El ocaso de la OTAN

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La 25º cumbre de la OTAN fue incapaz de responder a la pregunta que obsesiona tanto a la Organización desde que ocurrió el colapso de la URSS: ¿En qué puede ser útil para sus miembros a excepción del Reino Unido y os EE.UU? No hubo tampoco ningún cuestionamiento acerca de la masacre de 160 mil o sobre la cancelación del ataque programado desde hace tiempo contra Siria. Los Jefes de Estado de los países miembros vasallos escucharon en Chicago la orden de financiar el complejo militar-industrial de los EE.UU.


La OTAN se vanagloria de su ocaso

Desde Damasco, por Thierry Meyssan / Red Voltaire / Loboalpha

La Cumbre de la OTAN en Chicago (20 al 21 de mayo 2012) no sólo reunió a los Jefes de Estado [o de gobierno] de los 28 Estados miembros, sino que también recibió a las delegaciones de otros 32 países no miembros. Y en ese sentido, la Organización militar occidental liderada por los EE.UU. manifestó ingenuamente sus ambiciones globales en el mundo de hoy.

Oficialmente se tenía que responder a tres preguntas cruciales:

– ¿Cómo controlar Asia Central?
– ¿Cómo ser más eficiente con un presupuesto limitado o reducido por la crisis financiera?
– ¿Cómo desplegar un sistema de ataque de misiles contra Rusia y China?

Se eligió la ciudad de Chicago para celebrar la cumbre de la OTAN porque es la ciudad de donde viene el presidente Barack Obama y también porque ahora la ciudad es administrada por el «halcón» Rahm Emanuel, oficial del ejército israelí y antiguo consejero personal de Obama.

Un Comité organizador fue formado por el Grupo de Bilderberg [1] en torno al presidente del NDI / NED [2] Madeleine Albright y del Sr. John H. Bryan, director ejecutivo del banco Goldman Sachs.

En la calle, afuera del centro de conferencias, no faltaban los grupos militantes [pacifistas] que protestaban contra la reunión de la Alianza Atlántica [3]. Esta «turbulencia social» de los ciudadanos de Chicago causó problemas de orden a la municipalidad y empañaron el aspecto «inocente» de la cumbre. Sin embargo, la OTAN utilizó los desordenes para tener ocupada a la prensa comercial, que focalizó así su punto de vista sobre los excesos de la policía apaleando a los manifestantes [4] para finalmente no informar nada respecto a los «trapos sucios» que se negociaban en secreto entre los Jefes de Estado, quiénes pudieron finalizar tranquilamente sus maquiavélicos planes sin que nadie los moleste.

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