Acerca de la salida de Martín García de Télam
La mierda volcada a raudales, baldes y bañaderas una y otra vez sobre Martín García y sus principales colaboradores, particularmente Juan Manuel «Coco» Fonrouge, resulta evidente, procedía de la propia agencia Télam.
Un ejemplo insuperable es esta nota, publicada en octubre pasado en Perfil.
Prácticamente todo lo que se afirma en ella es falso.
Lo principal, que desde el desgraciado cortocircuito (a propósito del «Néstornauta») con quien fuera su gerente de periodismo, Gabriel Fernández, y el despido de éste, ni García ni Fonrouge controlaron la redacción, desde dónde se sabotearon sistemáticamente sus iniciativas, incluso algunas las que provenían de instancias superiores, como el ex secretario de Medios y actual jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.
Esta debilidad, calculo, debe haber sido el principal motivo de su relevo por la Presidenta.
Es evidente, repito, que la «información» de la nota de marras y de otras muchas calumniosas salió desde adentro de la agencia. En el caso que nos ocupa «filtrada» a un joven periodista ultragorila, macarthysta y de vocación policial (véase su acusación de que Fonrouge habría sido anarquista en la adolescencia, como si eso fuera un delito) que al parecer no sabe siquiera como se escribe correctamente el apellido (Fonrouge aparece con tres grafías) y considera a La Cámpora una emanación del infierno.
Martín García mejoró mucho el perfil de la agencia, particularmente en el interior del país, y contribuyó en cuerpo y alma al gran triunfo electoral de Cristina. Y tanto él como Fonrouge jamás persiguieron a nadie, y dieron sobradas muestras de la buena leche y alegría con la que encararon su «periodismo militante».
Quienes se dedicaron sistemáticamente a calumniarlos desde adentro acaso alguna vez hayan sido militantes de algo pero hace muchísimo que sólo son obsecuentes, y se dicen ahora kirchneristas como antes se proclamaban menemistas y duhaldistas. No han hecho nada para deshacer evidentes acuerdos bajo la mesa en beneficio del gobierno porteño y, como se la pasan manipulando heces, cultivan la filosofía de «No hagan olas» y musitan como un mantra que «nunca se tienen problemas por lo que no se publica, sino por lo que se publica».
Quienes nos consideramos al mismo tiempo profesionales y discípulos del gran Rodolfo Walsh, estamos comprometidos a dar testimonio en las buenas y en las malas.
Nobleza obliga.