TRIUNFOS ÍNTIMOS: El traspaso de los archivos de «Crónica» a la Biblioteca Nacional
Mi desolación no podía ser mayor. No existe en el ancho mundo una fuente de información mejor sobre la agitada época que va del comienzo de los años ’60 a los ’90 que ese maltratado archivo, tanto en textos como en fotos. En fotos, porque el fundador de Crónica, Héctor Ricardo García era reportero gráfico, y mientras Crónica fue un producto exitoso (llegó a vender un millón de ejemplares diarios en sus tres ediciones, matutina, 5ª y 6ª) sus fotógrafos fueron la elite de la redacción. Y en textos, porque si por un lado Crónica era algo así como un «house organ» de las policías federal y bonaerense (estaba en todas las comisarías, y desde éstas solía alertarse a la redacción de casi todas las novedades significativas) también era la caja de resonancia de la militancia: en aquella época sin TV color ni cables ni FM ni fax ni internet no había manifestación ni volanteada ni caño ni opereta que puediera ser considerada fructífera sino era reflejada en las páginas de Crónica.
La redacción de Crónica y sus satélites (Así, Esto!, etc. etc.) era un reflejo de aquello: había periodistas-botones y periodistas militantes (como, por ejemplo, el viejo Eneas Spilimbergo) y mucha bohemia, burrera y tanguera: hasta mediados de los ’80 no solo contaba con un restorán propio sino que se servían bebidas alcohólicas. Hoy, quienes pululan sigilosamente por redacciones que parecen asépticos y silenciosos quirófanos no pueden siquiera imaginar lo que eran aquellas redacciones siempre llena de humo, puchos aplastados en los pocillos de cafe y los «chaparrones» furiosos de los tipeados y los bruscos frenazos de los carros de las remingtons y olivettis. Y las rotativas estaban en el sótano. Y el jefe de redacción las podía detener con un grito si era imprescindible. De esas máquinas, de esas tintas, me enamoré cuando era pibe…
Hasta el punto de cuando comence a militar, en 1968, cuando cursaba el segundo año en el Puerredón, mi presupuesto diario se componía de los 86 pesos diarios para un paquete de Jockey Club, y lo necesario para tomar un café en el bar de la esquina de Estados Unidos y Chacabuco (se llamabaa «España» y luego se llamó «Annie», hoy sólo sobrevive a una cuadra de allí el «Aconcagua») un salvoconducto para quedarnos horas hablando en sus mesas con la venia del gallego Modesto, su dueño e, infantable, para comprar la 5ª de Crónica.
No sé por qué, recuerdo perfectamente el día de 1969 en que conversé con Keny Berroeta acerca del artículo que narraba el asesinato de Augusto Timoteo Vandor…
El último archivista
Sergio y yo nos entendimos de ojito. El tenía, tiene, un concepto muy claro de la valía historiográfica y cultural del archivo que tenía virtualmente en sus manos. Me dijo que por momentos lo asaltaba la tentación de renunciar ya que nadie le llevaba el apunte y el sueldo era exiguo, pero que por otra parte tenía plena conciencia de que si se alejaba, no habría nadie que supiera qué corno había en ese archivo y como encontrarlo. Nos conjuramos a conseguir que esos archivos no fueran saqueados ni trozados. Que no cayeran en manos de privados ni fueran llevados al extranjero. Que permanecieran en Argentina, y en el dominio público.
Crónica y la Biblioteca Nacional, firmes junto al pueblo
Ambas entidades firmaron un convenio histórico, en el que se acordó la digitalización del archivo fotográfico y periodístico del diario. Un aporte más a la cultura de nuestra sociedad.
La cita fue en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional, y desde allí su director, Horacio González, aseguró que «todos hemos leído ‘Crónica’ y sabemos que su estilo popular y cercano a la comunidad lo convierte en un tesoro de interés público» por lo que decidió «inmediatamente acompañar el generoso ofrecimiento ya que significa un acto de democracia en el sentido en que preserva la memoria pública». En la misma línea, se expresó el presidente del grupo de medios, Raúl Olmos, al resaltar que «este convenio hace honor a nuestro eslogan (Firme junto al pueblo), pues permite que el material vuelva a cobrar vida y esté disponible para ser consultado por quien quiera».
La iniciativa partirá con el traslado del imponente archivo que cuenta con millares de piezas hacia la Biblioteca Nacional, donde será depositado en comodato. Allí se realizarán todos los trabajos de restauración, digitalización y categorización de cada una de las piezas, que estarán a cargo del equipo de profesionales del establecimiento cultural. «Convoco a todos los trabajadores de la Biblioteca, archivistas, científicos e investigadores, a participar de un momento histórico», aseguró González, al tiempo que el vicepresidente de Grupo Crónica, Gabriel Ben Ishai, subrayó «el apoyo que recibió desde el primero momento por parte de todas las autoridades de la Biblioteca para llevar adelante la organización de cada una de las partes del convenio».
Como testigo del pasado y del presente de Crónica, uno de los convocados para exponer en la Sala fue el periodista Roberto Di Sandro, quien conmovido por la preservación de las piezas enfatizó que «comienza una nueva etapa, en la que el diario se sigue renovando y da gusto que así sea, además haciendo un aporte muy importante al país». En tanto, el titular de la Biblioteca concluyó en que «Crónica y Biblioteca Nacional comienzan a ser conceptos que se entrelazan para la cultura nacional».