SERGIO CALETTI. Adiós a un compañero

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Sergio Caletti nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1947 y falleció el último domingo, el 15 de Noviembre luego de una larga enfermedad.

Como periodista y militante peronista fue Jefe de Prensa de la campaña de Héctor Cámpora, en 1973, y luego Director de Prensa del gobierno de la Provincia de Buenos Aires de Oscar Bidegain.

Estuvo exiliado en Italia, y luego en México, dónde tuvo una hija, formó parte del “grupo de los reflexivos” que luego editaron la revista “Controversia”.

Como sociólogo y teórico de la comunicación dirigió el equipo que redactó la Ley de Medios en el gobierno mexicano de Echeverría, fue docente de la UBA, de la Universidad de México, de la Quilmes y de la Entre Ríos.

Fue uno de los fundadores de la carrera de Comunicaciones en la UBA donde se desempeñó como profesor titular de Teoría de la Comunicación III hasta sus últimos días.

​​Ejerció el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA desde 2009 al 2014.

Con sus grandes amigos Nicolás Casullo y Horacio González elaboraron algunas de las primeras y más interesantes cartas de Carta Abierta.

Su padre fue el filósofo Oberdán CAletti que murió en un accidente automovilístico en la Provincia de Buenos Aires estando él en el exilio en Italia.

Compartimos una carta de despedida escrita por los miembros de su cátedra, equipo de investigación y amigos​:​

Ayer a la tarde, mientras muchos de nosotros exprimíamos las teorías y conceptos amasados durante años para entender los alcances del momento que nos toca vivir, Sergio Caletti, nuestro querido maestro, partió para siempre.

Cada uno de quienes tuvimos oportunidad de compartir la universidad y la vida con él, sabemos que Sergio no fue un tipo que pasa sin dejar huella. Lo saben los miles de estudiantes que escucharon sus clases incisivas; lo saben quienes leyeron sus escritos atravesados siempre por la sutileza teórica y el pulso político de la toma de posición; lo saben quienes tuvieron la suerte de escuchar las coloridas anécdotas del México que le dio cobijo.

Polemista de raza, generoso en la escucha y en el debate, impiadoso contra toda forma de banalidad e inmensamente exigente, antes que nada, consigo mismo. Pensador agudo, atento al ritmo de los tiempos y profundamente sensible a las causas populares, fue también un gran teórico de la comunicación (aunque llamarlo así le hubiera causado risa): uno de los padres fundadores del campo. Su apuesta era nutrir y enriquecer los debates, a partir de distintas disciplinas y tradiciones. De allí su énfasis constante en la necesidad de producir en pensamiento transdisciplinario, de pensar la comunicación en sentido amplio y profundo, más allá de sus dispositivos mediáticos o de sus formas gestionarias o utilitaristas.

Pero por sobre todas las cosas, Sergio Caletti fue el mejor de los maestros. El que no quiere ser repetido, el que piensa a sus estudiantes como pares, sin subestimación ni paternalismo. Será por eso que sus palabras no permitían jamás a su interlocutor mantenerse neutral. Un profesor capaz de ofrecer (en un gesto de generosidad que apenas empezamos a comprender) sus propias contradicciones, para empujarnos a pensar, con él y contra él, por nosotros mismos.

El ejercicio de la reflexión a contrapelo del sentido común académico; esa potencia con la que decía las cosas aun cuando no fueran simpáticas, simplemente porque debían ser dichas, es uno de sus preciosos legados.

No dejaremos de añorar su humor negro (y sus chistes malos), sus largas digresiones, su obstinado esfuerzo por combatir cualquier comodidad de pensamiento. Su incorrección política y ese libro que no dejaba de escribir, tantos años prometido.

Como suele ocurrir en estos momentos, que son esperados pero imprevistos (porque uno sabe que pueden llegar, pero no quiere que lleguen), quedan cosas atascadas, más en el corazón que en la garganta. Porque entre dificultades y sencilleces, con aciertos y errores, entre consistencias y contradicciones, siempre emergieron, a raudales, el empuje, las ganas, el entusiasmo; el levantarse tozudamente e intentar seguir caminando, pensando, gestando; últimamente contra todo empeño de las circunstancias (y a veces contra todo pronóstico), para sacar de ese remolino el impulso que dé vida a nuevos proyectos, nuevas inquietudes y nuevas preguntas.

Aprendimos con él que el pensamiento no es un acto individual y así queremos despedirlo, colectivamente. Recordar tantos momentos compartidos, durante años, no nos deja indemnes; pero esa es nuestra tarea hoy, dejar testimonio del paso de Sergio Caletti por nuestras vidas y las de tantos.

Ya lo extrañamos. No dejaremos de extrañarlo.

Su cátedra, su equipo de investigación, sus amigos


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