NO BOMBARDEEN BUENOS AIRES. Como en Guernica, pero en plan cainita / 3. Por Oscar Balestieri
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El 16 de junio de 1955 tenía 15 años, vivía cerca de Plaza Once y cursaba el secundario en el Otto Krause, en Paseo Colón y México. La rutina era levantarme a las 7 para viajar en el subte A hasta la Plaza de Mayo, caminar por Pasedo Colón y llegar al colegio a las 8. Ese día fue lluvioso, con una niebla que fue en aumento con el paso de las horas.
Mi viejo trabajaba en Aerolíneas argentinas, como mecánico, en los talleres de mantenimiento en Ezeiza. Cumplía horarios rotativos, ese día, entró a trabajar a las seis de la mañana, hasta las 14 horas.
El había salido de casa muuy temprano (calculo que a las cuatro y media, para llegar a Ezeiza a las seis.
Antes que sonara el despertador de las siete, sonó el teléfono, atendió mi madre. E era Papá que le pidió hablar conmigo ¿¿? Con urgencia, con voz imperativa.
Medio dormido llegué al teléfono: «Hoy no vas al colegio!» fué el mensaje- «No papá, tengo matemáticas y tengo que levantar la nota. No puedo faltar».
«No vas. ¿Me ententendiste?. Después te explico. ¡Chau! Y cortó. No entendía nada, papá había sido muy contundente. Me quedé hablando con mi madre. No sabíamos que pasaba. Me quedé en casa.
Después supe que al llegar a Ezeiza, papá se encontrÓ con que la base estaba tomada por la Marina. Los reunieron a todos los trabajadores en un galpón, un oficial se mandó un discurso, con un brazalete de Cristo Vence, y los invitó a «sumarse a la revolución». No sé si alguno lo hizo, mi padre no. Los encerraron en un taller, con un marino armado en la puerta.
No se como se las ingenió papá para conseguir hablar por teléfono y darme esa orden que quizas me haya salvado la vida. O, por lo menos, evitó que pasara por la Plaza de Mayo en el momento del bombardeo.
Dos alumnos del colegio murieron sobre Paseo Colón y hubo alumnos heridos. Los que fueron ese día a clase, me contaron que cerca de las 11 horas, con el golpe ya publico, los dejaron salir del colegio, con la recomendación de «ir a casa rapidito». Que en mi caso y en el de muchos mas, era recorrer Paseo Colón hasta Plaza de mayo, tomar el subte A o el D. Con lo cual se metieron en medio del bombardeo.
Desde mi casa, en la terraza del edificio de siete pisos, en cuanto empezó el bombardeo, veíamos los aviones picar sobre la plaza y tirar las bombas, luego el ruido y la nube de humo que se levantaba. Era total la insconciencia: lo veíamos como si fuera el cine… Hasta que un Gloster Meteor ametralló el Departamento Central de Policía en Moreno y Virrey Cevallos. Los tiros de ametralladora, llegaron hasta la Plaza del Congreso, pegando en una farmacia sobre Rivadavia, a cinco cuadras de casa. Recién ahí nos dimos cuenta de que corríamos peligro, que lo que sucedía era verdadera tragedia.
De mi padre no supe nada hasta las seis de la tarde, cuando terminó el bombardeo y los aviones se rajaron al Uruguay. Recièn entonces vino a casa. salimos a recorrer el escenario de la tragedia. Fuimos al Congreso y después caminando, gasta cerca de Plaza de Mayo. Había oscurecido y empezaron los incendios. Allí mi viejo se dio cuenta que no era un clima para andar en la calle y volvimos a casa, a escuchar por la radio el discurso de Perón y los comentarios y noticias.
Tres meses después, se produjo la «revolución libertadora», luego el golpe de Aramburu desplazando a Lonardi, y muy pronto, en noviembre, lo echaron a papá de Aerolíneas, donde había trabajado desde 1946 (o sea desde la creación de FAMA, antecesora de Aerolíneas argentinas) por el delito de ser delegado Gremial.
Una etapa negra se iniciaba. Para nosotros y para nuestro pueblo.