El velorio radical
Obviamente, se trata de una nota por encargo.JS
ELECCIONES PORTEÑAS
Así vivió el radicalismo la dura derrota
La desolación fue la constante en el Comité Capital de la Unión Cívica Radical, que lució triste y sin luz en un día aciago. Ni Ricardo Alfonsín fue al velorio.
Por Juan Salinas / Noticias Urbanas
Gris y frío como un mausoleo en invierno, así lucía el Comité Capital de la Unión Cívica Radical como era harto previsible desde hacía mucho. Solamente TN se mantuvo firme al pie del cañón-cámara arropando a su candidata más genuina desde horas antes de que ésta bajara del sexto hasta el cuarto piso para poner la cara. Bien dicen que la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana. Ni Jesús Rodríguez ni ningún otro dirigente de primera línea del alicaído radicalismo porteño bajó junto a Silvana Giudici y su coequipier, el abogado Ricardo Gil Lavedra.
Como tardaban en hacerlo, los pocos periodistas presentes dieron cuenta de los sanguchitos, el café y unas exiguas masas secas. Una veterana recordaba a «la gloriosa lista 3» y a los caterings de antaño cuando, insólitamente, bajó la voz y le dijo a su contertulio «no sabés lo que eran los de Cavallo», lo que instauró la duda de si era una antigua militante radical o una asidua asistente a cuanto vernissage con ánimo de arrasar con canapés y tentempiés, con la moral depredadora de una manga de langostas, como describió magistralmente Isidoro Blaisten en su cuento Los tarmas.
El mismo descontrol reinaba entre el 4º y el 5º piso, donde un afiche de la blonda candidata había sido decorado con un bigotito hitleriano que la emparentaba con Micky Vainilla. Lo sorprendente no es tanto que algún infiltrado o radical radicalizado hubiera cometido el sacrilegio, sino que nadie atinara a sacar el afiche de la pared.
El cronista le preguntó a quien le dio el último medio pocillo de telgopor de café si había alguien de la juventud. El hombre, al parecer un ordenanza o posiblemente el encargado del edificio, miró para todas partes antes de decir: «No, no hay nadie. Pato e Isabela no vinieron. Deben estar todavía en alguna mesa».
En cuanto a las declaraciones públicas de los candidatos, fueron también muy previsibles excepto, quizá, el hierro –por no decir odio– que Giudici soltó. «Esto termina con el mito de la invencibilidad de Cristina», dijo, como si alguna vez alguna encuesta o algún dirigente kirchnerista de peso o un vocero oficioso, algún Carlos Kunkel, hubiera dado por triunfador a Filmus.
A falta de guarismos pero con la sospecha instalada de que los votos radicales no habían superado por mucho el sotánico piso histórico del 1,89 por ciento de los sufragios en el 2003, Giudici prefería refugiarse en su pago chico al decir que le había ido bien en su comuna (la 4ª, La Boca- Barracas-Parque Patricios). En un alto entre las cámaras de TN y las de C5N, Gil Lavedra se lamentaba de que la costumbre de cortar boleta no estuviera más extendida.
Nadie osaba decir, al menos en voz alta, cuánto perjudicará a Ricardo Alfonsín esta mala, previsible pero aún así, pésima, performance del partido. Ricardito tenía hasta el domingo, según todas las encuestas, una intención de voto del 20 por ciento o más.
Por lo pronto, el cronista abandonó el edificio de la calle Tucumán al 1600 (había un corte en el alumbrado público, lo que lo volvía más lúgubre) sin esperar que Alfonsín apareciera, ya que le pareció previsible que no lo hiciera pues hacerlo no le sumaría nada a su condición de supuesto aspirante al poder nacional.
Parece evidente que la UCR porteña, luego de tres años largos de cabildeos no tuvo un candidato medianamente atractivo para jugarse en esta patriada (los motivos por los que Rodolfo Terragno se abstuvo de participar y encima apoyó a un cadáver insepulto como Eduardo Duhalde son para el cronista un completo misterio) por lo que su objetivo original era tirar al ruedo un candidato para después negociar una alianza con los sectores afines (el Partido Socialista, el GEN, si fuera posible, Proyecto Sur) y bajarlo, para lograr así un par de diputados y algunos comuneros. Pero esta alianza, a nivel nacional, capotó. Y eso dejó en evidencia que Silvana Giudici no era una candidata con cinco o seis puntos propios como para que los socialistas o Pino Solanas considerasen atractiva una alianza local, sobre todo si sus negociadores se empecinaban en pedir cargos en las listas como si tuvieran aquellos sufragios más que garantizados.
La conducción de la UCR porteña analizó ofrecerle la candidatura a una extrapartidaria como Graciela Ocaña a fin de evitar la debacle, pero se topó con el escollo insalvable de que la ex arista y ex kirchnerista no tiene domicilio en la Ciudad.
No es la primera vez que la UCR porteña queda, como quien dice, con el culo mirando al norte. En el 2003, luego del golpe de KO recibido en diciembre de 2001, tuvo la chance de apoyar la fórmula Ibarra-Telerman y fueron solos con la fórmula Cristian Caram-Fernando Isuani y obtuvieron el ya mencionado 1,89 por ciento. Durísimo.
En el 2007, tanto los radicales como Elisa Carrió apoyaron a Telerman. Y aunque éste no llegó al balottage, los medios no hablaron de «la derrota radical». Como estaba en una alianza que salió tercera, esa derrota pasó desapercibida.
Esta vez, otra vez, la UCR aparece lapidariamente derrotada. Y esto, a pesar del invariable apoyo de Clarín hacia la candidata, una buena amiga de Héctor Magnetto. Que no caben demasiadas dudas de que, con todo, ha de haber votado a Macri.
Ése es el destino que le aguarda a la UCR porteña: ir detrás del ex ministro de Justicia Jorge Vanossi, ser furgón de cola del PRO.
En el velorio de la calle Tucumán me pareció escuchar (no conozco su cara) a Laura Serra, de La Nación, que adelantó hace unos días que el radicalismo apoyará en la segunda vuelta a Macri. Ni Giudici ni Gil Lavedra se atrevieron a proclamarlo, pero es obvio que será así, y que la reticencia a decirlo se debía a su temor de que Ricardo Alfonsín no explicitara su apoyo a Macri. Pero esos remilgos eran extemporáneos después de alianza contra natura con Francisco De Narváez, quien habló por los dos cuando al momento de formalizarla dijo que «es fundamental que Macri gane la Capital». Y así fue que Ricardito se despachó rápidamente con un «si fuera porteño votaría por Macri».
Muchos hicieron chistes malos comparando a la UCR con River. Algunos aprovecharon incluso la identidad de sus colores. Pero parece imposible que más temprano o más tarde River no regrese a la primera división e incluso a ganar un campeonato.
En cuanto a los colores, vale recordar que también son los del Grupo Clarín.