EXPULSIONES. De cómo me echaron de «El Gato escaldado» (AM750) y los probables motivos’
Y el patrón enojao dirá:
«Agárrenme ese camba por favor,
tírenle dos ‘arrobitas’ nomás,
y que se mande mudar».
El Camba, anónimo cantado por el gran Alfredo Zitarrosa.
Unos cuantos amigos y lectores me han preguntado por qué deje de estar en «El Gato escaldado», el programa de César Litvin que esta temporada se emite los sábados y domingos de 7 a 10 hs por la AM750. (1)
Sé también, por buena fuente, que en el programa se recibieron varios mensajes preguntando qué había pasado conmigo (y con César, que actualmente está en su casa, reponiéndose de una pancreatitis), mensajes que no se emitieron.
A todos ellos quiero darles una respuesta.
No deje de estar por voluntad propia, por el contrario, muy inesperadamente en la tarde del pasado jueves 21 recibí una llamada de Sonia Giorgis que me dijo muy escuetamente que no volviera a aparecer por la radio. Cuando me dijo quien era, pensé que era para citarme a una reunión con Gisella Marziotta, reunión que había pedido insistentemente. Grande fue mi decepción.
Giorgis no me dio ninguna explicación. Ella es la coordinadora de la emisora y mano derecha de Marziotta, diputada nacional y responsable de la programación de la radio. (2)
Y, también, quien se encarga de comunicarle su suerte a los cesanteados, algo que desde fines del año pasado se ha vuelto habitual. Muchos baluartes de la radiofonía como Darío Villarruel, Max Deluppi, Pablo Caruso, Felicitas Bonavitta (y me estoy olvidando de unos cuantos) han emigrado de la radio sin que yo conozca en detalle los motivos, aunque si que se han quejado de un presunto destrato. Y es habitual el raje de periodistas, locutores y productores jóvenes a la manera yanqui, es decir, como cantaba Zitarrosa.
Solo vi a Giorgis en dos oportunidades. En la segunda me comunicó que la dirección de la radio había decidido unilateralmente una drástica reducción de mi salario, medido por horas, del 50% nominal, sin tener en cuenta la inflación, que como todos sabemos, superó el año pasado el 50%. (3)
Reducción que no pude aceptar, por lo que en todo el año y hasta ahora no cobré un peso.
Conocí a Gisela Marziotta cuando tenía 19 años. Ella formó parte de un grupo de cuatro estudiantes de periodismo que Pedro Brieger, su profesor, aportó allá por noviembre de 1994 a la formación de un efímero grupo de investigación del atentado a la AMIA solventado por la propia mutual judía. Cuando ese grupo fue disuelto por orden de Israel, Gisela siguió trabajando en el tema conmigo, quien era entonces el jefe de Documentación del Centro de Estudios Legales y Sociales, Daniel Frontalini y otra chica que luego trabajo como periodista en Télam y a la que le perdí el rastro. Este pequeño grupo volvió a revincularse con la AMIA a través de la relación que entablé con uno de sus abogados, Luis Dobniewski.
Yo facturaba a la mutual y cuando su reticente tesorero Sergio Szpolsky se dignaba pagar, repartía lo obtenido entre los cuatro. Gisela participó de un hallazgo trascendente entre los escombros de la AMIA arrojados en lo que es hoy el icónico Parque de la Memoria, construido en recuerdo de las víctimas del Terrorismo de Estado junto a la Ciudad Universitaria. (4)
Desde entonces mucha agua ha pasado bajo los puentes. De familia radical, de la mano de Victor Santa María, Gisela consiguió llegar a diputada nacional del Frente de Todos por la capital. Y a la jefatura formal de la radio.
Durante largos meses, intenté sin éxito que atendiera mis justos reclamos salariales y/o que tuviéramos un encuentro cara a cara. Como no obtenía respuesta, en marzo le pregunté si quería que me fuera. Me contestó: «No quiero que te vayas. Además el programa está súper bien. Pero el tema presupuesto no depende de mi voluntad. Un reclamo así se lo tendrías que trasladar a Víctor porque yo me manejo con el presupuesto aprobado y aunque insista, en muchos casos a veces (sic) no tengo la respuesta que me gustaría».
En fin, que me remitió a Víctor. Que nunca contestó los mensajes, guatsáps y correos que envié a su privada. A mediados de mayo, mi amigo César afrontó una operación difícil de la que por suerte salió bien. De inmediato, se puso a tratar de solucionar mi tema, reuniéndose con Víctor (con quien tiene relación desde hace más de cuatro décadas) que estaba acompañado por Gisela.
César me comunicó que todo estaba resuelto, pero a la hora de las «efectividades conducentes» (Yrigoyen dixit) resultó que no era así. A mediados del mes pasado, mientras intentaba por enésima vez reunirme con Gisela, me llamaron desde el Grupo Octubre -la patronal- para mejorar (solo nominalmente) un poco la «oferta» (es decir, el drástico recorte de mis emolumentos) y a pesar de que me pareció miserable (la inflación hacia rato se había comido la presunta mejora) acepté, transigí, me rendí.
¿Por qué lo hice? Básicamente porque quería seguir estando en el programa, me resultaba grato compartirlo con milenials, centenials, jóvenes y setentistas, además de encontrarme con viejos amigos como Sandra Igelka y, en el cruce de ¡Vayan a trabajar! con Jorge Dorio y nuevos amigos, periodistas de fuste como Martín Piqué y Facundo Cardoso. Además, si hace cinco años había comenzado como columnista del programa, en la actualidad era el segundo de a bordo, intervenía activamente en la producción y en las últimas emisiones había reemplazado a César, ausente por enfermedad. El dia en que Giorgis, la decapitadora, me llamó, al escuchar su nombre creí que era para darme la ansiada cita con Marziotta.
