El lugar dónde Walsh cayó herido de muerte y otras encrucijadas cercanas

Las declaraciones de Miguel Ángel Lauletta anteayer en el juicio de la Esma (ver acá) permitieron establecer dónde, exactamente, fue abatido Rodolfo Walsh por una patota del GT3.2 de la Esma.

Lauletta, apodado por otros sobrevientes «Caín» relató como compró su vida y la de su esposa (y por lo tanto, también de su hijo pequeño) practicando el 5 x 1: entregó a cinco de sus compañeros, cuatro de los cuales fueron a integrar la categoría «desaparecidos». También narró (escribo de memoria, sin releer la crónica de Alejandra Dandán) que vio desde unos tres metros como disparaban sobre Walsh, que cayó sobre la avenida San Juan casi esquina Combate de los Pozos, es decir a una cuadra de Entre Ríos, donde hay un Banco de la Provincia sobre cuyos muros está fijada una placa recordatoria.

En esa esquina de los confines orientales de San Cristóbal hay un café llamado «El Biógrafo» al cual suelen concurrir y hacer citas periodistas de Página/12, porque aunque la redacción está a unas cuadras de allí, sobre Plaza Garay, hacia Constitución, no tiene cerca cafés con alguna pretensión (si el dueño del Biógrafo se apiolara, podría hacer un café temático, exposición permanente de las muchas hermosas fotografías de Walsh y de sus libros).

Había olvidado que San Juan, en los ’70 tenía dos manos. Cuenta Lauletta que los coches de la patota (entre cuyos miembros iba él) subieron por la mano derecha de San Juan desde Entre Ríos. Y eso me recuerda que fue allí mismo dónde comenzó a perder El Gordo Miguel (Diego Mester creo que se llamaba, pero no lo encuentro en el Google, así que capaz que estaba equivocado) de quien guardo un recuerdo fotógrafico: estaba el día del Rodrigazo, temprano en la Plaza, trepado a un farol y arengando a la gente que venía llegando para que pidiera «la cabeza de (Celestino) Rodrigo y López Rega».

En el relato que se ha ido forjando en mi cabeza ha quedado como «Miguel», hijo de un ejecutivo, antiguo estudiante de medicina, militante de la JUP, responsable de La Boca por la orga cuando yo ya me había ido, tenía que levantar a unos compañeros en esa misma cuadra (o en la siguiente, la que va de Combate de los Pozos a Sarandí, donde estaba el bar -hoy restorán- Miramar, al que me han dicho solía ir Esteban/Walsh, acaso, como yo, a disfrutar de un vermut con ingredientes incluyendo caracoles a la Bordalesa) pero estos compañeros, dándose cuenta de que la zona estaba infestada de botones y que al auto que manejaba El Gordo lo seguía uno de los ratis, le hicieron seña para que siguiera sin detenerse. La cosa es que el gordo pisó el acelerador y salió arando, perseguido por lo que parecìan polís de «coordina». Dicen que incluso les tiró por la ventanilla una granada que no explotó y que llegó a pelar su fierro e incluso, aunque no está claro, a disparar. La cosa es que, supongo que al llegar a Urquiza, se estrelló contra un colectivo de la línea 41. Y, según el relato que me fui armando, sus perseguidores se le acercaron y lo remataron.

¿Fue así?  A veces no puede uno confiar en su memoria (como hace JP Feinmann, que a cada rato mete la pata) Fíjense lo que me paso recientemente: Hace años que paso casi todos los días por la esquina de San Juan y Bernardo de Irigoyen, dónde está el colegio Esteban Echeverría y la Universidad Abierta Interamericana (UIA). Y me quedé muy sorprendido cuando una compañera me recordó que el conjunto está formado por tres edificios, que el más nuevo es el que da a Irigoyen y la Nueve de Julio, y que el del medio… era la sede de la JTP (Juventud Trabajadora Peronista).

 
Se había borrado de mi mente. Por completo. A diferencia del local central de la JP de la calle Chile al 1400  al que iba muy a menudo porque quedaba a poco más de una cuadra de la Unidad Básica en la que militaba durante aquella epifanía de 1972 que duró hasta mediados de 1973 cuando se produjo lo de Ezeiza, solo había ido una vez al de la JTP.

Acabo ahora de encontrar una nota del diario Noticias que dio cuenta de un ataque a ambos locales con disparos de armas de fuego y una granada (seguramente lanzada desde un «trombón» desde un Fal: así fue como una Triple a de inocultable prosapia había atentado o habría de atentar contra nuestra UB, llamada «La Patria Grande» ante la mirada de los pibes que la custodianban, que huyeron por los techos) contra la JTP, allá por agosto de 1974, poco después de la muerte de Peron. Miro la foto y reconozco el edificio la UAI: se conserva prácticamente igual.

Si dónde estaba la JTP está ahora la UAI y el colegio Echeverría, de la organización Vandeduc (a la que hace unos años se le atribuían lazos con la secta Moon) una suerte aún más paradójica le ha tocado al aludido local central de la JP Regional 1 de la calle Chile, que en los hechos fungía tambiñen como local de Montoneros (fue a sus ventanas donde se asomaron juntos Roberto Quieto y Mario Firmenich cuando éste fue liberado por el jefe de la PFA, el general Miguel Ángel Iñiguez, si mal no recuerdo). Ahora es la sede de la Fundación Hastinapura. Quiere decir que ese local (en el que después de la amarga decepción de Ezeiza alguién colgó un cartel que decía La JP se trasladó a Madrid a preparar la campaña «Luche y vuelve») pasó de Montoneros… a los Hare Krishna. ¿No les parece un chiste?

Por suerte nació el kirchnerismo, dónde estamos a nuestras anchas y nos mezclamos con gente más jóven que mira naturalmente hacia el futuro. Lo que nos permite equilibrar y balancear estas cargas.

PS: Si alguién tiene más recuerdos o fotos de «El Gordo Miguel», los agradeceré.

 
     

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