El Lanata de Majul, un Casanova alto, siempre al palo, campeón de las señoras gordas (nota 5)
¿Lanata Presidente?
Alfredo Leuco alguna vez fue o estuvo muy próximo al MTP de Gorriarán Merlo. En el 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, era ultrakirchnerista. Tiempo después pasó sin escalas a la oposición más acérrima, según dicen fuentes del Gobierno porque le negaron la pauta de publicidad estatal que había pedido.
Hace muchos años que Leuco trabaja en América TV y más todavía que mantiene buenas relaciones con Majul. Leuco es, en una primera lectura, un panegirista de Lanata. Pero, si se leen dos veces sus dichos, se advertirá que también es, al decir de Jauretche, un miembro del “batallón de Empujadores». Del Ejército de «Animémonos y vayan”.
“Yo no tengo ninguna duda: Lanata se ha transformado en el jefe de la oposición (…) y no porque lo haya buscado. Fue la realidad la que lo puso allí. Es, sin duda, el tipo más convocante de la Argentina después de Cristina Fernández (…) El Gordo no es solo el jefe virtual de la oposición. Es el gran catalizador de los cacerolazos…(…) No creo que sea un gran analista político, tampoco que sea un buen investigador. Quizá sea un poco vago. Tal vez no lea los diarios con profundidad (no es que Leuco sea muy perspicaz: el propio Lanata le había confesado a Carlos Ulanovsky, autor de Paren las rotativas, que “Si yo no trabajara en esto, nunca leería los diarios. No me interesan”). Pero si es el periodista que más moviliza. El que más política genera».
Como conseguir chicas
«Lanata ya era director de Página/12 y eso parecía darle cierta licencia para conseguir chicas», escribe Majul. Y entre otros chismes, cuanta sus escarceos con Nancy Pazos, «cuando ella todavía no había llegado a la categoría de cronista». Recuerda Majul que «Pazos es licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA, está casada con el ministro de Medio Ambiente y Espacio Pùblico de la Ciudad (de Buenos Aires) Diego Santilli, con quien tiene tres hijos» y que «hace más de veinte años que trabaja de periodista en diarios, en radios y también en la tele», y va al grano:
«Se podría decir que ambos fueron protagonistas de un histeriqueo mutuo cuyos detalles ameritan el relato. Lo recordó la propia Nancy Pazos, veintitrés años después, en su departamento que da al frente del Patio Bullrich.
«-No fuimos novios ni tuvimos nada. Fue, efectivamente, un histeriqueo. Yo era el chiche nuevo que había pasado por la puerta del despacho del director. El tio, supongo, quería jugar con el chiche.
«Lanata y Pazos se conocieron gracias a Juan José ‘El Pájaro’ Salinas, quien trabajaba en El Porteño junto a Rolando Graña y otros. Pazos tenía información caliente sobre un ex militar (sic) llamado Paqui Foresi y le sugirió a Lanata que Página, como diario, le podía dar mejor uso que el mensuario donde trabajaba él. Lanata aceptó de buen gusto apenas la conoció y la mandó a recoger toda la información que le faltaba.
«(…) A mi su histeriqueo me pasaba por el costado porque yo entonces tenía novio (…) Me vino a buscar (…) para ir a tomar un café. Ni siquiera me llamó antes. Tocó el timbre, preguntó por mi y pasó a buscarme en un auto 0 Km. con el que había aprendido a manejar. Estaba reflaco y me quiso impresionar (…) Después para mi cumpleaños, me regaló mi primer perfume francés, L’air du Temps. También me regaló un oso de peluche que era imposible de ocultar. Creo que mi novio nunca se llegó a enterar. En esa época yo hacía colaboraciones para Página/12. Iba a lugares calientes, lo llamaba por teléfono a Lanata (…)
«–¿Cómo terminaron con Lanata?- preguntó Majul.
«- Me fui al diario Sur cuando surgió como competencia de Página. Lo hice después de pedirle a Jorge que me pasara a redacción», respondió Pazos.
«Obviamente, Lanata se lo negó. Pretextó que quería tenerla a su disposición personal como informante…
Un elefante misterioso
Conozco esta historia de primera agua porque no sólo fui quien llevó a una Nancy muy joven al despacho de Lanata sino también quien -luego de que Lanata se negara a contratarla- la presentó a Eduardo Luis Duhalde e Isidoro Gilbert, director y jefe de redacción del diario Nuevo Sur, pidiéndoles que la contrataran, lo que hicieron.
