MURIÓ UN ASESINO Y TORTURADOR: Santiago Pedro Godoy, «Calculín», quien se jactaba de haber hecho de Dios en El Banco
Hace dos años, había sido condenado a 25 años de prisión, pero estaba en su casa
Murió Santiago Pedro Godoy, «Calculín», el torturador que se jactaba de oficiar de Dios en El Banco
(JJS).- Una breve esquela mortuoria publicada en un sitio de internet se refiere a la reciente muerte de Santiago Pedro Godoy, alías «Calculín», de 74 años, un oficial retirado de la Policía Federal condenado a 25 años de prisión por su protagonismo en el circuito de centros clandestinos de detención regenteado por esa fuerza, conocido como ABO (por estar integrado por el «Club Atlético», «El Banco» y «El Olimpo»), luego de que se le comprobaran 152 casos de «privación ilegal de la libertad agravada por la condición de funcionario público», mediando «violencia»,»amenazas» e «imposición de tormentos».Télam tuvo noticias fehacientes del fallecimiento de Godoy el pasado 7 de octubre, pero ninguna dependencia oficial confirmó la noticia.
Un pequeño anuncio publicado en el sitio Dateas.com por «Jorge Capozzi y familia» confirmó que «Calculín», el hombre que según testimonios de sus víctimas se jactaba en El Banco (el ccd ubicado a unos 200 metros de la Avenida Richieri y el Camino de Cintura que absorbió a parte de los prisioneros del Club Atlético, demolido por la construcción de la autopista a Ezeiza) de ser un vicario de Dios en la tierra, por poder decidir qué prisioneros seguirían vivos, y cuales serían ejecutados en fusilamientos clandestinos o falsos enfrentamientos, espichó el pasado 7 de octubre.
La suerte de los principales torturadores de la Federal fue diversa. Juan Antonio del Cerro, alías «Colores», inventor de la picana automática (a la que bautizó «Susanita») que le permitía ausentarse a almorzar mientras sus víctimas seguían recibiendo descargas intermitentes, murió impune.
En cambio Julio Héctor Simón, alías «El Turco Julián», acaso el más incontinente a la hora de jactarse de sus perversiones, permanece preso, siendo el primer condenado a perpetua.
El que mejor la hizo (morirse no puede ser considerado una buena coartada) fue Juan Carlos Falcón, alías «Kung Fu», que fue absuelto por la sencilla razón de que a la hora de torturar mantenía a sus víctimas «tabicadas», esto es, con los ojos tapados, y eso hizo que no pudieran identificarlo de manera concluyente.