«PACTO DE MAYO»: Contra la Nación / No es refundación, sino refundición

Esta carta del ex presidente Alberto Fernández es excelente. Como yapa, la reflexión de otro Fernández, Abel B.

Mensaje al Presidente Milei con motivo de la invitación que me cursara a participar de los actos conmemorativos de la Independencia Argentina.

Licenciado
Javier Milei
Presidente de la Nación Argentina
Presente
______________________
Tengo el agrado de dirigirme a usted en relación a la invitación que se me cursara para participar en los festejos de un nuevo aniversario de la Independencia de nuestra Patria.
Según es público y notorio, en esa oportunidad se pretende suscribir lo que el gobierno nacional ha denominado el “Acta de Mayo”, que conlleva un pacto en torno a una suerte de decálogo en el que se pretenden identificar objetivos que se acepten a modo de políticas de Estado.
Hace pocos días dijo textualmente: “Amo ser el topo que destruye el Estado desde adentro”. Semejante afirmación deja al descubierto su objetivo de atentar contra las reglas que emanan de la Constitución Nacional en tanto ella no es otra cosa que el consenso social y político que en su momento dio vida al Estado en el que vivimos. En consecuencia, si usted busca “destruir” el Estado inexorablemente busca también quebrantar los mandatos constitucionales en los cuales aquél se fundamenta.
Leyendo la que han denominado “Acta de Mayo”, sus posibles firmantes dicen ser “representantes de las Provincias Unidas del Sur”. Confieso que no conozco semejante institución. Se que nuestro Himno Nacional hace referencia a las “provincias unidas del sur” porque fue escrito en 1812, cincuenta y un años antes de que nuestra Constitución Nacional fuera aprobada y en un contexto en el que el proceso independientista recién se iniciaba.
El artículo 35 de nuestra Ley Fundamental admite que a nuestra Patria se la cite con las distintas denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 (Provincias Unidas del Río de la Plata, Confederación Argentina o República Argentina) pero aclara expresamente que en la formación y sanción de las leyes se emplearán las palabras “Nación Argentina”. Ese debería ser el modo en que debe tratarse al Estado Argentino en un pacto institucional como el que pretende suscribirse.
No estoy observando un problema semántico, Ocurre que a la luz de su propósito de querer destruir el Estado Nacional, usted recurre a terminología de tiempos “preconstitucionales” encubriendo la verdadera intención de desconocer la Constitución Nacional.
También se afirma que los firmantes suscriben el acta “en nombre y por la autoridad del pueblo que representan”. Desconozco de dónde emana esa autoridad. ¿Los pueblos de cada provincia fueron consultados para rubricar lo que parece ser una suerte de “pacto fundacional” que tiene propósitos reformistas que exceden en mucho cuestiones meramente fiscales?
El texto del acta habla de “reconstituir las Bases de la Argentina”. La base de la Argentina es nuestra Constitución Nacional. Si quieren “reconstituir” esa base, ¿debo entender que busca obviar o reformar la Constitución Nacional?
Las diez propuestas que se consignan en el “Acta de Mayo” pueden, por no especificarse, obviar normas constitucionales y dar lugar a la ejecución de políticas muy nocivas para el pueblo argentino, máxime si se tiene en cuenta que el Congreso Nacional acaba de delegar funciones legislativas en un presidente que dice “odiar el Estado”.
