El bebé de Juanita Viale y la horda de movileros
Una tal Juanita Viale pierde un bebé a término. Conozco pocas cosas más tristes. Quizá que se muera un niño ya crecido. Por ejemplo, de seis años. O de doce. Un enjambre, una jauría de energúmenos le inquieren a Juanita y a sus familiares si le hará al feto el adn. Y es que no saben quien hubiera sido el padre. Y esa averiguarlo lo es todo para ellos, que son implantados y a los que sus jefes les hablan directamente (a través de una mosca) al centro de sus molleras.
Esa manada obediente y perseguidora está compuesta por gentes que dicen ser periodistas. ¿Qué cazzo es ser periodista? No quiero compartir con ellos nada. Porque reivindican para si la obediencia debida que casi sin excepción les niegan a los militares. Por momentos pienso que es necesario un tribunal ético del gremio. Pero en otros momentos pienso que el Premio Nobel de la Paz Obama dice estar haciendo justicia cuando asesina a un hombre desarmado en un país extranjero frente a los ojos de una hija, le pega un tiro a la esposa del asesinado y secuestra y destruye el cadáver. Y que antes le habían concedido el Premio que lleva el nombre al inventor de la dinamita a ¡Henry Kissinger! No se me ocurre un asesino serial mayor que él. Acaso pudieran empardarlo Hitler y Pol-Pot, que al menos tuvo la delicadeza de concentrarse en sus connacionales. Al lado de eso, lo de Menajem Beguin fue una humorada.
Así que, me digo, mejor me abstengo de proponer ningún tribunal. Y es que sueño con Viale, Majul y Ricardo Roa con toga y peluca enpolvada. ¡Qué pesadilla!