Ocurrió en septiembre de 1988, después de una manifestación de la CGT en Plaza de Mayo que fue duramente reprimida. En el medio de la refriega, manos anónimas rompieron los vidrios de la sastrería Modart, en la esquina de Avenida de Mayo y Perú. La sastrería fue saqueada. La foto de un gigantón con un enorme palo junto a la vidriera destrozada recorrió el mundo. Un uruguayo, ex detenido-desaparecido en el ccd “Automotores Orletti”, Enrique Rodríguez Larreta dijo haberlo reconocido y que se trataría de Osvaldo “Paqui” (por paquidermo) Forese, lugarteniente de Aníbal Gordon al que se acusaba, entre otras cosas, de haber derribado puertas en los secuestros de los parlamentarios uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, asesinados a mediados de 1976.
Por entonces, Nancy, alumna de Graña en la UBA y profesora de natación en una pileta de su barrio, Villa Soldati, colaboraba conmigo en la hechura de notas de investigación para El Porteño. Sin la posibilidad de trabajar en Página/12, me ganaba entonces la vida en el INDEC, dónde me encargaba de hacer un boletín, Noticias del SEN, es decir del Servicio Estadístico Nacional. El INDEC estaba entonces en el piso 12º (el más alto) del Ministerio de Economía. Nancy tenía una changa que la obligaba a ir a diario al edificio y solíamos encontrarnos en la sala de prensa. Como ella quería trabajar en un diario o revista y yo no tenía nada para ofrecerle, le propuse que me acompañara a visitar a Lanata en su despacho. Y es que había conseguido buena información sobre el misterioso Forese, que, además de represor, era un delincuente polirrubro.
“Si voy con vos y vos le ofrecés hacer una nota de investigación de Forese, teniendo en cuenta sus sentimientos hacia mí, estoy seguro de que te dará trabajo, aunque más no fuera para ‘robarte’, quitarte de mi lado. Ahora, me juego la cabeza de que después querrá acostarse con vos, pero ese es otro tema, lo primero es conseguir trabajo”, le advertí antes de salir hacia la redacción del diario, en la avenida Belgrano.
Un osote de peluche
Dicho y hecho. Lanata aceptó y Nancy hizo un muy buen trabajo. Averiguó muchas cosas, y entre ellas que Forese tenía una coartada perfecta: al momento de producirse la manifestación de la CGT y la rotura del escaparate de Modart estaba detenido en la comisaría 1ª de Avellaneda, acusado por una estafa con cheques sin fondos. Era algo muy sospechoso, ya que Forese vivía en Avellaneda que, además, era el escenario de muchas de sus fechorías. La misma fuente que me había descripto algunas de sus actividades delictivas me había dicho que era amigo, si no cómplice, de los policías de esa comisaría.
Sin embargo, la fuente me dijo que no le parecía que el de la foto fuera Forese. “Forese es grandote, si, pero no muy alto. Es muy ancho, fuerte como un toro y muchas veces usa barba candado o perita. Y el de la foto me parece bastante más joven”,comentó.
Forese había aprovechado su súbita fama para, aparte de decir que él no era el de la foto, manifestar su adhesión al teniente coronel Rico, que en enero de ese año había protagonizado la segunda sublevación carapintada.
Al mismo tiempo, me llegó la información fehaciente de que, efectivamente, el de la foto no era Forese ni ningún represor, sino un militante de la Juventud Peronista que, viendo la vidriera rota, había aprovechado para renovar su vestuario. Un mero oportunista que aun llevaba en la mano el palo de uno de los carteles.
Fui a ver a Lanata y le advertí que el de la foto no era Forese, pero a Lanata no le importó. Siempre fue un cultor de la máxima “Nunca dejes que la realidad te arruine una nota”.
Para no darle tanto crédito a Nancy, le encargó sendas gestiones de complemento a Jorge Cicuttín, hoy director de Veintitrés, y Andrea Rodríguez, una buena periodista, madre de su primera hija.
Después, escribió largo y publicó una nota de cuatro páginas del diario presentándola como una investigación suya. Al final, en letra culo de hormiga, puso el nombre de Nancy, Cicuttín y Andres como informantes.
Todo un estilo.
Y como a pesar de que le regaló un perfume francés, la fue a buscar a su casa (Nancy estaba en pareja) en su auto nuevo, la sacó a pasear y le regaló un enorme oso de peluche, ella no accedió a sus requerimientos, él tampoco accedió a los suyos: contratarla como redactora. Le propuso en cambio que siguiera trabajando exclusivamente para él, con el pretexto de que en la redacción perdería la frescura (págs. 319-320)… Si vos no aflojás, yo tampoco.
Todo un estilo.
Como era previsible, el verdadero Forese le hizo juicio.
(Continuará)