El futuro pinta negro para Scioli
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Scioli y los ojos de Karina
Por Ana Gerschenson / El Cronista
"Si acepto que me pongan a Mariotto de vice, no voy a poder mirar a Karina a los ojos", le dijo Daniel Scioli a un poderoso intendente del conurbano bonaerense. El gobernador lo había llamado, días antes de la oficialización de las listas para las elecciones de octubre, con la intención de sondearlo. Quería saber si, en caso de no poder resistir la designación de Gabriel Mariotto como su compañero, una presión insistente que venía de la Casa Rosada, iba a acompañarlo en una eventual ruptura con el kirchnerismo.
El intendente, peronista añejo, le advirtió que lo de Mariotto era un hecho. Scioli dijo que no iba a aceptarlo. El quería a Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita. Y volvió a preguntarle al intendente si estaba dispuesto a cruzar de vereda, con conferencia de prensa incluida. Pero las semanas pasaron, la designación de Mariotto quedó formalizada y el gobernador no llamó más.
El bonarense, una vez más, apostó a poner la otra mejilla, una estrategia que le permitió sobrevivir dentro del kirchnerismo a través de los años, aunque esta vez las circunstancias políticas son otras.
Hasta ahora, primero Néstor y después Cristina, lo necesitaron como candidato para asegurar los votos del principal distrito electoral de la Argentina. Pero Scioli ya no tiene reelección, es decir, ya no es útil para 2015.
Como le sucede, incluso, a la Presidente, cada día que pasa, para el gobernador es un día menos de un poder que se escurre, que tiene fecha de vencimiento. Y en el caso de la Provincia, la idea es que ese desgaste se produzca más aceleradamente por obra y gracia del kirchnerismo duro en formato La Cámpora, que acata sólo las órdenes de Cristina Kirchner.
Mariotto es un soldado de la Presidente, no responde a otro jefe político. Y José Ottavis, uno de los principales dirigentes de La Cámpora, es el vicepresidente primero de la Legislatura bonaerense, un cuerpo que le responde más al kirchnerismo que al sciolismo, dado que el gobernador también resignó espacios en el armado de las listas para octubre en la Provincia.
"Es una cuestión de tiempo, está rodeado", reflexiona otro intendente del conurbano sur. "Scioli no tiene un peso para darnos a los intendentes, dependemos de la Nación. Y aunque se hacen obras, no hay un ida y vuelta con el Gobierno. Vienen, inauguran y se van", cuenta con resignación por no pertenecer al círculo áulico K.
Es un contexto adverso. Porque si hasta ahora había podido sostener a Ricardo Casal en el ministerio de Seguridad, a pesar de que la propia ministra Nilda Garré pidió su cabeza en reiteradas ocasiones, con un vice que tampoco simpatiza con Casal le va a ser muy difícil no entregarlo. Es cuestión de tiempo.
La guerra interna empezó el mismo día de la asunción. Los naranjas sciolistas con las remeras "Yo creo", contra los azules de La Cámpora. ¿Quién mando a la infantería de choque a la Legislatura?, ¿quién dio la orden de reprimir? Hasta ahora, nadie se hizo cargo de las respuestas, porque habrá consecuencias. Mariotto, por orden presidencial, quiere saber.
Éste es sólo un episodio, el primero en el primer día de los cuatro años que vienen. Habrá otros, inevitablemente.
Y es que Scioli fue resistido desde un principio por el kirchnerismo. Se lo consideró conservador, de centroderecha, más cercano a Mauricio Macri que al progresismo. Kirchner lo congeló apenas asumió en 2003. Su nombre había sido una imposición de Duhalde, sin embargo, su lealtad a prueba de los más diversos destratos terminó por convencerlo de que era necesario para el proyecto.
Ya no. La profundización del modelo es también ideológica, y en esa depuración Scioli no tiene espacio ni rol, aunque haya ganado con el 50 por ciento de los votos.