Nadie, en su sano juicio, puede oponerse a que se respete la propiedad privada, a que se garantice una educación de excelencia o a que se propicie una reforma del sistema provisional que asegure sus sustentabilidad. Sin embargo, la propiedad privada (reconocida como derecho en nuestra Carta Magna) puede ceder por razones de utilidad pública. ¿Pretenden eliminar esa excepción? Otro tanto ocurre con la búsqueda de una educación de excelencia. Por lo que han sido sus políticas, es evidente que el gobierno nacional no valora la educación pública y su idea es promover la educación privada repartiendo “vouchers educativos”. ¡Cuál es el camino que elegiremos para mejorar los niveles de la educación?. Finalmente, todos buscamos que el sistema previsional sea sustentable, pero ¿lo lograremos mejorando los aportes provisionales evitando el empleo irregular o promoviendo cuentas de capitalización individual administradas por fondos de pensiones?
Otros objetivos también me llenan de dudas. Estamos de acuerdo con lograr el equilibrio fiscal. ¿Eso se logra reduciendo el gasto público al 25% del PIB como se dice en el “acta”? El gasto público en los Estados Unidos es cercano al 40 % de su PIB. En el Reino Unido ronda el 45% de su PIB. En Alemania el gasto público se acerca al 50% de su PIB. En Italia, el gasto público supera el 55% de su PIB. En Francia, el gasto público ronda el 58% de su PIB. Podría seguir mostrando ejemplos de lo absurdo de ese objetivo. Pero no quiero dejar de destacar que buscar ese nivel de gasto implicará inexorablemente una reducción brutal del gasto que afectará a las jubilaciones, a la salud y a la educación pública y a los servicios de seguridad y defensa. Debería consultarse a la sociedad si está dispuesta a soportar un ajuste más profundo al que ya se está sometida.
¿Cuál será la reforma impositiva que se propicia para promover el comercio y simplificar la vida de los argentinos? ¿Será una reforma que elimine “costos laborales”, potencie el impuesto a las ganancias sobre los salarios y alivie los impuestos de los más ricos reduciendo el gravamen a los bienes personales? Al fin y al cabo es exactamente eso lo que se ha hecho en los últimos seis meses.
¿Qué se busca al propiciar “una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal”? Mucho me temo que se esté hablando de una reforma que promueva el trabajo formal quitando derechos laborales y haciéndolo más precario.
Señalo también que el sistema de coparticipación federal puede ser reformado si todas las provincias lo acuerdan con el Estado Nacional. Pero niego rotundamente que sea un sistema extorsivo en tanto y en cuanto se distribuye de manera automática. La “extorsión” puede ejercerla el Poder Ejecutivo Nacional restándole discrecionalmente recursos que puede distribuir a las provincias a cambio de que estas hagan o dejen de hacer algo que crean necesario. Es el arma que el gobierno nacional utiliza y que por lo tanto conoce conoce muy bien.
Por último, debería ser propósito de todos promover la minería exigiendo que la explotación de nuestros recursos naturales no se haga con criterio extractivista y sin respetar condiciones ambientales. Nada de eso se dice el “acta” que pretende firmarse.
Para terminar observo que un “Consejo de Mayo” llevará estas “ideas” a la práctica. Pero observo también que actuarán bajo la invocación de “las fuerzas del cielo” y con el propósito último de concretar la “refundación de la Patria”. Una vez más, insisto, me preocupa que alguien quiera “refundar” lo que ya los argentinos fundamos en 1853.
Por todas estas razones, queriendo llamar a la reflexión a quienes han sido convocados a firmar el “Acta de Mayo” y agradeciendo la gentileza por la invitación que me han cursado, le comunico que no asistiré a las ceremonias conmemorativas de nuestra Independencia para que de ningún modo pueda interpretarse que mi presencia avala propuestas peligrosamente imprecisas que pueden concretar objetivos no deseados por la mayoría de nuestra ciudadanía.
Reciba el señor presidente mi respetuoso saludo.
Sinceramente, Alberto Ángel Fernández
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¿Pactos de Mayo, de Julio, de Octubre…?

