Feinmann El Bueno le canta a la Era Kirchnerista
JP Feinmann se habla todo. Coincido con muchas cosas, aunque no, desde ya, con que internet sea «una cloaquita». Y me parece que el que está enamorado de Cristina es él. Está en su derecho.
Entrevista a José Pablo Feinmann
«Hay que dejarse de joder y apoyar el proyecto»
Por Daniel Enzetti / Tiempo Argentino
Se apasiona cuando dice que la demostración popular generada por la muerte de Kirchner «fue el golpe político más espectacular del matrimonio». El movimiento, para él, tendría que llamarse «neokeynesianismo nacional y popular».
–Pasaron casi dos meses desde la muerte de Néstor Kirchner. ¿Cuál es tu opinión sobre el escenario político actual?
–En principio me gustaría decir que siento dolor. Me da mucha bronca que alguien se muera a los 60 años. Está bien, hay gente que se muere antes, porque este mundo y la vida misma es muy injusta. Si vos pensás que (Amadeus) Mozart se murió a los 36, (George) Gershwin a los 38, y al mismo tiempo (Jorge) Videla está por los 80 y pico, te horrorizás. Y este tipo brillante, que lo tenía todo para ser un gran político, y lo era, ¡que se muera a los 60! Kirchner era un tipo lleno de vida, jodón, un chico grande que no sabía qué hacer con ese cuerpazo, le gustaba el rock y era divertido, sabía un vagón de política y era una fiera para la pelea, para la pelea más sucia.
–Su último papel.
–Claro, porque de eso tenemos que hablar, de quién va a remplazarlo en ese lugar. Porque Néstor iba a las piñas, digamos, y pegaba muy bien. Mirá, al principio del gobierno de Kirchner me llevé algunas sorpresas con varios muchachos, que incluso habían leído mis libros. Una vez se me acerca (Héctor) «El Chango» Icazuriaga, y me invita a que lo visitara a su oficina en la SIDE. Cuando le reconocí que no podía creer esa invitación, me contestó «tranquilo José, con nosotros las cosas cambiaron, ahora entrás a este edificio y al rato salís sano y salvo» (se ríe). ¿Sabés lo que me dijo el Chango? «No te creas lo que se habla por ahí, Néstor va por Duhalde.» En ese momento pensé: «La puta madre, este tipo es distinto», porque prácticamente todos eran del aparato duhaldista.
–Y los medios insistían con lo de Chirolita.
–Sí, ¡mirá qué Chirolita de Duhalde resultó ser con el tiempo! (se ríe). Pero volviendo a su muerte, y al mapa político que veo, la pérdida para el país es terrible. La gran sorpresa, que ya estaba un poco preanunciada por los festejos del Bicentenario, fue lo espontáneo del apoyo de la gente cuando se supo la noticia, algo que tapó la prensa opositora. Fue hasta divertido, porque los reporteros de los canales iban a las agrupaciones kirchneristas y preguntaban si habían venido por el choripán, mientras que a los garcas que concentraron en la Plaza San Martín, los noteros los entrevistaban por los «motivos» de su presencia ahí. Y acá se reveló otra cosa, que fue la actitud de Cristina, poderosa y sensible a la vez, completa. Ella dijo algo muy inteligente: no hay que confundir dolor con debilidad. «Si tengo que gobernar sin presupuesto, gobernaré sin presupuesto.» El panorama lo veo muy bien porque la presidenta está fuerte y segura. A Cristina no le van a torcer el brazo estos idiotas.
–¿Qué recordás de Kirchner cuando lo conociste?
–Lo conocí bastante y compartí muchas cosas con él entre 2003 y 2006. Hablábamos sobre el proyecto de partido de centro izquierda, de la trasversalidad. Yo le rompía mucho las pelotas con la militancia territorial, con la necesidad de formar cuadros, y le decía que nadie se sostiene sin eso, y que la política no es mediática, o mejor dicho, que eso no es lo único. El se resistía bastante. Claro, era una personalidad tan segura de sí que no pensaba mucho en esto de los cuadros, pero a la vez se asumía como un político moderno, y veía en lo mediático la nueva manera de hacer política. Para mí, esta movilización que hubo fue el golpe político más espectacular de la pareja Kirchner y de este proyecto, tan espectacular que a ese proyecto habría que darle un nuevo nombre, para que deje de llamarse K. «Neokeynesianismo nacional y popular» me parecería fantástico. Esos días en la Plaza de Mayo se vieron cosas increíbles, pero que ya se vislumbraban antes. Últimamente estuve dando muchas conferencias en el interior del país, y por ejemplo de las 1000 personas que me escucharon en el Chaco, la gran mayoría eran pibes jóvenes; era impresionante.
