La degradación absoluta del Psoe y el regreso del neofranquismo

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Que tremendo que en España hayan vuelto al poder los neofranquistas. Que tremendo lo que pasó con los del Psoe, que primero dejaron de ser obreros y luego dejaron de ser socialistas y hay hasta quien dice que también dejaron de ser españoles.
Mi abuelo y mi padre fueron socialistas obreros y españoles (y vascos, tambi{en eran vascos aunque no fueran abertzales), mi abuelo fue médico obstetra y presidió la Diputación Foral de Navarra hasta poco antes de que estallara la guerra, luego coronel pontonero, más tarde director de sucesivos hospitales y por fin Secretario de Seguridad Social del gobierno republicano.  Y entre nosotros fue médico en los confines patagónicos.
Mi padre no fue precisamente el Che Guevara (auque si me pasó «La guerra de guerrillas» del Che para que la leyera) y recuerdo con dolor como se arrastró al escribirle una carta a (Norte) Américo Ghioldi, a la sazón embajador de Videla en Lisboa, pidiéndole encarecidamente que moviera un dedo por Luis, preso en la U-9 de La Plata. Luis estaba en el «Pabellón de la muerte» y papá temía que lo mataran como ya habían matado a Dardo Cabo y otros compañeros (pienso ahora que si mi padre hubiera sido más importante y esa carta hubiera caído en ciertas manos, quizá lo hubieran acusado de cómplice de la dictadura). Pero cuando en 1981 viajó a Barcelona y pudimos despedirnos, me contó que a la salida de una reunión con Yañez, el mismo que se encargaba de las relaciones internacionales del Psoe, y vio con que desprecio trataban a los «históricos», rompió el carnet. Mi padre me habló pestes de Yañez y de los advenedizos de «Isidoro», como se había llamado Felipe González en la breve clandestinidad.
El Psoe se tragó la monarquía como el PCE, y después, plus ultra, se tragó la OTAN. Había hecho la campaña del 82 (en la que participé activamente desde el Diario de Barcelona) con el muy equívoco eslogan «OTAN: De entrada no». Y cuando yo decía que ese eslogan permitía que más adelante nos jodieran me decían que era claro y tajante contra la propuesta de que España entrara en  la OTAN y que yo estaba paranoico. ¡Ja! Isidoro y José Luis Guerra tardaron lo que dura un pirulí en la puerta de un colegio en cambiar de tornas. Eso sí, sometieron la entrada a la OTAN a plebiscito. Pero conmigo ya no contraron más: por suerte, ya había regresado a mis pagos natales (aunque me perdiera el «milagro» económico de los ’80).
El Psoe, la socialdemocracia, arrió casi todas sus banderas. Hasta este final tremendo en  que el Papanatas griego, después de convocarla, se metió la consulta popular en el tujes y convalidó la realidad: ahora a los gobiernos los pone Goldman Sachs.
Espero que ahora que han vuelto los neofranquistas vuelva a haber rojos, que surja algún Andreu Nin.


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