Estados Unidos apoyó a la Triple A y a los militares golpistas desde que Perón asumió la presidencia
La Triple A debutó expresamente (firmando su acción) con el atentado parcialmente fallido contra el senador Hipólito Solari Yrigoyen, a fines de 1973, poco después de que Henry Kissinger hubiera asumido como secretario de Estado, como premio a su participación en el exitoso golpe en Chile. Para entonces (ocho meses antes de la muerte de Perón ) EEUU ya había decidido apoyar al futuro golpe militar y respaldaba decididamente, a través de su embajador Robert Hill y so pretexto de la lucha contra drogas todavía muy poco difundidas (y en cuya difusión estaban comprometidos, precisamente, Lopecito y el jefe de la PFA, comisario Alberto Villar, ambos pilares de la Triple A y Villar, amigo personal del dictador boliviano Hugo Banzer) el exterminio. Apoyo que solo se cortaría cuando James Carter accediera a la presidencia.
Robert Hill jura como embajador en Argentina en presencia de su mentor, Henry Kissinger |
Rusia Today
WikiLeaks: «EE.UU apoyó a la dictadura militar argentina ya antes de morir Perón»
Documentos secretos filtrados por WikiLeaks revelan los vínculos entre EE.UU. y las Fuerzas Armadas de Argentina ocho meses antes de la muerte de Perón, preparando una eventual sucesión de presidente argentino. Ocho meses antes es a principios de noviembre de 1973m es decir, apenas Perón había sido jurado como presidente. Según los cables secretos divulgados, Washington apoyó firmemente la dictadura militar que se instauró en 1976 en Argentina, a la que consideraba la mejor opción ante «el clima de incertidumbre que amenaza a sus intereses en el país».
Henry Kissinger, nombrado jefe del Servicio Exterior estadounidense apenas dos meses antes, encargó la elaboración de un «documento de contingencia» para que circulase entre las distintas agencias de EE.UU. en el que enfatizaba que «cualquier intervención en casi cualquier aspecto de la política interior de Argentina requiere que Estados Unidos actúe con la mayor discreción y sensibilidad», remarcando, asimismo, la importancia de no quedar «identificado con las actividades represivas para suprimir la subversión».
Ante la muerte de Perón, el escenario más probable, según el Departamento de Estado, era que su viuda, María Estela Martínez, conocida popularmente como Isabel Perón, lo sucediera, y se trataba de una persona a quien, según los documentos filtrados, el Departamento de Estado de EE.UU preveía que le fuera muy difícil controlar «las fuerzas centrífugas» que su esposo manejaba, siendo posible «una escalada de la violencia».
Frente a este hipotético escenario, siempre según los documentos filtrados, EE.UU. suponía que los militares «ganarían influencia detrás de la escena» y «podrían realizar arrestos preventivos para evitar problemas».
El 21 de febrero de 1976, un cable firmado por el entonces embajador estadounidense en Argentina, Robert Hill, informó de un encuentro con el titular de la Fuerza Aérea, Orlando Agosti, en el que preguntado por la postura de su país sobre la situación argentina, respondió que Estados Unidos compartía la línea planteada por Jorge Rafael Videla acerca de que «sólo la intervención militar podría manejar los problemas del país».
El 24 de marzo de 1976, un golpe de Estado deponía a Isabel Perón de su cargo de presidenta de la nación argentina, instaurándose la dictadura militar de Videla.
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