Surfeando lágrimas: De Macarena Gelman a Luis D’Elía, pasando por besos, asesinatos y bombazos horripilantes y alguna gente buena
Me levanté con la cara de Macarena Gelman en la tapa de Página/12. «Has recorrido un largo camino, muchacha», decía una propaganda de Virginia Slims, esos cigarrillos finitos y elegantes que fuma Raúl Zaffaroni… También había pero hace rato que ya no hay unos cigarrillos negros finitos y cortitos -creo que venían 27 por paquete- como un joint, los Oxi-Bithué uruguayos. Macarena es uruguaya y no pasa día sin que se pregunte por qué. Y es que no hay una respuesta clara, apenas una hipótesis: que los represores de acá se hayan quedado con el niño entonces llamado Simón Riquelo, hijo de Sara Méndez, y que en compensación se hayan llevado a su madre Claudia García Iruretagoyena para alla en calidad de envase, como describió acertadamente Juan Gelman. Pero no es mas que una hipótesis. No hay ninguna certeza acerca de por qué los militares de la Ocoa uruguaya se llevaron a Claudia a Montevideo.
Decía que Macarena es uruguaya y sufre como nadie el hecho de que en la otra orilla no haya justicia. Es que es bien raro lo que pasa allá, que la izquierda uruguaya haya resultado tan derechita y engominada, tan conservadora. Porque la visita del presidente José Mujica a un general violador de los derechos humanos que fue operado es tan obscena e incomprensible como el beso de Carlos Menem a Isaac Rojas. O la tozuda negativa del socialista (y masón) Tabaré Vázquez a la despenalización del aborto, una antiquísima bandera socialista.
Macarena no deja de sorprenderme, y lo hace siempre para bien. Qué buena madera. Qué buena buena suerte hemos tenido lo que tanto la esperamos y desesperamos. Cuando veo su cara y veo la de mi hijo (ambos aparecieron en mi vida en la misma época) pienso que soy muy afortunado.
Macarena en la tapa de Página, la amplia foto suya en páginas interiores de Tiempo (no he mirado otros diarios) es también una metáfora de lo que ha pasado y está pasando en la Argentina. Vivimos un inesperado «bonus track», una yapa que nos regaló la vida. Que de alguna manera es paralela al estupor de los asesinos seriales de la dictadura.
Miren, por ejemplo, lo que pasa con el juicio por «Automotores Orletti», el centro clandestino de detención donde pasaron tantos uruguayos que no quieren abrazar represores, por dónde pasó Claudia, dónde fue asesinado Marcelo. Está por finalizar. No serán condenados todos los que lo merecen porque algunos ni siquiera estuvieron encausados, pero… Los represores se sentían tan impunes, tan más allá del bien y del mal que Raúl Guglielminetti (que estuvo en Orletti, y en el Atlético, el Banco y el Olimpo) después de amasijar a Julio «Rulo» Panebianco y a otros tres compañeros que sacaron del Atlético y acribillaron adentro del auto de uno de ellos muy cerca de la cancha de Huracán, se presentó con los demás verdugos en la comisaría de Parque Patricios -dónde se identificó y narró el supuesto tiroteo.
Y hablando de canas y servis asesinos: Esta semana la justicia determinó que la bomba que a mediados de 1976 los montoneros pusieron en el comedor de la SSF (23 muertos, muchos heridos) no sólo está prescripto sino que la justicia ni siquiera determinó si el coreano (como se llamaban, no sé por qué, quienes hacían la colimba en la PFA) José María Salgado (al que los esbirros de la SSF arrancaron los dientes y los ojos antes de matarlo «en un enfrentamiento») fue realmente quien puso el explosivo.
Desgraciadamente, en un diario del palo, Zippo, un periodista que de pibe fue militante de la UES escribe (y es la segunda vez que lo hace en el curso de dos meses) que entre las víctimas de aquella bomba hubo «una gran cantidad de civiles, porteros, taxistas, mozos y hasta amas de casa», lo que es un bolazo del tamaño de la catedral y que para colmo le viene como anillo al dedo a quienes quieren erigir este hecho como prueba irrefutable del caracter «terrorista» del accionar de las guerrillas.
Agregó el imaginativo periodista que «Así pudo saberse que todos ellos formaban parte del ejército de ‘orejas’ del régimen». Y no, no hubo muertos «civiles» (en realidad, los policias lo son, pero hasta Página/12 los distingue de los ciudadanos comunes, en lo que constituye una derrota semántica irrefutable) más allá, quizás, de una mujer que visitaba una amiga.
