El populismo llegó al Vaticano

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Una brillante operación política

Por DIEGO FERNÁNDEZ 

La larga entrevista inagural del Papado entre Jorge Bergoglio y Cristina ha sido una de las más brillantes operaciones políticas de los últimos tiempos. Quizá incluso superior a la implementación de la AUH, la ley de medios y la nacionalización de las AFJP luego de la derrota electoral de 2009. Toda la derecha: Solanas, Binner, Carrió, la UCR, el PO, la Donda, Macri, Clarín, La Nación, De la Sota  y los represores enjuiciados, habían encontrado finalmente la piedra de toque que cambiaría definitivamente el curso de las cosas iniciado en el 2003. Una campaña de márketing comunicacional político, religioso, cultural, ideológico, desplegada masivamente, destinada a ocultar la crisis que vive la iglesia sumida en la debacle europea como agente del capital financiero, terrateniente y de los más diversos negocios, con un capítulo particular desarrollado por los medios y la derecha vernácula en Argentina, fue magistralmente revertida por esa movida rápidamente articulada por Cristina y su entorno inmediato.

Era lo que había que hacer, en un contexto en que si se titubeaba un solo día, la derecha asfixiada políticamente parasitaría una situación que la colocaba al toque en un lugar de correlación de fuerzas sociales jamás soñado para sus propios actores. Principalmente había que desplazar al pragmatismo y la derecha peronista que son los más peligrosos para promover cambios de timón en la dirección del gobierno. Pero hubo reflejos: Maduro y Rousseff reaccionaron incluso más rápidamente que Cristina.

Revertir en beneficio del proceso político popular una iniciativa que estaba servida para que la reacción se montara sobre la misma en detrimento del gobierno, es actuar según las reglas de la política pura en función del interés popular y no desde un purismo ideologicista sin otro compromiso concreto que el de la comodidad de conciencia.

La movida del Vaticano apunta en primer lugar a reflotar a la iglesia del hundimiento junto a Europa en la crisis estructural del capitalismo. Lejos, está, como principal objetivo, lo que planteó D'Elía, que viene a desmontar la unidad latinoamericana. Ahí es donde vienen a apoyarse, contrariamente. Vienen a recomponer legitimidad recomponiendo negocios desde la periferia y montándose sobre los procesos políticos y sociales que desarrollan los pueblos y gobiernos latinoamericanos, donde poseen la mayor cantidad de fieles.

¿A quién se le ocurriría que la iglesia, sumida en la crisis en que está, va a venir encima a ponerse el pueblo de Venezuela, el de Brasil, el de Argentina, el de Bolivia, el de Ecuador, en contra?

La estrategia de Bergoglio es más inteligente y tiene experiencia acumulada en la que apoyarse. Después de bombardear al pueblo peronista en junio del '55, la iglesia se puso al frente del movimiento de masas, con estrategias diversas. La de los jesuitas fue una de las más dinámicas. Del colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, orientada por los jesuitas, salieron cuadros políticos que protagonizaron el auge de masas de los 60 y 70. De la estrategia de los Colegios Mayores, y el Ateneo, otro tanto. La Acción Católica, la Juventud Estudiantil Católica (JEC), la Juventud Obrera Católica (JOC), el Integralismo y la misma UCA en diversas sedes, Santa Fe y Cordoba, particularmente, formaron militantes que nutrieron las filas de organizaciones populares diversas

Todo esto, en un marco de replanteo de una estrategia fallida centrada en el antiperonismo, que lo alejaba del objeto histórico de la iglesia como son los sectores populares y en el ascenso a la vez de las luchas obreras, los movimientos de liberación y la rebelión juvenil de los 60, que estaba dejando a la iglesia mirándola pasar. Muchas organizaciones políticas populares revolucionarias terminaron colonizadas y reguladas en sus prácticas y políticas por el pensamiento religioso cristiano.
Vienen, entonces, a cooptar la dirección de los procesos populares y disputar su sentido transformador de fondo. Esa fue la estrategia cuando se convencieron de que el peronismo era algo más que un fenómeno político social,que era una identidad cultural que ponía en crisis la dominación religiosa.

Claro que la iglesia no controla totalmente las dinámicas que desat, por lo que les puede terminar saliendo tanto pato como gallareta. Si no es pato, tendremos que estar preparados para resistir los bombardeos. Pero mientras tanto, tácticamente podemos funcionar como aliados. Estratégicamente nos vamos a enfrentar siempre.

Así, podríamos decir que el populismo llegó al Vaticano. Un cura carismático, del tercer mundo, que arregla con el poder pero desde la referencia de los pobres y los humildes. Que accede al poder desde las reglas del poder pero se legitima en la relación con las bases. Y que viene a resolver los problemas del poder con el apoyo de los desplazados por el poder.

En los 80, después de haber sido cómplices de todas las dictaduras del cono sur, la iglesia montó la estrategia de Comunión y Liberación (Comunione y Liberazione). Karol Wojtyla a la cabeza. Con Lech Walesa en Polonia, Rocco Buttiglione en Italia. Tiempos de darle el golpe final al socialismo real. Fornari, Ubaldini y Alderete en Argentina. Methol Ferré en Uruguay. Una política parecida a la del Opus Dei, pero mientras "la obra" se planteaba sólo copar las estructuras jerárquicas de gobierno, instituciones sociales, militares, económicas, culturales, educativas, etc., Comunión y Liberación sumaba a la política de cuadros y negocios del Opus, una política de masas: se puso a captar jóvenes desde la sanata de "la liberación", etc.

Si se fijan, en la foto de la plaza San Pedro, cuando Bergoglio el domingo celebró la primera misa, aparecieron sorpresivamente a izquierda y derecha en el entorno de la plaza dos carteles enormes dando marco a la concentración de gente. Decían "Comunione y Liberazione".


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