiere saber por qué piensa que el Gobierno nacional puede llevar a la Argentina a una guerra civil. Dice que «nos van a llevar a una guerra civil si no nos ponemos de acuerdo todos en salvar la patria, porque primero es la patria, después el movimiento y por último los hombres», recita la octava de «Las 20 verdades» del justicialismo.
Y, flanqueado por sus acompañantes, remata: «El peronismo tiene buenos hombres para ser gobierno, y esperemos que por la fuerza de la razón o la razón de la fuerza seremos gobierno pronto».
La esperanza es lo último que se pierde.