En cambio me dio la mala noticia. Me comuniqué con César para trasmitísela. Me atendió dándome otra mala noticia: estaba en terapia intensiva (de la que por suerte salió muy pronto). Vaya coincidencia. Ni que hubiera sido a propósito.
Así las cosas, El Gato escaldado pasó a ser hervido y desmembrado. No está bien dar gato por liebre, pero tampoco dar liebre por gato. El programa, ahora en manos de jóvenes locutores, es otra cosa. A la falta de César y a la mía se sumó naturalmente la de Daniel Santoro, El Bueno. El artista plástico es amigo de César desde la juventud en la que ambos militaban en el peronismo desde los barrios de Montserrat, San Telmo y Constitución… como yo lo hacía también en Montserrat y San Telmo pero en otra variante de la juventud peronista, más rojilla y cookista.
Santoro no cobraba un peso por su participación. Iba los domingos como columnista de lujo por su amistad con César (y me ilusiono pensado que quizá también un poco por la nueva que habíamos forjado).
Fui compañero de César en el jardín de infantes, y en la mayor parte de la primaria y en primer año de la secundaria y lo considero un amigo fiel. Y creo que con Santoro conformábamos un trío interesante a la hora de abordar la actualidad política desde una perspectiva movimientista. (5)
No tengo certezas acerca de por qué fui removido fulminantemente de «El Gato escaldado». Le pedí explicaciones a Gisela y no me las dio. Aguardé casi dos semana para ver si me las daba. No me parece que mi eyección se haya debido a mis moderadísimos reclamos ecónomicos.
Tras devanarme los sesos y a riesgo de parecer paranoico, entiendo que debió deberse a un pedido de alguien de Página 12 (no su directora, Nora Veiras, a quien considero incapaz de una faena semejante), también del Grupo Octubre, a causa de mi enfrentamiento por el vértice con Raúl «Tuni» Kollmann, a quien considero a la vez el periodista más trabajador y polivalente del diario y el más eficiente encubridor de quienes asesinaron a entre 107 y 114 personas –según las distintas versiones–en las voladuras de la Embajada de Israel y la AMIA.
He escrito mucho sobre este tema y no voy a extenderme ahora (quien le interese puede poner la palabra Kollmann en el buscador que está a la derecha de la cabecera de este sitio).
Solo quiero parafrasear a Lula: el problema de la mentira es que después no tiene vuelta atrás. Se que habrá quienes busquen segundas intenciones en esta persistente denuncia. No las hay excepto las explícitas: separar y poner a salvo el rico aporte de la cultura judía a la construcción de la idiosincracia, humor y cultura argentina, de la impiadosa extorsión de un sionismo ferozmente racista y terrorista. Y, como periodista que se forjó a la sombra y con el ejemplo de Rodolfo Walsh, dar testimonio. Es una de las pocas cosas que me han quedado de mi infancia y adolescencia católicas.
Que un grupo de medios como Octubre, propiedad de un sindicato, tenga conductas contra sus trabajadores propias de las peores patronales, es una excepcionalidad argentina, donde parece haberse naturalizado la idea perversa y contra natura de que los supuestos representantes de los trabajadores sean patrones que violan sistemáticamente sus derechos.
Que lo digan, si no, los sufridos periodistas de Página 12. Dicen que son peronistas pero desconocen, niegan y abominan del Estatuto del Periodista impulsado por el coronel Juan Domingo Perón por decreto cuando era secretario de Trabajo y Previsión Social y vicepresidente, y como ley a fines de 1946, cuando ya era Presidente
(ver <a href=\»http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/40000-44999/43608/norma.htm\»> acá y <a href=\»https://www.apsf.org.ar/el-estatuto-del-periodista-profesional-alcances-vigencia-y-asignaturas-pendientes/\»> acá.
Hipócritas.
Buenas noches.
Notas:
(1) En temporadas anteriores se emitía solo los domingos.
(2) Ha llegado a ambos lugares de poder gracias a su relación con Víctor Santa María, dueño de la radio, ya sea por si mismo o a través del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH) del que es el mandamás como lo fue hasta hace poco del Partido Justicialista de la Capital Federal, rebautizada como Caba.
(3) Durante todo el año pasado, haciendo un solo programa, cobré 20 mil pesos mensuales. Cuando a fin de año me propusieron hacer dos programas y habiendo durante 2021 más de 50 % de inflación, lo lógico era esperar cobrar 30 mil por programa, 60 mil mensuales. Insólitamente, la patronal dijo que estaba dispuesta a pagar solo 30 mil, un recorte a lo mitad de lo cobrado por hora un año atrás.
(4) Hallazgo que me trajo muchos dolores de cabeza. Se trataba de un pequeño dossier que trataba de la formación de un grupo de inteligencia directamente vinculado a Tel Aviv (Mossad) destinado a estudiar amenazas antisemitas. Dicho grupo funcionaba en las mismas oficinas de la DAIA dentro del edificio de la AMIA que también utilizaba el Grupo Testimonio.
(5) Compartí con César el parvulario, que dicen los ibéricos, en la parroquia de Montserrat, y desde 3º año de la primaria al 1º del bachillerato en el Santa Catalina de Constitución. Con Santoro también comparti –aunque sin conocerlo– los primeros años de la primaria en el Inmaculada Concepción.