VENEZUELA. El artículo de «The Guardian» que provocó la ira de los golpistas
El diario británico The Guardian publicó el pasado martes 18 de febrero un artículo escrito por el economista estadounidense Mark Weisbrot, en el que considera un error garrafal la injerencia de Estados Unidos en Venezuela, país que actualmente sufre a grupos fascistas que generan focos de violencia contra el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro. Dos días después, la agencia Télam ofreció un resumen. Aqui se ofrece el texto completo:
El apoyo de Estados Unidos a quienes quieren cambiar de régimen en Venezuela es un error
Mark Weisbrot
La presión de EE.UU. para derrumbar al Gobierno venezolano de Nicolás Maduro enfrenta una vez más a Washington con Suramérica.
¿Cuándo se considera legítimo tratar de derrocar a un gobierno elegido democráticamente? En Washington, la respuesta siempre fue sido sencilla: Cuando el gobierno de los Estados Unidos diga que no lo es. No es sorprendente que por lo general no lo vean así los gobiernos latinoamericanos.
El sábado, los gobiernos del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela) emitieron un comunicado sobre las protestas de la semana pasada en Venezuela. Describen «los recientes actos violentos» en ese país como «intentos de desestabilizar el orden democrático». Dejaron bien claro lo que defienden. Declaron su firme compromiso con la completa vigencia de las instituciones democráticas y rechazaron las acciones criminales de grupos violentos que quieren expandir la intolerancia y el odio en la República Bolivariana de Venezuela como herramienta política.
Recordemos que cuando protestas mucho más grandes golpearon Brasil el año pasado, no hubo comunicados de Mercosur o de sus gobiernos vecinos. Eso no fue porque no apoyaran a la presidenta Dilma Roussefff sino porque estas protestas no buscaban derrocar el gobierno de Brasil.
El gobierno de Obama fue un poco más sutil, pero también dejó claro lo que defendía. Cuando el Secretario de Estado Jhon Kerry declaró que «Estamos particularmente alarmados por los informes en que el gobierno venezolano ha arrestado o detenido cantidades de manifestantes antigobierno», tomó una posición política. Porque hubo muchos manifestantes que cometieron crímenes: atacaron e hirieron a policías con pedazos de concreto y con cócteles molotov; quemaron automóviles, basura e incendiaron edificios gubernamentales y cometieron otros actos de violencia y vandalismo.
Un vocero anónimo del Departamento de Estado fue incluso más claro la semana pasada, cuando expresó preocupación por el «debilitamiento de las instituciones del gobierno en Venezuela», y dijo que había una obligación para que «las instituciones del gobierno respondan efectivamente para legitimar las necesidades económicas y sociales de sus ciudadanos». Se unió así a los esfuerzos de la oposición por deslegitimizar al gobierno, una parte vital en la estrategia para cualquier «cambio de régimen».
Por supuesto que ya todos sabemos a quién apoya el gobierno de EE.UU en Venezuela. Ellos no se molestan en ocultarlo: El presupuesto federal de Estados Unidos destinó 5 millones de dólares para financiar actividades de la oposición y esto es la punta del iceberg, a la que deben agregársele los cientos de millones de dólares de apoyo manifiesto otorgados durante los últimos 15 años.
Pero lo que hace importantes a estos comunicados de EE.UU, y a los gobiernos enemigos en la región, es que le están diciendo a la oposición venezolana que una vez más Washington respalda un cambio de régimen. Kerry hizo lo mismo en abril pasado cuando Maduro fue electo presidente y el candidato presidencial de la oposición Enrique Capriles dijo que le habían robado las elecciones. Kerry rehusó reconocer los resultados electorales. La postura agresiva y antidemocrática de Kerry produjo un fuerte reproche de los gobiernos suramericanos, por lo que tuvo que retroceder y, tácitamente, reconoció al gobierno de Maduro. (Para aquellos que no siguieron estos hechos, no había duda sobre el resultado de las elecciones)
El reconocimiento de los resultados electorales le puso fin a los intentos de la oposición de deslegitimizar al gobierno electo. Luego de que el partido de Maduro ganara las elecciones municipales por un amplio margen en diciembre, la oposición estaba desinflada. Aunque la inflación rondaba el 56% y había gran escasez de bienes de consumo, una sólida mayoría había votado por el gobierno. Su elección no podría ser atribuida al carisma personal de Hugo Chávez, quien había muerto casi un año atrás, ni fue irracional. Aunque el año pasado fue duro, los últimos 11 años, desde que el gobierno tomó el control de la industria petrolera, han representado grandes mejoras en los estándares de vida de la mayoría de los venezolanos que antes estaban marginados y excluídos.
Había muchas quejas acerca del gobierno y de la marcha de la economía, pero los políticos ricos de la derecha que lideraban a la oposición no reflejaban sus valores ni les inspiraban confianza.
Leopoldo López, quien compite con Capriles por el liderazgo de la oposición, manifestó que las protestas podrían obligar a Maduro a dejar el gobierno. Era obvio que no había ni hay ninguna manera pacífica de que esto pudiera pasar. Tal como afirmó David Smilde, profesor de la Universidad de Georgia, el gobierno tiene mucho que perder por la violencia en las protestas, y la oposición tiene algo que ganar.
La semana pasada, Capriles que dudaba de apoyar una estrategia de «cambio de régimen» potencialmente violenta, estaba aparentemente de acuerdo con dicho programa. Según Bloomberg News, acusó al gobierno de «infiltrar las protestas pacíficas para convertirlas en centros de violencia y represión».
Mientras tanto, luego de que el gobierno hiciera la amenaza de arrestarlo, el 14 de febrero López se burló de Maduro en Twitter: «¿No tienes las agallas de meterme preso?».
Mantengamos la esperanza de que el gobierno no muerda el anzuelo. El apoyo de EE.UU. a un cambio de gobierno empeoraría indudablemente la situación, ya que Washington tiene mucha influencia en la oposición y, por supuesto, en los medios del hemisferio.
Le llevó mucho tiempo a la oposición aceptar los resultados de las elecciones. Sus líderes intentaron un golpe militar, respaldado por los Estados Unidos en 2002. Cuando eso falló, intentaron derrocar al gobierno con una huelga petrolera. Perdieron un intento de revocar al presidente en el 2004 y gritaron fraude; luego, al año siguiente boicotearon las elecciones de la Asamblea Nacional sin ninguna razón. El intento fallido para deslegitimizar la última elección presidencial de abril pasado fue un regreso a ese oscuro pero no tan distante pasado. Aun falta por ver cuán lejos llegarán esta vez para ganar por otros medios lo que no han sido capaces de ganar en las urnas, y por cuánto tiempo tendrán el apoyo de Washington.