Jorge Cepernic. Aqui vivió un argentino

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Hito insoslayable de la historia nacional y ejemplo vivo de varias generaciones argentinas, el ex gobernador de Santa Cruz y viejo luchador popular don Jorge Cepernic recibió la cálida evocación de la presidente Cristina Fernández de Kirchner y es recordado en diversos actos. Esta noche, en el primer aniversario de su fallecimiento, la Agrupación Oesterheld inaugurará un poster en su homenaje en San Telmo.

TEODORO BOOT / TÉLAM

Por fuera, don Jorge Cepernic era seco y duro como el clima de la Patagonia que lo vio nacer y a la que tanto quiso. Y por dentro, cálido y entrañable como la sencilla cocina de su estancia en la que con su incomparable cordialidad y bonhomía recibía a los jóvenes que en ese lejano 1982 acudían a él en busca de consejo, aliento y, acaso, confirmación de estar transitando la senda correcta.

Ocurre que Don Jorge seguía ahí, duro y seco, pero bien plantado, y si resultaba necesario recorrer los 300 kilómetros de infierno carretero, rompiendo elásticos, faros y parabrisas, era porque don Jorge seguía preso.

¿Qué hacía este hombre de casi 70 años confinado en una estancia patagónica, alejada de todo, excepto de una modesta y prácticamente ignota Calafate?

Acaso cumplir con el destino de los peronistas de su generación.
Como muchos argentinos, don Jorge fue peronista tal vez hasta antes de que al coronel Perón se le ocurriera que podría llegar a existir algo semejante, porque el pueblo suele adivinar a los suyos con la misma precisión con que los círculos oligárquicos distinguen a sus enemigos.

Los pueblos atesoran una curiosa memoria, a veces confusa, a veces entremezclada con tradiciones familiares y recuerdos personales.

Don Jorge seguía viendo con sus ojos de niño a los obreros patagónicos que entraban al almacén de su padre a comprar provisiones, ser luego asesinados por orden de otro coronel del ejército argentino, pero éste, puesto al servicio de terratenientes británicos y alemanes.
Y se sumó, como todos, con candidez, a “la fiesta peronista”, ignorando que esos diez años de alegre ingenuidad popular, nunca les sería perdonada. Empezó a sospecharlo, como todos, luego del más grave atentado terrorista jamás sufrido antes ni después por la sociedad argentina y que no ha tenido un Picasso que lo volviera memoria viva, y eterna acusación para los asesinos.

En ese entonces los Picasso miraban para otro lado.

Lo supo luego, con el golpe de septiembre de 1955 que abrió paso a las más asombrosas manifestaciones de odio y rencor. Y don Jorge se plantó. Se “hizo político” del modo en que se podía serlo: integró la llamada “Resistencia Peronista”, notable fenómeno de espontaneidad popular que enfrentó con firmeza y con recursos muy rudimentarios un proceso de entrega y destrucción de la estructura productiva argentina que para muchos pasaba desapercibida, encubierta bajo nombres de fantasía.

Don Jorge transitó ese camino hasta que el propio Juan Perón lo hizo su candidato a gobernador de la provincia de Santa Cruz en las elecciones que se celebraron el 11 de marzo de 1973 y en las que triunfó con amplitud.
Gobernó como sentía y como había vivido, fiel a sus ideas, lo que lo hizo enfrentarse a los terratenientes de su provincia y, para su estupor, a sectores de su propio partido: fue así que su proyecto de expropiación de la más extensa propiedad de la Patagonia, la Estancia Cóndor de la Sheep Farming Company, propiedad de la Corona británica, fue frustrado por los sectores ganaderos aliados a una “derecha peronista” que se iba haciendo fuerte al amparo de José López Rega.

Y fue justamente su enfrentamiento con el superministro el que signó el fin de su gobierno, intervenido el 7 de octubre de 1974 durante el gobierno de Isabel Martínez, viuda del general Perón.

Fuera de la orientación peronista del gobierno de don Jorge Cepernic, su enfrentamiento con López Rega fue abonado por la expropiación de un helicóptero sanitario que le negaba el Ministerio de Bienestar Social y que tan necesario era para la evacuación de enfermos en un territorio tan vasto y por entonces mal intercomunicado como la provincia de Santa Cruz.

Pero también los altos mandos del ejército, en una confesión de parte que releva de mayores pruebas, habían objetado la filmación de la película La Patagonia Rebelde, que don Jorge ayudaba decididamente a realizar, garantizando con su presencia personal la continuidad del rodaje.

Fundador junto a otros veteranos dirigentes del Partido Peronista Auténtico, fue detenido en 1976 por fuerzas del ejército y encarcelado en la prisión militar de Magdalena, donde, privado del uso de sus bienes, incluido en el acta de responsabilidad institucional, permaneció recluido cinco años, sin acusación ni proceso en su contra, para ser finalmente confinado “en arresto domiciliario” en su aislado establecimiento patagónico.

Pero don Jorge seguiría siendo un hombre de leyenda, ya que a sus 70 años burló a los guardias y escapó a caballo de su confinamiento… para presentarse en la comisaría, exigiendo ser encarcelado ahí, puesto que no era justo que su familia se viera obligada a padecer el mismo aislamiento al que lo había condenado la dictadura.

Fue a partir de entonces, particularmente tras la derrota de Malvinas, cuando los últimos autócratas militares precipitaban su huida, que la cálida cocina del establecimiento de don Jorge comenzó a ser destino de peregrinación de los jóvenes santacruceños, entre ellos, el ex presidente Néstor Kirchner y la actual mandataria, Cristina Fernández.

Siempre con una palabra de aliento y, fiel a sí mismo, sin guardarse jamás ninguna crítica, don Jorge participó de la creación del grupo Calafate y desde 1983 y a pesar de su avanzada edad, jamás dejó de hacerse presente en un acto oficial y su silla siempre estuvo ahí, en primera fila.

Este inquebrantable luchador popular se fue a los 95 años de edad, un 18 de julio de 2010, rodeado del cariño, el respecto y la admiración de sus conprovincianos, para quienes siempre fue un motivo de orgullo, y a quien hoy evocamos rogando a dios porque esta tierra siga produciendo hombres de su calibre.

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