De Abel B. en julio 8, 2024

Empecemos por aceptar que los pactos políticos no tienen buena  imagen en Argentina. Aunque plantear su necesidad es un lugar común en la boca de políticos y el periodismo más convencional, nuestros partidos tienen una fuerte tradición de intransigencia. De negarse a admitir que sus valores y objetivos no son los del conjunto del pueblo.

A pesar de eso, algunos pactos han funcionado razonablemente bien, si no se les pide demasiado: el caso emblemático es el Pacto de San José de Flores, que permitió que nuestro país tuviera una estructura institucional bastante sólida y perdurable.

Justo José de Urquiza, la mano derecha, la del sable, de Rosas durante 20 años fue nuestro primer presidente (lo del «sillón de Rivadavia» es marketing porteño. Es el «sillón de Urquiza»). Y desde entonces sólo tuvimos presidentes, elegidos o de facto.

Pero ese mismo antecedente marca como era y fue la realidad de esos «Pactos». Fueron impulsados desde un sector que había vencido en la puja por el poder, y se mantuvieron mientras siguiera «al tope» ese núcleo de poder, militar o político.

Después de Urquiza, y de Derqui, vino Mitre. El poder militar y económico del puerto y la provincia de Buenos Aires era mayor que el de la Confederación.

Ahora, este «pacto de Mayo / julio» que impulsa el Peluca es el más abiertamente alevoso de todos. En resumen, dice al los gobernas (e invitados decorativos): «Ustedes firmen abajo y júntense para la foto. Yo voy a hacer lo que quiero, como hasta ahora. Después, hablen con Francos para ver si hay algunos fondos disponibles».

Pero eso son los modales de Javo, y la comunicación en el tiempo de las redes sociales. En el fondo, la relación de poder no es distinta de cuando Perón propuso «La Hora del Pueblo», o Alfonsín su consejo de notables. O Kirchner la Transversalidad. Esos proyectos funcionaron… durante la coyuntura para la que estaban pensados.

El planteo que quiero hacer aquí es que los Pactos funcionan, y merecen la inicial mayúscula, cuando expresan el sentimiento o la voluntad de sectores mayoritarios de la sociedad.

El Pacto de San José de Flores expresó el cansancio argentino con décadas de guerras civiles entre federales y unitarios. Las rebeliones populares, en la zona andina y su represión no se detuvieron. Pero una mayoría de la sociedad les dio la espalda.

Mucho más cerca de nosotros, apareció después de 1983 lo que la ex presidenta Cristina Kirchner llamó el «pacto democrático». Los horrores de 1976-83 -y algunos anteriores- nos «inocularon» contra la violencia política. Es llamativo que aún los que idealizan la lucha de esos años no levantan, en su inmensa mayoría, como referentes a las organizaciones armadas, sino a las Madres y Abuelas.

Pero todo se desgasta. La puja política en este siglo se ha empezado a llenar de odio. Y dirigentes más o menos carismáticos encuentran útil seguir los consejos de Laclau: crear un nuevo sujeto, articulando diferentes demandas, y, sobre todo, encontrar un Otro, enemigo, que permita inventar un Nosotros. Laclau lo pensó para la Izquierda europea, que se había quedado sin sujeto histórico. Pero le funciona a cualquiera que sepa usarlo.

Además, según dicen falibles encuestas, muchos varones jóvenes -entre 16 y 30 años- buscan una épica que falta en la política actual.

La habrían encontrado en un panelista de TV, algo ridículo, que propone una abstrusa teoría económica. Creo que la dirigencia política desplazada -peronistas, macristas, radicales,…. – deben evaluar si sus discursos no sonaban… obsoletos para una parte mayoritaria de los votantes. Al menos, eso se vió en noviembre del año pasado.

Y, a pesar de las incoherencias y alevosías de este gobierno, todavía las oposiciones, dialoguistas o duras, no han recuperado la confianza de los sectores que la habían perdido. Aún están vigentes los famosos «tercios»: el que mantiene expectativas en Milei -está disminuyendo, pero -dicen las encuestas- sigue siendo importante; el que, descontento con el gobierno, le despierta menos rechazo que la idea del regreso del peronismo reciente. Y, claro, el peronismo. Que sigue siendo la fuerza política más numerosa -lo mostró la 1ra. vuelta, en octubre pasado- pero no alcanza por sí solo la mayoría necesaria.

Las preguntas que me parecen más importantes hoy para hacernos quienes encontramos nefasto el Pacto que propone Milei es ¿Qué fuerza política podrá proponer un nuevo Pacto que pueda aceptar la mayoría de nuestra sociedad? Y, más importante ¿Cuál puede ser su contenido?

La respuesta a la primera hoy es difícil. El macrismo aparece como una cantera de posibles funcionarios para aplicar con más coherencia y profesionalidad las políticas de Milei.

Los radicales… tendrían que empezar por proponer un Pacto entre ellos mismos.

El peronismo o peronismos no parecería interesado, por ahora. El cristinismo orgánico -La Cámpora- está empeñado en fortalecer su identidad en torno a su líder. No plantea otra propuesta que volver a 2015. Sin Scioli, claro. Los gobernadores, el Frente Renovador… habrían desensillado hasta que aclare, como aconsejó Perón alguna vez.

Curiosamente, en una entrevista larga pero muy adecuada a la sensibilidad moderna, CFK volvió -creo que por 1ra vez, o cerca- a una de las consignas más añejas del peronismo. Una de las «20 Verdades Peronistas».

«En la nueva Argentina, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.

Creo que puede ser un Pacto que aceptaríamos hoy una gran mayoría. Tal vez, no desde una Nueva Argentina, sino la de casi pleno empleo que queremos rescatar.

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