–Te iba a preguntar, justamente, tu opinión sobre la juventud y una especie de «vuelta a la militancia» que se ve en muchos lugares.
–Por eso digo que con la muerte de Néstor la juventud explotó, pero en realidad ya había arrancado antes. Lo veo con mis hijas: la mayor trabaja en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que dirige Eduardo Jozami, y la menor me vive preguntando dónde militar, porque tiene muchas ganas de hacer cosas. Me parece que los jóvenes recibieron el «calor» que les daban Néstor y Cristina, esa suerte de conjunción donde ella era lo racional, con una inteligencia superlativa, y él lo visceral, lo peleador. Los jóvenes fueron algo impresionante, porque entre otras cosas, y volviendo a los Kirchner, reconocieron la fuerza de un tipo joven que había muerto, y la ternura de alguien a la que justamente se le reprochaba no demostrar sus sentimientos, reconociéndole que «sólo» era inteligente. Bueno, esos días Cristina los mató a todos, porque más sensible, imposible. Lloró, acariciaba el cajón, le decía «cabezadura». Impactó. Pero además, no olvidemos en este contexto de las ganas de la juventud lo que significa el mapa latinoamericano. Hace un montón de tiempo que América Latina no presenta una serie de gobiernos populares como estos, porque no hay mucho más que se pueda hacer. Cuando recibo los folletos de los llamados partidos de izquierda, ruidosos pero compuestos por muy poca gente, me doy cuenta que no entienden nada de política. Son maximalistas, piden siempre reforma agraria, toma del poder, expropiación de la fortuna. El Plan de Operaciones de Mariano Moreno, más o menos. Es lo mismo que Moreno, que en esa época no tenía nada, a nadie más que a (Juan José) Castelli. Pero no vamos a discutir eso ahora, saco el tema porque yo creo que Moreno hizo un plan y no se preguntó nunca con qué poder político imponerlo, lo mismo que los partidos de izquierda.
–Tampoco pudo. ¿Y lo del veneno en el barco?
–¿Qué veneno? No creo que haya sido veneno, eso es un invento de (Felipe) Pigna. No… ¿quién querría matar a Moreno? (Cornelio) Saavedra era un tarado. ¿Los ingleses lo iban a matar? ¡Si Moreno les iba a dar la isla Martín Garcia! Dejá, estoy podrido de discutir de esas cosas. Además, no discuto, y menos con los pibes de los partidos de izquierda. Para ellos todo es reaccionario, nada alcanza, siempre falta algo, y eso no es hacer política. Si supieran lo que es llegar al poder y tener que ver lo que aparece, las cosas que hay que hacer para poder gobernar, incluso en lo que hay que convertirse para poder gobernar. En este país la izquierda nunca entendió que la realidad ofrece resistencias, y que se pueden hacer ciertas cosas y otras no. Más o menos eso están entendiendo los gobiernos populitas y populares de América Latina. El de (Rafael) Correa es interesante por lo que pasó, por el coraje que tuvo el tipo. Lo de Evo (Morales), bueno, ¿quién no lo puede querer a Evo? Además, no olvidemos que Bolivia es un país que mata a todos sus presidentes progresistas, lo arregla así, simplemente. (José) Mujica también despierta esperanzas. Te cuento una anécdota de Mujica: estábamos en una cena hablando de varias cosas, con Hernán Patiño Meyer. En un momento, Mujica se me acerca al oído y me dice: «¿Sabés qué pasa José?, antes queríamos cambiar el mundo; ahora, si asfaltamos algunas calles estamos conformes» (se ríe).
–Claro, ya no estaban más los tupamaros.
–Bueno, ¡pero ese es un tipo que se da cuenta de la coyuntura y de cómo viene la mano, viejo! Tenemos un imperio arriba que está distraído, pero puede volver, y volver de mal humor. La mina esta que ganó el Oscar por la película de Irak, Kathryn Bigelow, si filma en la Triple Frontera es porque los yanquis algo están pensando…
–Volviendo a los partidos de izquierda y al llamado progresismo, como por ejemplo «Pino» Solanas. ¿Qué opinás del desconocimiento de los avances que pudo hacer el país desde 2001?
