Derecha paraguaya rechaza el ingreso a Unasur
El Congreso paraguayo acaba de postergar por tiempo indefinido el ingreso del país a la UNASUR. También resiste dar acuerdo para que Venezuela sea miembro pleno del Mercosur. Ambas cosas, por presión de los Estados Unidos, empeñado en torpedear la integración regional desde el fracaso del ALCA.
Se posterga por tiempo indefinido ingreso de Paraguay a Unasur
4 de Agosto de 2010 21:25
El Senado no debe ratificar la creación de la Unasur
Si bien el mencionado tratado fue suscrito en Brasilia en mayo de 2008, el plan original fue trazado durante una cumbre realizada en el año 2000, a instancias del gobierno del ex presidente Fernando Henrique Cardoso. En primer lugar, la idea de unificar políticamente a Sudamérica, a base de estrictas consideraciones de índole geográfica, no parece responder más que a una estrategia brasileña destinada a consolidar su «liderazgo» regional, y contar con el respaldo suficiente para obtener interlocución propia con otros países o bloques de países.
En su momento, el Gobierno de México había lamentado que el Brasil impidiese su adhesión al proceso fundacional. Esa expresión de contrariedad ponía en evidencia el afán hegemónico brasileño en torno a toda la cuestión. Sin lugar a dudas, Brasilia no tenía la más mínima intención de compartir liderazgo en un bloque de países del que ella se cree única y exclusiva vocera por derecho propio.
Además de esta subrepticia intencionalidad original de la Unasur, el proyecto mismo se fue distorsionando con el transcurso del tiempo. Una vez que varios de los presidentes de Sudamérica fueron de coincidente convicción ideológica, concibieron dicha Unión como una suerte de espacio político propio, en el que las decisiones pudieran adoptarse a base de esa afinidad doctrinal, sin interferencia de naciones «ajenas» a sus creencias. De allí la remanida sentencia de que se trataba de establecer una suerte de Organización de los Estados Americanos (OEA) «sin» Estados Unidos, Canadá y México.
La reciente crisis registrada entre Venezuela y Colombia ha puesto de relieve este propósito oculto. Inmediatamente se desvinculó a la OEA de cualquier tipo de gestión mediadora o de buenos oficios, advirtiéndose que la Unasur y su secretario general, Néstor Kirchner, habrían de apaciguar la tormenta. Se convocó así a una reunión extraordinaria de cancilleres en Quito, Ecuador.
Sin embargo, desde un principio quedó claro que se trataba de una trampa. La mismísima Cancillería ecuatoriana, sede del encuentro, fue cubierta de afiches y caricaturas irrespetuosas contra el presidente colombiano Alvaro Uribe; solo la mitad de los ministros asistieron a la reunión y, encima, el mismo secretario general Kirchner tuvo el atrevimiento de dejar plantados a sus propios mandantes: no asistió. Es evidente que todo fue montado muy cuidadosamente para beneficiar al autócrata Hugo Chávez a expensas del Gobierno de Bogotá.
El sesgo ideológico de la Unasur es, pues, insoslayable. Los métodos con los que opera son igualmente demostrativos de su falta de seriedad. El secretario general, por ejemplo, quien es obligado por el mismo tratado constitutivo a ejercer sus funciones con «dedicación exclusiva», se burla abiertamente de esa prescripción, ya que es diputado en la Argentina, presidente de un partido político y virtual candidato presidencial para las elecciones del año próximo.
Siendo todo esto así, ¿qué garantías de imparcialidad tiene el Paraguay de parte de un organismo que, aun antes de su plena y formal existencia, da muestras de tanta irresponsabilidad y adhesión ideológica con una cuestionable corriente política de la región? ¿Cómo sabremos los ciudadanos que nuestros intereses serán allí abordados con objetividad, respeto por la diversidad y seguridades de compromiso con la paz y la seguridad de la región?
La belicosidad del gorila Hugo Chávez, quien no teme amenazar con la guerra a un país hermano del suyo como es Colombia, demuestra a las claras la fragilidad del «proyecto integrador» que pretende impulsarse. No es cierto –y ello ha quedado probado en Quito– que la Unasur pueda servir para contener los «excesos» retóricos y beligerantes del mandatario venezolano; muy por el contrario, su existencia se pretende asegurar con el solo propósito de justificarlos. Surge entonces la amenaza de vernos todos arrastrados por él a aventuras impredecibles, de cuyas consecuencias mucho habremos de lamentarnos en el futuro.
Por todas estas razones, ni en su esencia la Unasur es compatible con la defensa y la promoción de los altos intereses del Paraguay ni este es el momento oportuno para avanzar en la construcción de un espacio político que, hoy por hoy, representa más incertidumbres que certezas. Antes que impulsar la creación y superposición innecesaria de inservibles organismos regionales, nuestro país debe más bien comprometerse con la profundización del Mercosur, donde aún existen innumerables tareas convenientes para el Paraguay que afrontar de cara a la integración de las economías de sus Estados Partes.
che ha’e Gustavo