Georgia, la virgen colombófila
Georgia
Luego de su muerte fue trasladada hasta su tierra natal en un solemne cortejo fúnebre, tal como solían ser trasladados todos los muertos, pero sucedió entonces que una inmensa bandada de palomas voló por encima del féretro, siguiéndolo hasta donde fuera que lo llevaran que, como no podía ser de otra manera, resultó ser el cementerio de la iglesia del lugar.

Comparte uno de sus días con Baldovino Eucarpio, Anacario y Cleofás, uno de los tantos judíos que simpatizaba con el movimiento desencadenado por Jesús que, desesperado por el fracaso del Gólgota, abrió su corazón al primer desconocido que lo acompañó hasta Emaús hasta que, en una posada, reconoció al Maestro en el momento en que el que repartía el pan y el vino, pero no en cualquier momento y como vulgar mesonero, sino por última vez.
Su mujer, una de las tantas María esposas de los tantos Cleofás de los Evangelios, acompañó a la Virgen la tarde en que Jesús fue crucificado, también por última vez.
Se lo invoca repitiendo incesantemente, pero con mucha fe y dirigiéndose al Señor: «Te pedimos que la intercesión de san Cleofás venga en nuestra ayuda para que podamos vivir en el mundo de tal forma que nos sea permitido contemplar Tu gloria, ahora y en toda la eternidad, amén»