LA MUERTE DE BONADÍO y un test infalible

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Perseguidor implacable de una mujer amada por multitudes y ratificada una y otra vez por el voto popular, sustractor de las cunitas destindas a parturientas sin recursos, cobarde asesino por la espalda, pisador durante cinco años de la causa AMIA a fin de que los asesinos siguieran impunes (denunciado por el fiscal Nisman, que también la pisaba, pero quería disimularlo) en sintonía con su ex jefe Carlos Corach, Claudio Bonadío enfermó a Florencia Kirchner, persiguió a guerrilleros que lucharon contra la dictadura y fue implacable a la hora de acelerar la muerte de Héctor Timerman, lo dije siempre y no voy a aguarlo ahora: No he conocido a nadie más perverso que él y no me vengan con el Petiso Orejudo, que a su lado era naïf. Jueces como él solo los vi en la película Saló o los 120 días de Sodoma (foto), de Pier Paolo Pasolini, film estrenado en 1975 que le ganó al director el odio visceral de los fascistas y muy posiblemente le haya costado la vida. Para saber instantáneamente la catadura moral de un recién conocido resultaba infalible preguntarle a bocajarro: “Si tenés un hijo/a pequeño y tenés que dejarlo durante un día en manos de Bonadío o del Gordo Valor y/o la Garza Sosa ¿a quien se lo dejás?”. Ante la menor hesitación o conato de duda, ya sabía que me encontraba con un idiota, depravado o gorila irrecuperable. Porque un grata tiene códigos, pero un juez tan depravado váyase a saber. Cuando Bonadio esté bajo tierra o sea cenizas, el aire será más diáfano y respirable.


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6 comentarios

  1. Hoy es un dia de gran alegria. festejaremos y brindaremos la mejor noticia del año.

  2. Lamento que no haya sido juzgado para que la gente con venda aún no sea capaz de VER las MENTIRAS, los CRÍMENES de esta inmunda RATA, por suerte MUERTA, ¿por lo menos alguien habrá visto el cadáver o será necesario que en otro acting la Legrand pregunte si habrá “cabido” en el “ataúd”? Prepárense Magnetto y susodicha Matulaena, sano consejo.

  3. Se fue un corrupto. Seguramente agnóstico porque, de ser creyente, sentiría temor a Dios en cualquiera de sus dogmas confesionales. Apañó, con la colaboración de sus superiores, causas inválidas; cuadernos que sólo él vió; testimonios verbales que solamente él escuchó; sometió a la duda a la Justicia TODA con sus prevaricatos consuetudinarios y con apologías indemostrables. Fue corrupto de origen, desde el preciso momento en que fue nombrado mediante una lista escrita, de puño y letra, por Carlos Corach, su sustento incondicional, porque servía a los intereses preliminares de un neoliberalismo que se experimentó con Menem, se continuó haciéndolo con De la Rua y se terminó de perfeccionar con Macri y sus aliados radicales. ¿Cómo creer que ese grotesco juez fuese siempre “sorteado” en causas iniciadas contra el Kirchnerismo?. Hace pocos días, previo su muerte, fue beneficiario por el sorteo de una causa contra las autoridades del gobierno Kirchnerista. Paenza demostró que la probabilidad de resultar sorteado era una en 87.000. ¿Y por qué dudar de la capacidad de un Doctor en Ciencias Matemáticas como lo es, en el entero Mundo, el Doctor Adrián Paenza?.
    Fue “aguantado” por una Corte, por lo menos sospechosa, que “hizo la vista gorda” a las reiteradas denuncias elevadas contra él en el Consejo de la Magistratura.
    La Muerte absuelve.En contrario, la Memoria no. Porque para eso están los archivos de sus reiteradas visitas a canales de televisión, radios y diarios, todos ellos pertenecientes al Grupo Clarín.
    Ojalá el Gobierno de Alberto y Cristina Fernández pongan en vigencia una Ley de Medios aprobada por mayoría y derogada por el DNU suscripto por un Traidor a la Patria como Mauricio Macri.
    Murió “el Juez de la Servilleta”, apodo utilizado largos años por La Nación y Clarín. Luego el corrupto adhirió al sentimiento apátrida de esos dos y más medios de difusión. Lo hizo por Poder. Y también por dinero. ¿Alguien puede demostrar que no?.
    Bonadío – así se llamaba el canalla – era continuidad de los jueces que , allá, por los años ´50, aseguraron que Perón se llevó los lingotes de oro que atesoraba el Banco Central. Y el tipo se había ido “con lo puesto”, apenas una valijita de cuero de 0.70 x 0,33 x 0,50 metros donde era imposible cargar con 31 toneladas de oro.
    Prometo, un día, escribir un libro que llamaré “Mentiras gorilas”.

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