El pasado, ¿encajado y guardado?
Cuánto pasado en el idioma: YPF y Videla. El futuro no es en blanco y negro, compañeros. YPF es el futuro aunque remita su nombre a la “memoria del saqueo”, a ese tejido social roto en la escena fantasmal de pueblos perdidos. YPF no es abrir el viejo cine de pueblo abandonado, sino un modo de extraer el alimento de la industria y de la vida moderna. El petróleo está ahí, abajo. Sigue. Salud que la masa de Vélez celebra con justicia y derecho.
Mientras tanto, y mientras ocurrió uno de los mejores discursos parlamentarios (en boca de Miguel Pichetto), Ceferino Reato y Osvaldo Quiroga tuvieron su duelo en la TV por Videla. Dijo Ceferino -al pasar- que él no se deja editar por los organismos de derechos humanos. ¿Qué significa esto? Que puede asumir una conciencia libre de los mandatos narrativos de los organismos, y, hasta donde se lee, no hay nada que Reato haya escrito que contradiga el reclamo de justicia, sí, en tal caso, los énfasis de los organismos y -he aquí el meollo- su “ampliación de las culpas”. Firmenich es también Massera, dice Reato, que se obsesiona con ver guerrilleros presos. No se puede despreciar que Reato hace un libro con algo que Videla no dijo nunca (algo periodísticamente intachable): habló de la cadena de mandos, explicitó varios de los eslabones de la represión que antes no aparecían enunciados. El problema -para Quiroga- es el “trato”, la subjetividad del libro. Si le da la mano, si fue “amable”, subjetividades bastante secundarias. Si Videla está preso, y va a morir en prisión como la biología indica, ¿qué más lejos de eso tiene que ir alguien? Quiroga se indigna con la libertad de Reato que -será lo que sea- pero cumple el mandato de la justicia: hacernos más libres. Si hay justicia, si ese pasado queda enredado en su cablerío y su cima de expedientes, con sus reos tras las rejas, un rol puede ser el de seguir corriendo detrás de los pactos de silencio, de todo lo que desate la conversación vedada, porque la justicia sobre delitos de lesa humanidad tiene que ser un gran peso que se saca de encima para poner las discusiones que faltan sobre la superficie. Pero… el problema de Reato es que no sabe escapar a la trampa de las demonizaciones y viene hace tiempo corriendo detrás de la posibilidad de construir un gran relato jurídico de la guerrilla. Hace su guiño a los “dos demonios”, una estructura cuya precisión en el famoso Nunca Más paradójicamente permitió mejorar las condiciones del Juicio a las Juntas, pero se esfuerza demasiado por “compensar”, por reestablecer un “justo equilibrio”. Sin embargo, las objeciones a Reato parecen peajes cada vez más caros cobrados por quienes detentan el monopolio de la fuerza moral de los derechos humanos. Reato no entrevista a Videla en la mansión de su indulto, lo hace en una prisión donde paga sus crímenes. Y la sola idea jurídica de que Videla tenga “derecho a la defensa” puede tener proyecciones. ¿Cuáles? Que haya, por ejemplo, pedazos de población que sostengan el discurso de defensa, un soporte social de sus argumentos jurídicos. La existencia de un “defensor oficial” se asimila con la existencia histórica de “otros relatos” no necesariamente reivindicativos de la represión, pero sí capaces de dar cuenta del consenso político -por derecha a izquierda- existente desde 1975 para que en la Argentina se produzca un golpe de estado. ¿Puede Videla decir algo al respecto? ¿Cómo se “soporta” la evidencia de que hay “sectores” que reivindican el Proceso? A la vez, ¿para qué sirven las políticas de la memoria alrededor de las violaciones a los derechos humanos? De todas las respuestas se me ocurre una: la memoria sirve para hacer las vidas más livianas, para poner el pasado en el pasado, para correr hacia las desesperaciones del presente donde a esta hora, en este mismo país, existen deudas pendientes entre los vivos. Deuda que la masa de Vélez asume con justicia y derecho
Hay un pacto social, y en ese pacto uno entrega cosas. El estado democrático acepta que le pases tu mochila, tu peso, tu testimonio. Hace que le “pertenezca”. Delito de lesa humanidad se traduce para quienes no venimos del derecho en la posibilidad de que el delito le “pese” a la sociedad y lo tramite la justicia. Así, los delitos no les pertenecen a las víctimas, que no están en condiciones de perdonar. Pero esa posibilidad, un perímetro de delitos imprescriptibles, acondiciona para que cada víctima sea reivindicada por lo universal que tiene, su humanidad violada, y no impide una revisión exhaustiva sobre las responsabilidades de la época. Es simultáneo, y no es demonizador, profundizar la justicia de lo “universal” violado, e ir detrás de las particularidades. Siempre la relación entre derechos humanos y política acarrea una tensión.