U-9. La muerte de un verdugo y un texto de Luis Salinas (a) «Piraña»

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Recibo un comunicado de Justicia Ya! de La Plata. Lo transcribo a pesar de no coincidir en todos sus términos (me asombra la ligereza con que se aborda el tema Milani, pero bueno, supongo que entre los firmantes están también aquellos que creen que asar una hamburguesa en el predio que fue de la ESMA es un sacrilegio) porque me parece interesante, Y porque me da el pretexto para subir un texto proveniente de un viejo email (de 2006) de mi amado hermano Luis, que supongo de su autoría, ya que él (apodado en la cárcel «Piraña» o «Piri») estuvo largos años preso en la U-9, dónde fue el preso más castigado con su remisión a calabozos de castigo o «chanchos», y tengo entendido que también uno de los dos que denunció torturas ante los enviados de la OEA en 1979. Luis se refiere allí a la táctica empleada en la Modelo de La Plata para matar a los prisioneros, y de la rabia de no poder hacerlo con todos, que los llevó a matar a las madres y hermanas de unos cuantos (pienso en Manzanita Elizalde, en el Canca Gullo, en Anguita). 

JUSTICIA YA LA PLATA
Comunicado de prensa:
          Días pasados se conoció la información de la muerte de Luis Favole. Favole condenado a 13 años de prisión, sentencia que le fue dictada por el TOF Nº 1 en el juicio a integrantes de la U 9 por su actuación durante el genocidio llevado a cabo por la dictadura cívico-militar que se instauró en nuestro país a partir del golpe del 24/3/1976.
          Este juicio que tuvo como particularidad el ser el primero en donde se juzgó la participación de médicos en las torturas, cometidas en este caso a los compañeros que pasaron por dicha unidad penitenciaria.
          La sentencia dice en su parte resolutoria: «Condenar a LUIS DOMINGO FAVOLE, de las demás condiciones obrantes en autos, como:
a. Autor del delito de infracción de deber en comisión por omisión de tormento agravado por resultar la muerte de la víctima en perjuicio de ALBERTO PINTO (art. 144 ter, primer y tercer párrafo CP, según ley 14.616); Imponiéndole por mayoría LA PENA DE TRECE (13) AÑOS DE PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA Y PERPETUA, CON ACCESORIAS LEGALES Y COSTAS.
          En momentos complejos en donde por un lado y gracias a la lucha llevada a cabo desde muchos sectores populares,  por organismos de DDHH, sobrevivientes, testigos que a pesar de amenazas e incluso asesinatos y desapariciones como las que sufrieran Silvia Suppo y Jorge Julio López,  siguen sosteniendo los juicios gracias a los cuales este genocida murió en la cárcel,  pero por el otro lado miles de represores continúan en libertad, sin ser enjuiciados, beneficiados por juicios a cuentagotas, prisiones domiciliarias o excarcelaciones y con las mayorías de las causas fragmentadas, mientras que  desde el gobierno se anuncia el fin de los juicios, se comienza a hablar de reconciliación y se nombra como máximo responsable de las FFAA a un genocida como Milani, debemos exigir una vez más a  los colegios profesionales que suspendan la matrícula  de todos aquellos médicos que han participado del genocidio dictatorial y sancionar ejemplarmente a aquellos «colegas» que intentan confundir al conjunto de la sociedad pretendiendo desconocer los crímenes cometidos, aún a los  que como en el caso de Favole fueran probados sobradamente en un juicio.
          Entre los estudios e investigaciones que se han efectuado sobre la participación de médicos en la tortura durante el Terrorismo de Estado en la Argentina se puede mencionar muy especialmente la realizada por el Servicio de Psiquiatría del Hospital de Toronto bajo la dirección del Dr. Federico Allodi. En las conclusiones de dicho trabajo se señala «los médicos que colaboran con la tortura le ofrecen a los bárbaros ejecutantes una pátina de respetabilidad ayudando a sus programas de terror e incluso los protegen de homicidios o bien encubren los mismos llegando al extremo de desarrollar líneas de experimentación sobre las víctimas».
          Desde Justicia Ya  La Plata  reiteramos la necesidad de llevar a juicio y castigar a todos y cada uno de los responsables del genocidio, a casi 38 años también seguimos reclamando a todos los estamentos de la sociedad que denuncien, lleven a tribunales éticos y expulsen de sus filas a quienes participaron del terrorismo de estado. 
          Queremos recordar que en la Unidad 9 fueron asesinados los compañeros: Dardo Cabo, Roberto Pirles, Angel Georgiadis, Horacio Rapaport, Gonzalo Carranza, Guillermo Segalli, Juan Pettigiani, Miguel Dominguez, Rafael La Sala , Alberto Pinto, Marcos Ibañez, Juan Deghi,
          Así mismo fueron desaparecidos los siguientes familiares de compañeros que estuvieron en esa cárcel: Ramona Esther Gastiazoro de Brontes, Olga Lutiral, Nora Suarez, Omar Suarez, Delia Aviles de Elizalde Leal, Sofía Elizalde, Felipe Elizalde, Cristina Constantini, Matilde Vara, Sofía Ester Galansky «Sonia», Pedro Alcides García, María Luz Martínez, Alberto Braicovich, Santiago Villanueva, Diana Conde, María Angela Elena Gassman
JUICIO Y CASTIGO A TODOS LOS GENOCIDAS, JUSTICIA POR TODOS LOS COMPAÑEROS
Integran Justicia Ya en La Plata :  Asociación de Ex –Detenidos Desaparecidos (AEDD); Asociación de Profesionales en Lucha (APEL); Centro por los Derechos Humanos Hermanos Zaragoza; Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH); Colectivo de Abogados La Ciega; HIJOS La Plata; Unión por los Derechos Humanos, La Plata
Contactos de prensa:
 Carlos Zaidman 221 155731407
De la rabia que les dio no poder matarnos, asesinaron a nuestras madres y hermanas