–En realidad preferiría no hablar de Pino, porque me iría de boca. Tengo mucha bronca con él, mucha bronca. Pino no para de subirse a estatuas. Desde La hora de los Hornos estaba bien, pero ya cuando después hace una película con todas las respuestas del viejo, va al exilio… Se puede hacer una política independiente apoyando a un gobierno que es sin duda lo mejor que podemos tener. Y si es lo mejor que podemos tener, y las elecciones están a seis meses, hay que dejarse de joder y apoyar este proyecto. Lo que pasa es que Pino quiere estar a la cabeza de algo importante, y eso «importante» es Proyecto Sur, eso es Pino en su personalidad, yo lo conozco bien. Además le debo muchos insultos, porque cuando se estrenó Eva Perón, con un guión que era totalmente mío, empezó a putear contra la película diciendo que agredía al general Perón, que parece propiedad suya. Otra cosa, recuerdo aquel proyecto del Imaginario Latinoamericano que quiso hacer en el ’89.
–Cuando tuvo aquella famosa pelea con Julio Bárbaro, el secretario de Cultura de Menem.
–Sí. Julio me llamó muy dolorido. «Pino anda diciendo que soy un corrupto», me contaba. Bueno, al final se pelearon y vino «El Turco» y les dijo «no muchachos, esto es para mí» (ndr.: el lugar elegido para el proyecto era Galerías Pacífico, donde finalmente Carlos Menem instaló un shopping beneficiando a su empresario amigo Mario Falak).
–Hablemos de toda la oposición, porque también están la UCR, el PRO, la Coalición Cívica de Elisa Carrió. ¿Los ves desesperados por ocupar un nicho, nerviosos porque se dan cuenta que quedaron descolocados políticamente?
–El tema es que nacieron descolocados. Porque escuchame, «Ricardito» Alfonsín es un personaje patético, lo único que tiene es ser hijo de Raúl, y encima le dijeron «el bigote no te lo saques». Para mí, ser hijo de alguien no es ningún rédito, y eso tiene la UCR; es decir, no tiene nada. Con respecto a esta mujer que yo no nombro, la señora con sobrepeso y de relación directa con Dios, no tiene idea de lo que es la política, ni de lo que significan las declaraciones públicas, ni de lo que es manejarse dentro de la sociedad civil. Te pongo un ejemplo definitivo: una persona que dice que Kirchner es Hitler sin los campos de concentración, y la cabeza no le da para darse cuenta que Hitler sin los campos de concentración no es Hitler, directamente no sabe pensar, querido…
–Vayamos a cuestiones semánticas: ¿hay una «derecha» hoy en la Argentina? Y si es así, ¿cómo está representada, y en qué se diferencian los que nombramos recién de esa derecha?
–Sí, por supuesto que hay una derecha. Cuando yo hablaba con Néstor en los primeros tiempos, le decía que la derecha necesita uno solo, y no apareció. Me refiero a que no apareció ese tipo que pudiera plantarse frente a Néstor y Cristina. Fijate cuando surgió (Juan Carlos) Blumberg, y recordá la fragilidad de Néstor, que creo que lo llevan a Río Gallegos con un problema intestinal. Ahí está la verdadera derecha, porque esa movilización la hizo Radio 10. La verdadera derecha está en los medios de comunicación. La revolución comunicacional son los medios, que atrapan tu subjetividad. Michel Foucault, cuando habla de sujetar al sujeto, no analiza los medios de comunicación, pero dice que el poder tiene la función de sujetar al sujeto, es decir hacer del sujeto un vasallo del poder a través del manejo de la información. Yo a eso lo llamo «el sujeto otro», el sujeto que es otro de sí mismo, porque no es el auténtico sujeto, es el sujeto constituido desde afuera por los medios. Por eso la lucha contra Clarín tiene un gran sentido, un sentido te diría ontológico, para que no exista un medio tan enorme que pueda hacer que toda la población piense lo que ese medio quiere que piense. Porque la función de los medios es lograr que la verdad sea la que ese medio marca. Es una lucha por la verdad, y el que impone la verdad tiene el poder.
–Convertir aquello subjetivo en algo «objetivo».
