Impulsar al pueblo a la acción

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La razón principal por la cual todas las autoridades revolucionarias del mundo han logrado tan poco en el camino hacia la revolución, es que siempre han querido crear la revolución por sí mismas, por su propio poder, circunstancia que nunca deja de provocar dos graves consecuencias.

En primer lugar, se restringe fuertemente la actividad revolucionaria, pues hasta a las autoridades revolucionarias más inteligentes, más enérgicas y más sinceras les es imposible abarcar simultáneamente la inmensa cantidad de problemas e intereses que agitan a la revolución.
Toda dictadura (ya sea individual o colectiva, en la medida en que esté en manos de uno o de varios funcionarios) es necesariamente circunscripta, demasiado ciega e incapaz de alcanzar la vida del pueblo o de comprender su alcance, así como al navío de altura más grande y poderoso le es imposible medir la profundidad y extensión de océano. En segundo lugar, todo acto de una autoridad oficial, impuesta legalmente, despierta inevitablemente en las masas un sentimiento de rebeldía, una legítima contrarreacción.

¿Qué deben hacer las autoridades revolucionarias –y tratemos de tener la menor cantidad posible– para organizar y extender la revolución? Impulsar a las masas a la acción: ese debe ser su objetivo y no las autoridades mismas, por decreto revolucionario. No deben tratar de imponer al pueblo ninguna organización sino más bien tratar de que éste se dé organizaciones autónomas.
Esto puede lograrse obteniendo influencia sobre los individuos más inteligentes y avanzados, que tengan ascendiente en cada localidad, de manera que esas organizaciones coincidan con nuestros principios tanto como sea posible. En esto reside todo el secreto de nuestro triunfo.

Miguel Bakunin


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