ABSURDOS. Un ex colimba entrerriano víctima de la «Trampa 22»
Su secuestro recién se acreditó hace poco más de un mes con el fallo de la «Causa Hardindeguy"
OPINIÓN. El conscripto Felger, secuestrado por el Ejército en 1976, es víctima de un absurdo legal
TÉLAM, MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA
(Juan Salinas). –La acción de la novela Trampa 22, de Joseph Heller, transcurre durante la segunda guerra mundial, en una escuadrilla de bombarderos norteamericanos B-29 asentada en una isla del Mediterráneo. El protagonista, el piloto John Yossarian, está firmemente convencido de que existe una conjura mundial para asesinarlo, en la que participan desde los pilotos de los cazas enemigos y los artilleros alemanes –que no cesan de atacarlo– hasta el coronel Cathcraft, comandante de su escuadrilla, obsesionado por agradar a sus superiores, para lo que aumenta todo el tiempo el número de misiones que sus pilotos deben llevar a cabo antes de ser dados de baja. Para sus compañeros, Yossarian está loco. Y la locura es, precisamente, uno de los motivos por el cual un piloto debe ser devuelto a casa, le informa el médico de la escuadrilla, convencido también de que Yossarian está loco…
… como lo están todos los que intervienen en esa guerra, exponiéndose a ser asesinados por el enemigo: según establece el artículo 22, ninguna persona cuerda querría volar en misiones de combate, porque son peligrosas. Por lo que para ser excusada y devuelto a su hohar, sólo se necesita pedirlo, lo que Yossarian hace. Sin embargo, el artículo 22 también establece que pedir permiso para no volar en misiones de combate alegando locura, es una prueba incontrastable de cordura, por lo que el peticionante pasa a estar en perfectas condiciones para volar.
El misterioso artículo 22 no sólo es secreto sino que existen innumerables artículos 22, para los más diversos propósitos, pero siempre defendiendo un mismo principio, que es el de someter a los pilotos a la arbitrariedad de sus superiores y a la irracionalidad de la institución en un juego que consiste en arrojar una moneda al aire con dos opciones: si sale cara, yo gano; si sale ceca, vos perdés.
Nuestra legislación y sistema judicial están plagados de artículos 22 y los ciudadanos de a pie suelen ser sus principales víctimas. Jorge Felguer es una de ellas.
Militante de la Juventud Peronista de Gualeguaychú y delegado zonal de la UES, Felguer fue secuestrado en septiembre de 1976 en el regimiento de Tanques 1 de Villaguay, en momentos en que cumplía el servicio militar obligatorio. Despojado de sus ropas, fue trasladado en una ambulancia hasta un cruce de rutas, y de ahí, metido dentro del baúl de un Ford Falcon, llevado hasta lo que más tarde supo era la delegación de la Policía Federal en Concepción del Uruguay, donde fue brutalmente torturado durante varios días.
Finalmente y otra vez dentro del baúl de un auto, fue llevado hasta el regimiento de Caballería de Gualeguaychú, en el que permaneció aislado y fuera de la vista de los demás soldados.
Habían transcurrido dos meses, cuando, debido a una circunstancia fortuita, Felguer fue visto por el conscripto Oscar Iriarte, también oriundo de Gualeguaychú, que había sido compañero suyo en el colegio secundario. En cuanto pudo, Iriarte le avisó a los Felguer que Jorge se encontraba detenido en el regimiento. Fue la primera noticia que sus familiares tenían de él desde su secuestro y de inmediato se pusieron en movimiento.
Un cuñado de Felguer, oficial de la marina retirado, se presentó en el regimiento y consiguió que, antes de sacarlo con cajas destempladas, el teniente coronel Juan Miguel Valentino reconociera que el joven se encontraba ahí, pero no le dejó verlo.
Una vez que sanaron sus heridas, Felguer fue trasladado hasta el regimiento de Caballería Nº 6 Blandengues de Concordia hasta finalizar el servicio militar, siendo permanentemente maltratado, insultado y amenazado, maltrato que recrudeció en el regimiento de Villaguay, de dónde había sido secuestrado y al que tuvo que dirigirse para que le dieran la baja.
Una vez fuera del ejército, aterrorizado y con serias secuelas físicas y psíquicas, Felguer huyó a Buenos Aires y luego fue llevado por su familia a un campo de la provincia de Córdoba, para regresar tiempo despues a Buenos Aires. A lo largo de los años, sobrevivió como pudo, sin poder conseguir trabajo estable o formal debido al temor que le producía el tener que dar sus datos.
A diferencia de otros detenidos, secuestrados y/o exiliados, debido a su condición de ex conscripto, Felguer no pudo acceder a ninguna de las reparaciones que el Estado dispuso para las víctimas del Terrorismo de Estado pues es considerado «personal militar» al momento de su secuestro que, por otra parte, el ejército siempre negó que hubiera ocurrido.
La acreditación del secuestro y torturas recibidas tuvo lugar recién a comienzos del pasado mes de abril con el fallo del Tribunal Oral Federal de Paraná en la llamada «Causa Hardindeguy» por la represión ejercida en la costa entrerriana del río Uruguay que condenó entre otros a los militares Ramón Genaro Díaz Bessone, Juan Miguel Valentino, Naldo Miguel Dasso, Julio César Rodríguez y Francisco Crescenzo por el secuestro y tortura de más de una veintena de militantes juveniles –entre ellos, de Jorge Felguer– y el asesinato de varios más.
Sin embargo, excluido de las reparaciones de uso, Felguer tampoco puede acceder a una reparación civil, debido a los 40 años transcurridos entre los momentos en que se cometieron los hechos y la fecha de la condena, que, en muchos casos, resultan casi ociosas.
En teoría, Felguer debió haber iniciado la demanda a los dos años de haber sido secuestrado. Dos años después era 1978 y Felguer se encontraba obviamente imposibilitado de poder presentarse al Ejército a exigir un certificado de secuestro. Por el contrario, fue burocráticamente convocado nuevamente a filas como reservista ante la inminencia de guerra con Chile, que como se sabe, fue abortada a último momento por la mediación papal.
En esta ocasión, no bien se revelaron sus antecedentes, Felguer volvió a ser maltratado por otros cuatro meses en el regimiento de Concordia.
Así, tras siete años de dictadura, de las leyes de obediencia debida y punto final, del indulto, de la pertinaz negativa del Ejército a reconocer el hecho y de la actitud dilatoria de numerosos magistrados y cámaras, recién 37 años después pudo demostrarse que Jorge Felguer fue secuestrado por la misma institución a la que debía servir.
La trampa 22 volvió a cerrarse con la eficacia de siempre: salga lo que salga, vos siempre perdés.