–Claro, por eso decía lo de la verdad del poder, lo que ellos tratan de imponer a través de los grandes diarios y hasta de los noteritos que mandan por ahí, bien adoctrinados con la idea del ALCA, de reducir el Estado, de dejar totalmente libre al mercado, de usar los salarios como reguladores de la economía, de no distribuir la riqueza. Bueno, ese es el plan de la derecha: rechazar los populismos latinoamericanos, abrirse a relaciones por ejemplo con Chile y alejar el «fantasma» de (Hugo) Chávez, o las «relaciones carnales» con los Estados Unidos, como muy bien dijo Menem. Con respecto a la pregunta de en qué se diferencia esa oposición de la derecha, te diría que en nada. Directamente «son» la derecha. ¿Cuántas veces la señora con sobrepeso estuvo de acuerdo con La Nación, y Pino con Clarín? ¿Dónde fueron cuando se hizo la concentración de la 125? Pino estuvo con la Sociedad Rural. Un tipo de izquierda nunca puede estar con la Sociedad Rural.
–Recuerdo una respuesta que Jorge Lanata le dio a Ernesto Tenenbaum, cuando le aclaró que él siempre estuvo a favor de los más débiles, y como en la puja Gobierno-Clarín el grupo era el débil, apoyaba a Clarín sin dudar.
–Mi respuesta es que Lanata está loco. Miente. Es muy sencillo, se miente. ¿Cómo va a considerar a Clarín algo débil? Me da pena que haya salido al escenario del Maipo con un plumero. Pero es muy piola, en vez de salir con plumas, como las vedettes, salió con un plumero. Qué piolada se mandó; ese muchacho cruzó la vereda del peor modo en la historia. Y en cuanto a Página/12, lo fundó, pero lo dirigió nada más que dos años… y al lado lo tenía a Ernesto Tiffenberg, así que ojo con atribuirle todo a ese tipo.
–¿Le tenés miedo a la palabra populismo, un término que muchos tienden a demonizar?
–No, para nada. Lo que pasa es que para la derecha es sinónimo de manipulación de masas, de agresión a las instituciones, de desprecio al parlamentarismo, de masas vacías. Ojo, porque también hay un toquecito de izquierda, que consiste en decir que el populismo tapa la lucha de clases. Y que no distingue dentro del concepto de pueblo los conflictos internos, los conflictos sociales, lo cual es falso. Comprendo que ellos sacan el tema del populismo para no nombrar tanto al peronismo. En el fondo son gorilas, porque como dice Horacio González, ser gorila es pensar a partir de un prejuicio. Vos tenés un prejuicio, un prejuicio casi visceral: sos antiperonista, y si sos antiperonista no podés pensar la Historia argentina, te la perdés. Fijate en mi libro: tiene todas las posiciones posibles, se enojaron todos, pero a su vez todos quedaron conformes. Dijeron: «Bueno, qué abierto». Porque como el peronismo es tan basto, yo no tomé ninguna postura. Por ejemplo: el primer gobierno de Perón estuvo bien, pero de 1953 a 1955, una cagada atrás de otra. Se fue sin pelear, no como Salvador Allende, que murió en su puesto. Después, la resistencia peronista es gloriosa. En cuanto a los montoneros, bajo una dictadura como la de (Juan Carlos) Onganía es comprensible, pero la violencia desde el ’73 no tiene sentido, porque ya está el gobierno democrático de (Héctor) Cámpora. Y menos tiene sentido el asesinato de (José) Rucci, a partir de lo cual Montoneros se ilegaliza, y yo me voy con la JP Lealtad.
–¿Y Perón?
–A su vez Perón esta ilegalizado desde Ezeiza. Es un Perón siniestro, no tonto, pero siniestro, que viene a hacer la tarea sucia de los militares, incomprensible. El viejo le dijo a Jorge Antonio: «Yo llego, tomo un vaso de agua, un micrófono, pego dos gritos y todos los pibes se van a sus casas». Era un megalómano infernal, ese sí que se creía Dios. Y en lugar de hacer política, de integrar, como lo había hecho siempre, no, le da el avance a (José) López Rega, admite la Triple A. Nadie puede decir que Perón no sabía lo de la Triple A. Yo esto te lo digo con mucha pena, con mucho dolor: ojalá se hubiera muerto en Madrid, es una tragedia que Perón haya vuelto.
–¿Por qué decís que últimamente resurgió el gorilismo? Convengamos que la palabra gorila estaba un poco olvidada.