Los hechos: cuando en 1976 los militares tomaron el gobierno, se encontraron con varios miles de presos políticos en las cárceles legales. Los tenían en sus manos, pero de modo públicamente conocido, con registro legal comprobable de la identidad, paradero y situación de cada uno, y causa abierta en la Justicia Federal o decreto del Poder Ejecutivo nominado para cada individuo.

No podían «solucionar este problema» aplicando el método que habían decidido utilizar de modo generalizado: hacer desaparecer a la persona negando la existencia del hecho. Eran muchos miles, su desaparición masiva hubiera sido inocultable e impresentable ante el mundo, ni aún en sus primeros tiempos estaban en condiciones de afrontar semejante costo político.

Entonces diseñaron otra estrategia. Organismos de inteligencia militar, con la colaboración de penitenciarios, clasificaron a los presos en tres categorías: recuperables (muy pocos), difícilmente recuperables (la gran mayoría) e irrecuperables (los señalados como dirigentes). En consecuencia, de marzo a diciembre del 76 se hicieron traslados masivos redistribuyendo en las cárceles de hombres y mujeres de todo el país a los presos políticos según esta estrategia.

La Unidad 9 de La Plata, con este propósito, fue casi vaciada de los presos llamados «comunes» salvo los pocos que permanecieron para hacerlos trabajar en la cocina y tareas de mantenimiento. Hay que recordar a estos hombres que corriendo riesgos ayudaron a los presos políticos a romper el aislamiento con las comunicaciones internas y las noticias. Este penal se convirtió en uno de los principales centros del movimiento de los prisioneros legales, y sus autoridades reemplazadas por penitenciarios adoctrinados para la aplicación de un plan sistemático de destrucción psíquica y física, tarea a la que algunos se dedicaron con más vocación aún que la ordenada por los militares.

El 13 de diciembre del 76 el director Abel Dupuy ordenó una violenta requisa con apaleamiento general de la numerosa población de presos políticos y robo de las pertenencias: todos los libros fueron quemados en una hoguera frente a la cárcel. Fue entonces que tomaron protagonismo algunos de los oficiales que estarían más comprometidos en los abusos cometidos: Rivaneira, Fernández, Perata, García, Guerrero…

En enero de 1977 separaron a los considerados «irrecuperables» alojándolos en los pabellones uno y dos de este penal, que los mismos oficiales llamaban «Pabellones de la Muerte».

En los días siguientes ejecutaron los primeros fusilamientos, que despertaron un clamor de denuncias y reclamos internacionales, quedando ese grupo de condenados de hecho en la mira de todos los organismos de derechos humanos, costo político insoportable para el gobierno de las fuerzas armadas.

Mantuvieron entonces el plan latente, matando algunos más de a poco y con distintos pretextos, y accionaron secuestrando y asesinando a muchos familiares de los que habían sido encarcelados en su lucha por una Argentina más justa y aún en las peores condiciones mantuvieron la firmeza y los principios.

La solidaridad de los familiares fue el principal apoyo para la vida y la dignidad de los presos políticos. Sus denuncias sobre el peligro inminente de exterminio en los Pabellones de la Muerte y el trato brutal generalizado llegaban a instituciones, foros, gobiernos y prensa internacional, y golpeaban en el punto más débil del gobierno militar, obligándolo a limitar o postergar sus acciones.

Pero en la Argentina del Terrorismo de Estado las madres y hermanas eran presas fáciles. Se llevaron a tantas que no aparecieron más… y negaron cínicamente estos haberlo hecho. Los jueces federales miraban para otro lado.

Treinta años después la situación se ha invertido, aquellos generales y almirantes otrora todopoderosos están repudiados por la sociedad, muchos condenados por sus crímenes y sus colaboradores subordinados, procesados o investigados, mientras los ex-prisioneros sobrevivientes han desarrollado su vida positivamente, ocupando muchos de ellos lugares de gran reconocimiento social. No ha habido ni una sola venganza personal. El Día y la Noche.

Pero 2006 no es el fin de la Historia, y recordar el pasado en esta cárcel debe alertar sobre estos ámbitos que siguen siendo propicios para la violación de los Derechos Humanos. Debemos apoyar los esfuerzos de quienes trabajan para que las instituciones penitenciarias cumplan el rol que la Constitución les asigna, y desterrar definitivamente las prácticas que hoy repudiamos.


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