Durante el último mes me dediqué prioritariamente a atender a mi hermano Pablo, que estaba en la indigencia en Merlo, San Luis, al que no veía hacia un año, y al que encontré internado en el hospital local con un cáncer en ambos pulmones con metástasis en la columna vertebral y otros huesos, hígado, etc., es decir, desahuciado. Con mi hermano Víctor lo trajimos a Buenos Aires, lo internamos en el Hospital Posadas para tener un diagnóstico preciso y asegurarle el acceso a cuidados paliativos y a drogas que mitigaran sus dolores, y a los tres días lo llevamos a casa, donde lo cuidamos amorosamente hasta que anteayer expiró.
Por esta razón, he estado alejado del blog (que quedó en buenas manos, las de Montserrat Mestre), y también alejado de otras tareas (se me ocurre, por ejemplo, que le prometí hace muy mucho una nota sobre el abuelo Constantino Salinas a Iosu, mi pariente alsasuarra, y no cumplí). En fin, que a partir de ahora, progresivamente, procuraré retornar a la normalidad, pero tengan en cuenta que este concepto me resulta bastante extraño, así que no esperen milagros.
Aprovecho para agradecer enfáticamente a la pléyade de amigos, compañeros y simples conocidos que me han hecho llegar a través de Facebook su solidaridad.
Los amigos de Pablo han de saber que el sábado, tipo 12 o 12:30 arrojaremos sus cenizas al río en el Parque de la Memoria y después muy posiblemente vayamos a almorzar al “carrito” de enfrente, que se llama “Los Platitos”.