La Triple Frontera y una buena, sigilosa movida del Gobierno
Triple Frontera: Acaso porque perdura en mi alma un enojo íntimo con Martín Granovsky (a quien nunca le hice daño y que sin embargo se sumó a quienes me ningunean, negándome hasta el derecho a réplica) se me pasó esta buena crónica suya. Que acabo de recuperar gracias al extraordinario boletín electrónico Uthopia que hace Armando Luchina (¿cuando alguién pondrá unos pocos pesos para convertirlo primero en un blog de puta madre).
No conozco a Follonier, pero me han hablado muy bien de él. Me alegro mucho de que el Gobierno nacional comience a desmontar, aunque sea de a poco, como jugando a los palitos chinos, el insustancial tinglado de esa región de nuestra Suramérica como foco de proteico «terrorismo internacional», erigido por quienes, como hace años denunciaba Lilota, se quieren quedar con nuestros recursos naturales, particularmente con el agua dulce y pura del acuífero guaraní, cuya puerta de entrada son los esteros del Iberá (gloria a Luis D’Elía, que acudió con una cizallla, en total acuerdo con Néstor, a cortar las cadenas de una tranquera, puestas ahí por un gringo, del mismo modo en que otro gringo, ciscándose en nuestras leyes, pretende que el Lago Escondido sea su propiedad privada).
Quizá se me pasó por prejuicio. Porque la campaña yanqui-sionista para demonizar la Triple Frontera so pretexto de que viven y laboran allí muchos libaneses (gran parte de los cuales simpatiza con Jizbolá) pudo desarrollarse gracias a la mentira institucionalizada en torno a los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, mentira en la cual todos los diarios, desde Clarín a Tiempo, desde La Nación a Página 12, son cómplices, puesto que no hubo camionetas-bomba ni Irán tuvo nada que ver.
Se me pasó la nota de Granovsky en el diario que es mi primer diario todos los días, pero me llegó su repercusión a través de un enemigo declarado, el bativillano Carlos Tórtora, uno de mis difamadores más persistentes (en esta ocasión, se esmera en tratar de ensuciar a Follonier) y director de la reedición electrónica de El Difamador Público, medio (?) que se mostró muy preocupado por la movida del gobierno argentino, seguramente haciéndose eco de la CIA y el Pentágono.
Y que se mostró muy sorprendido -casi, diríamos, hasta la estupefacción- por el bajísimo perfil que el gobierno argentino le dio a esta reunión. Y es que el Gobierno (y conste que no lo critico por ello) trata de nadar y salvar la ropa. Por eso hace un par de semanas el nuevo El Guardián (semanario que me sorprendió agradablemente, aunque encontrè repulsiva la sección que escracha a los clientes de travestis) pudo poner una buena entrevista de Gabriela Pepe a Luis D’Elía con el título «La verdadera opción es Cristina o la Embajada» y seguidamente un artículo del interrogador Carlos Escudé con el título «La verdadera opción es Cristina o D’Elìa».
La alternativa es ser o no ser.