Ex BOTNIA. Si no hay acuerdo entre Uruguay y Argentina, ir a La Haya es inevitable
Digo coyuntura porque aludo a un momento de inquietud sobre sus perspectivas ante la pérdida de sus liderazgos más fuertes, Néstor Kirchner y Hugo Chávez, y al surgimiento de otro agrupamiento desequilibrante impulsado por los EEUU. Pero también a otra situación que está en el centro de la problemática que atraviesa a Uruguay y en general a todo el «proyecto» latinoamericano y son los límites del modelo productivo fuertemente inficcionado por el anterior ciclo neoliberal. Porque digámoslo: con superar el modelo financiero globalizante impulsado por el imperio no hemos hecho mas que dar el primer paso, nunca consolidado si no definimos nuevas formas productivas soberanas de acumulación.
En ese marco, no habría comprensión posible, entre los países mas radicalizados de la región, para un Uruguay inclinado a recurrir al capital trasnacional para eludir -de manera cortoplacista y neodependiente- su impronta de refugio financiero y su estirpe oligárquico-ganadera.
Frente a la magnitud de la presión internacional, potenciada por la crisis que direcciona la salida a favor de las grandes potencias, no es posible pensar en un futuro sin un acuerdo económico progresista entre Brasil y Argentina.
Si el papel decisivo, es decir los actores principales, es asumido por las burguesías de ambos países (con el peso insoslayable de la burguesía industrial paulista) y no por los Estados populares, las asimetrías actualmente existentes se mantendrán e incluso se agudizarán.
El conflicto concreto por la producción contaminante de la pastera ex Botnia ya pasó a un tribunal internacional como el de La Haya y no es posible desviarlo a otro ámbito, por más latinoamericano que sea. O se resuelve en una negociación directa entre ambos gobiernos, donde Argentina por su magnitud será la que más debe poner o va directa e inexorable camino a La Haya.