De todas maneras, lo cierto es desde finales de los ’50, comienzos de los ’60, en pleno auge del Plan Conintes que tanto presagió/preludió lo que habría de suceder década y media después, Coordinación Federal (que luego pasaría a llamarse SSF) se dotó de una estructura de agentes-confidentes del tipo que describió el periodista, llamados en la jerga policial «plumas». Pero esos plumas, claro, no solían ir a comer al comedor de la SSF y por regla general ni siquiera pisaban el lúgubre edificio de Moreno 1417, dónde tantos años trabajó como agente ese hombre cabal que es Armando Luchina, principal testigo de la llamada Masacre de Fátima (perpetrada dos meses después en represalia por aquella) y prolífico editor de Uthopia.
Ejemplo de lo mucho que las cosas han cambiando no es sólo que asesinos tan conspicuos como Carlos Gallone, alías «El Duque» hayan ido presos por estar ordalía, por esta orgía de sangre (aunque otros, como el comisario Miguel Ángel Timarchi hayan zafado, no se entiende cómo) permanece en la vereda, justo frente a la puerta, la baldosa colocada en honor a los muchos desaparecidos a los que se le perdió el rastro allí: el difunto Patrick Rice creyó al igual que creí yo que la romperían y sacarían en menos que canta un gallo y nos quedamos vigiilando en el bar de la esquina de Moreno y San José, trasegando cervezas con Susi Martínez. Pero nada, la baldosa siguió ahí y todavía sigue, ahora que hace ya siete u ocho meses que murió el bueno de Patrick… y hablando de muertos queridos, en febrero se cumplieron diez años de la muerte de José Luis D’Andrea Mohr, el capitán sin tacha, y nadie, ni siquiera yo, lo hemos recordado).
Y hablando de quijotes. Otro lo es, a mi juicio (y no crean que lo creo perfecto) Luis D’Elía, que ha sabido ¡muchas veces! bailar con la más fea (me alegro mucho de que ahora baile con la más linda, me alegró mucho el mensaje de la presidenta) y que llenó el Luna Park acompañado por buena gente ayer, 25 de marzo, cuando se conmemora el inicio de la blitzkrieg destituyente (golpista, bah) a la que él y los suyos, recibiéndose cum laude de peronistas resistentes, supieron ponerle el pecho y no dejar que el gorilaje llenara la plaza, extremo ante el cual el gobierno de Néstor hubiera caido. Porque estamos en una época que, al menos en la Argentina (y es posible que en otros países) ningún gobierno resiste una Plaza de Mayo llena exigiendo su dimisión… y eso fue, precisamente, lo que pasó aquel 19 de diciembre a la noche: la plaza se llenaba de gente que pedía el raje de Cavallo y De la Rúa y la cana brava (que, de paso, queria echar a su jefe, el comisario Santos) no se la bancó y se puso a matar.
Volviendo. Le debemos a D’Elía que el gobierno de Néstor haya sobrevivido entonces. Y este presente.
Me gustó que estuviera en el acto gente tan K como Gabriel Mariotto y Carlos Tomada. Y el mensaje de Cristina, que como Macarena,últimamente suele sorprenderme para bien.Y es que por un momento temí que sólo apoyaramos a Luis gente excéntrica como Diego Capusotto y un servidor, que no aflojamos a despecho de los sionistas que lo tienen en la lista negra por no plegarse a las acusaciones sin fundamentos contra Irán so pretexto de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA (mañana escribiré un post al respecto).
Lo de Irán es parecido a lo de Libia. A Muamar Gadafi lo acusan ahora de muchas cosas que no me consta que sean ciertas (y de las que, por cierto, no lo acusaban hace dos meses) por el único motivo de que tiene mucho petróleo. Anglosajones y franceses han lanzado una nueva cruzada con el objetivo evidente de escindir cuando menos la parte oriental del país, la más rica en petróleo, para explotarlo sin cortapisas. Como en la época en la que Juan Manuel de Rosas y Lucio Mansilla se opusieron a la libre navegación de los ríos interiores decretado por los Sarkozy, Cameron y Obama de entonces, sólo se puede estar a favor del estado libio agredido. Y no hace falta simpatizar con Gadafi. Martiniano Chilavert era unitario, y ante el escándalo del ataque a la confederación por una coalición extranjera, se ofreció a Rosas para combatirla.