«PACTO DE MAYO»: Contra la Nación / No es refundación, sino refundición
Esta carta del ex presidente Alberto Fernández es excelente. Como yapa, la reflexión de otro Fernández, Abel B.
Mensaje al Presidente Milei con motivo de la invitación que me cursara a participar de los actos conmemorativos de la Independencia Argentina.
¿Pactos de Mayo, de Julio, de Octubre…?
Empecemos por aceptar que los pactos políticos no tienen buena imagen en Argentina. Aunque plantear su necesidad es un lugar común en la boca de políticos y el periodismo más convencional, nuestros partidos tienen una fuerte tradición de intransigencia. De negarse a admitir que sus valores y objetivos no son los del conjunto del pueblo. A pesar de eso, algunos pactos han funcionado razonablemente bien, si no se les pide demasiado: el caso emblemático es el Pacto de San José de Flores, que permitió que nuestro país tuviera una estructura institucional bastante sólida y perdurable. Justo José de Urquiza, la mano derecha, la del sable, de Rosas durante 20 años fue nuestro primer presidente (lo del «sillón de Rivadavia» es marketing porteño. Es el «sillón de Urquiza»). Y desde entonces sólo tuvimos presidentes, elegidos o de facto. Pero ese mismo antecedente marca como era y fue la realidad de esos «Pactos». Fueron impulsados desde un sector que había vencido en la puja por el poder, y se mantuvieron mientras siguiera «al tope» ese núcleo de poder, militar o político. Después de Urquiza, y de Derqui, vino Mitre. El poder militar y económico del puerto y la provincia de Buenos Aires era mayor que el de la Confederación. Ahora, este «pacto de Mayo / julio» que impulsa el Peluca es el más abiertamente alevoso de todos. En resumen, dice al los gobernas (e invitados decorativos): «Ustedes firmen abajo y júntense para la foto. Yo voy a hacer lo que quiero, como hasta ahora. Después, hablen con Francos para ver si hay algunos fondos disponibles». Pero eso son los modales de Javo, y la comunicación en el tiempo de las redes sociales. En el fondo, la relación de poder no es distinta de cuando Perón propuso «La Hora del Pueblo», o Alfonsín su consejo de notables. O Kirchner la Transversalidad. Esos proyectos funcionaron… durante la coyuntura para la que estaban pensados. El planteo que quiero hacer aquí es que los Pactos funcionan, y merecen la inicial mayúscula, cuando expresan el sentimiento o la voluntad de sectores mayoritarios de la sociedad. El Pacto de San José de Flores expresó el cansancio argentino con décadas de guerras civiles entre federales y unitarios. Las rebeliones populares, en la zona andina y su represión no se detuvieron. Pero una mayoría de la sociedad les dio la espalda. Mucho más cerca de nosotros, apareció después de 1983 lo que la ex presidenta Cristina Kirchner llamó el «pacto democrático». Los horrores de 1976-83 -y algunos anteriores- nos «inocularon» contra la violencia política. Es llamativo que aún los que idealizan la lucha de esos años no levantan, en su inmensa mayoría, como referentes a las organizaciones armadas, sino a las Madres y Abuelas. Pero todo se desgasta. La puja política en este siglo se ha empezado a llenar de odio. Y dirigentes más o menos carismáticos encuentran útil seguir los consejos de Laclau: crear un nuevo sujeto, articulando diferentes demandas, y, sobre todo, encontrar un Otro, enemigo, que permita inventar un Nosotros. Laclau lo pensó para la Izquierda europea, que se había quedado sin sujeto histórico. Pero le funciona a cualquiera que sepa usarlo. Además, según dicen falibles encuestas, muchos varones jóvenes -entre 16 y 30 años- buscan una épica que falta en la política actual. La habrían encontrado en un panelista de TV, algo ridículo, que propone una abstrusa teoría económica. Creo que la dirigencia política desplazada -peronistas, macristas, radicales,…. – deben evaluar si sus discursos no sonaban… obsoletos para una parte mayoritaria de los votantes. Al menos, eso se vió en noviembre del año pasado. Y, a pesar de las incoherencias y alevosías de este gobierno, todavía las oposiciones, dialoguistas o duras, no han recuperado la confianza de los sectores que la habían perdido. Aún están vigentes los famosos «tercios»: el que mantiene expectativas en Milei -está disminuyendo, pero -dicen las encuestas- sigue siendo importante; el que, descontento con el gobierno, le despierta menos rechazo que la idea del regreso del peronismo reciente. Y, claro, el peronismo. Que sigue siendo la fuerza política más numerosa -lo mostró la 1ra. vuelta, en octubre pasado- pero no alcanza por sí solo la mayoría necesaria. Las preguntas que me parecen más importantes hoy para hacernos quienes encontramos nefasto el Pacto que propone Milei es ¿Qué fuerza política podrá proponer un nuevo Pacto que pueda aceptar la mayoría de nuestra sociedad? Y, más importante ¿Cuál puede ser su contenido? La respuesta a la primera hoy es difícil. El macrismo aparece como una cantera de posibles funcionarios para aplicar con más coherencia y profesionalidad las políticas de Milei. Los radicales… tendrían que empezar por proponer un Pacto entre ellos mismos. El peronismo o peronismos no parecería interesado, por ahora. El cristinismo orgánico -La Cámpora- está empeñado en fortalecer su identidad en torno a su líder. No plantea otra propuesta que volver a 2015. Sin Scioli, claro. Los gobernadores, el Frente Renovador… habrían desensillado hasta que aclare, como aconsejó Perón alguna vez. Curiosamente, en una entrevista larga pero muy adecuada a la sensibilidad moderna, CFK volvió -creo que por 1ra vez, o cerca- a una de las consignas más añejas del peronismo. Una de las «20 Verdades Peronistas». «En la nueva Argentina, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. Creo que puede ser un Pacto que aceptaríamos hoy una gran mayoría. Tal vez, no desde una Nueva Argentina, sino la de casi pleno empleo que queremos rescatar. |