SANTORAL: Fina, Anastasio, Anastasia (Patricia) y Francisca (Romana)
12 de marzo
Fina
A fin de mortificar todavía más su carne, evitando de tal suerte las tentaciones que en su estado y a su edad hubieran sido en extremo peligrosas, la niña rogó que se la acostara en una dura tabla de madera, de la que nunca más volvió a levantarse.
Su piedad fue casi insuperable y no se le escuchaba emitir un gemido cuando las ratas roían las múltiples llagas que presentaba su martirizado cuerpo.
Finalmente Dios acudió en su auxilio y por medio de Gregorio Magno –en espíritu, ya que el Papa Santo había fallecido 600 años antes– anunció a la niña que moriría durante su próximo cumpleaños.
El obsequio puede parecer extravagante, y si bien el Señor obra de manera misteriosa y no nos es dado interpretar sus designios, está claro que la de la desdichada niña ya no era vida que mereciera vivirse.
11 de marzo
Anastasio
Mártir, m. hacia el 305
10 de marzo
Anastasia Patricia

Permaneció allí escondida y, puesto que le era imposible disimular la voz, emergió a los seis meses convertida en Anastasio el Eunuco, personalidad bajo la que vivió como hombre durante los siguientes 19 años.
Cuestión de gustos, pensó la comunidad de monjes.
teólogos, y con los cuarenta santos mártires de Sebaste, integrantes de una legión romana estacionada en Armenia que rehusaron realizar ofrendas a los dioses. Fueron condenados a permanecer desnudos sobre un estanque helado, expuestos al frío invernal y viento del norte, aunque lo suficientemente cerca de baños de vapor y habitaciones muy caldeadas ideales para apostatar.
Al tercer día, uno de ellos flaqueó y corrió hacia el baño caliente, pero apenas traspuso la puerta se desplomó muerto, fulminado por un rayo. Si bien los guardias dedujeron con mucha lógica que éste había sido lanzado por Júpiter, tocado por una revelación uno de los centinelas se arrancó las ropas y exclamó: “¡Yo también quiero ser cristiano!”, gracias a lo cual los mártires siguieron siendo cuarenta.
9 de marzo
Francisca Romana
Viuda, 1384 ‑ 1440

Lorenzo Ponzani no debía ser ni más ni menos repugnante que cualquier otro macho italiano, pero para un alma como la de nuestra santa, dotada de tan peculiar sensibilidad, los cuarenta años de matrimonio constituyeron una verdadera tortura psíquica.
Un día, mientras se dedicaba a la lectura espiritual, demonios con aspecto de animales salvajes le rasgaron los libros y la arrojaron sobre un gran montón de ceniza, para después maltratarla de tal modo que Francesca quedó irreconocible.

Con el tiempo la señora Ponzani adquirió gran maestría en el arte de amortiguar los sentidos. Se prohibió comer y beber aquello que pudiese producirle deleite al paladar, haciéndose objeto de una dura autodisciplina.
En 1436, cuando durante el Gran Cisma de la Cristiandad, las fuerzas del antipapa atacaron Roma, las propiedades de los Ponzani fueron saqueadas y destruidas y hasta el propio Lorenzo, quien luego de 40 años de semejante matrimonio podría ser considerado un auténtico santo, perdió la vida.
Francesca aprovechó la oportunidad para ingresar a una piadosa asociación feminista, convirtiéndose en fundadora de la orden de las Oblatas Olivetanas.