–Por los Kirchner, porque acá hay una cosa importante que está en juego. Cuando Néstor dice «pertenezco a una generación diezmada», ay mamita, ¿vos te imaginás todos los Grondonas, los Morales Solá? «Este es un montonero», gritaron. Y vieron que efectivamente el gobierno se llenaba de setentistas, lo que para mí es formidable. Por eso le va tan bien, es un gobierno muy inteligente, y ahí está la explicación de por qué mataron a tantos compañeros. Fue una generación como hubo pocas. Con el tema del gorila, hay algo que Eduardo Aliverti dijo perfecto: con Menem estábamos todos bien, estábamos todos de acuerdo, porque el monstruo estaba ahí. Pero resulta que acá viene un tipo que dice que es peronista, y que pertenece a los setenta, y entonces los medios empiezan a tirarle de todos lados. Por ejemplo las radios, ¡y los taxistas! Porque te digo una cosa: en este país, los taxistas son un instrumento ideológico. ¿Qué es el tacho ideológico? El tipo que mientras maneja te habla, te habla, te habla de cualquier cosa. Los tacheros se meten en política, y de repente te sacan un tema. «Voy a Talcahuano y Corrientes», le decís al tachero, y lo primero que te contesta es «Y… si llegamos, fíjese que están los piqueteros». Y uno no tiene ganas de hablar de eso, te tenés que hacer el burro. Con tacheros tengo varias. Una vez me subí a un auto y el tipo me habló de «esa negra infame», por Cristina. Otro día lo putearon a «ese tira bombas de Kunkel». Mirá, yo creo que hay una central que los adoctrina, una especie de Escuela de las Américas de tacheros (se ríe). El tacherismo, además, estuvo adoctrinado durante muchos años por Radio 10. Pero no sólo los taxistas son el problema, no nos olvidemos que durante la dictadura, los autos tenían pegada la calcomanía de que éramos derechos y humanos. Hay que preguntarse un poco por las convicciones de nuestro pueblo.
–En la época de la comunicación y las distancias que se acortan, sin embargo le das importancia a la militancia territorial, al trabajo de base. ¿Por qué?
–Porque creo que los medios no están en manos nuestras; los medios están en manos de todo el poder mediático. Y porque no le tengo mucho aprecio a Internet, me parece que es como una cloaquita. Te cuento mi caso: hay un tipo que se hace llamar José Pablo Feinmann, tiene como 10 mil abonados, e incluso me manda cosas a mí. En la red por ahí creés una cosa, y andá a saber qué es. ¡Y los foros, escribe cada tipo, son impunes! Una vez un tarado hizo un foro porque yo escribí una nota cuando se murieron (Ingmar) Bergman y (Michelángelo) Antonioni, diciendo cosas horribles de ellos. Resulta que abrieron un foro, y algunos estaban a favor de la nota. Lo increíble es que los que estaban en contra no argumentaban absolutamente nada, lo único que hacían era putear. Eso te demuestra el nivel de intolerancia y desconocimiento.
–¿Quién es para vos la «buena gente», como dijiste en el programa TVR?
–La gente buena es la gente que respeta los Derechos Humanos, la que quiere reducir la pobreza, los que escriben buenos libros, los profesores, los buenos periodistas, los que no se dejan comprar.
–¿Que opinás del cachetazo de Graciela Camaño a Carlos Kunkel?
–Eso es impotencia, un verdadero acto de impotencia. Cuando vos no tolerás lo que está diciendo el otro, y no se lo podés refutar hablando, reaccionás de esa manera. Una piña nunca es un acto de justicia, es un acto de desesperación. Un acto violento por el cual vos tratás de intimidar al otro para que no hable más. «Le cierro la boca de una trompada». No, lo que tenés que hacer es cerrarle la boca con argumentos. El Congreso es un recinto de la democracia, pero si vos vas y le das una piña a otro, ese lugar se convierte en el basural del barrio. No sé, esa mujer debe hacer artes marciales, porque mirá que hay que darle una piña a Kunkel (se ríe).
–¿Qué realidad imaginás en lo inmediato, teniendo en cuenta 2011 como año electoral y de reacomodamiento de piezas después de lo que pasó con Kirchner?
–Veo y deseo la reelección de Cristina, y la formación de un gabinete donde no falte Juan Manuel Abal Medina hijo, y al que Martín (Sabbatella) esté invitado, porque realmente es un tipo que demostró mucha inteligencia . Como decíamos antes: un tipo que conserva su identidad y a la vez no va a joder el proyecto. Quiero que siga ese proyecto, nacional, popular, autónomo, de soberanía, de intervención del Estado para que no haya injusticia social. Un proyecto donde el Estado no sea devorado por los poderosos, donde entregue créditos para que los pequeños puedan crecer, donde se impulse el desmantelamiento de todos los monopolios, donde se implemente la Ley de Medios, donde sigan desarrollándose los Derechos Humanos, y los juicios a los responsables de la dictadura. Te digo algo: la gente está enamorada de Cristina, por su entereza y por la manera en que siguió adelante.