Veneno del bueno: Alex de la Iglesia estrenó su «Las Brujas (de Zugarramurdi)».

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Aunque no use escoba, iré volando. Hace mucho, mucho tiempo que no tengo la certeza que tengo hoy: que el domingo iré al cine con mi hijo a ver Brujas, de Alex de la Iglesia. La pasé muy bien leyendo esta entrevista. Me pregunto qué tendrá que ver que me gusten tanto sus películas, su humor negro, con el hecho de que sea medio español e hijo de un vasco-navarro. Leo en la Wikipedia: 

En 1610 tuvo lugar en Logroño un auto de fe en el que la Inquisición española procesó a cuarenta vecinas acusadas de ser brujas de Zugarramurdi y condenó a doce de ellas a morir en la hoguera (cinco de ellas en efigie por haber muerto con anterioridad). Las ejecuciones se basaron en la mayor parte de los casos en testimonios basados en supersticiones y envidias que eran poco o nada fiables.

Julio Caro Baroja cita como párrafo interesante de dicho auto de fe el siguiente: «Las 18 personas restantes, fueron todas reconciliadas (por haber sido toda su vida de la secta de los brujos), buenas confidentes y que con lágrimas habían pedido misericordia, y que querían volverse a la fe de los cristianos. Leyéronse en su sentencia cosas tan horribles y espantosas cuales nunca se han visto: y fue tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el día desde que amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel día. Con todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideración mucho más al arrepentimiento de sus culpas, que a la gravedad de sus delitos: y al tiempo en que comenzaron a confesar, agravándoles el castigo a los que confesaron más tarde, según la rebeldía que cada cual había tenido en sus confesiones».

El domingo, sígannos en La Otra, por radio La Tribu (FM 88.7). Artista invitado: Eduardo Blaustein, autor de «Años de rabia»

CINE › ALEX DE LA IGLESIA, LAS BRUJAS, LOS VEINTE AñOS DE CARRERA Y SU MANERA DE ENTENDER EL CINE

«El cine te tiene que liberar del miedo que te da la vida»

En su nueva película, el realizador cruza a unos ladrones poco afortunados con tres brujas encabezadas por Carmen Maura.
 Por Oscar Ranzani / Página 12
A veces, los proyectos nacen espontáneamente pero pasan mucho tiempo descansando en la mente de un creador para que maduren o evolucionen. Hasta que llega el momento de concretarlos, porque no todo lo que proyecta –se sabe– puede realizarse en el mismo instante de la ocurrencia o en un tiempo cercano. Algo de esto le sucedió a Alex de la Iglesia con Las brujas, su último film –que se estrena mañana–, cuya idea nació… hace mucho tiempo. Tanto que hay que remontarse a su opus dos, El día de la bestia, para encontrar su germen.

De La Iglesia –que vino a presentar su film y debatir con el público– recuerda que en El día… había una secuencia que quedó fuera porque no había tiempo para contarla. El cineasta bilbaíno quería hablar del pasado del personaje principal, Angel Berriatúa (Alex Angulo), el sacerdote vasco del Santuario de Aránzazu que creía haber encontrado el mensaje oculto del Apocalipsis, el cual indicaba que el Anticristo nacería el 25 de diciembre de 1995 en Madrid.

«Queríamos decir que la madre del cura era bruja y que había estado en Zugarramurdi, pero todo eso se quedó ahí y la obsesión con Zugarramurdi continuó», explica el director a Página/12. El lugar que menciona es un pueblo navarro, conocido por las cuevas en las que, según la Inquisición, se reunían las brujas a hacer aquelarres en el siglo XVII y donde un grupo de ellas fueron condenadas a muerte. Allí transcurre gran parte de Las brujas. «Quería hacer una comedia desenfrenada, que es para lo que he nacido. Pensé en recuperar ese mundo de Zugarramurdi y contar la historia de unos hombres que viven una situación tan dramática que tienen que salir corriendo», detalla.

Presentado en los festivales de Toronto y San Sebastián, el nuevo largometraje de Alex de la Iglesia marca el retorno de Jorge Guerricachevarría como coguionista, luego de la impasse que mantuvo con el director bilbaíno desde Los crímenes de Oxford, la película menos personal del cineasta. Y Las brujas muestra a De la Iglesia en estado puro, aquel que supo convertirse en un director de culto con películas como Acción mutante y El día de la bestia.

Todo comienza en un día soleado en Madrid, cuando un grupo de hombres de-sempleados y desesperados, encabezados por Tony (Mario Casas) y José (Hugo Silva) deciden asaltar la tienda Compro Oro, cerca de la Puerta del Sol. Desde ese momento, como no tienen coche propio, ambos comienzan a huir en taxi perseguidos por la policía y toman como rehén al chofer Manuel (Jaime Ordóñez) y a un pasajero. Viaja con ellos Sergio, el hijo de ocho años de José, que está divorciado y que ese día le tocaba estar con el niño. La idea es ir a la frontera con Francia para llegar a París, pero, una nueva aventura comienza cuando paran en Zugarramurdi: desde ese momento, nada será igual.

Los 25 mil anillos de oro robados serán el preciado botín que podría quedar en manos de unas brujas que viven encerradas en una mansión y que se alimentan de carne humana: una genial Carmen Maura, la bella Carolina Bang y Terele Pávez. Comedia oscura, cargada de violencia, humor negro y elementos fantásticos, Las brujas demuestra que De la Iglesia ha decidido volver a las fuentes.

–Se ha dicho que Las brujas tiene «la marca auténtica» de Alex de la Iglesia. ¿Está de acuerdo o son las típicas conjeturas periodísticas?

–La verdad es que no soy quién para hablar de mi cine. Yo hago cine y lo veo desde adentro. Son apreciaciones que pueden hacer quienes lo pueden ver desde afuera. Siempre he creído que todas mis películas son el auténtico Alex de la Iglesia. En ese sentido soy muy honesto. No he hecho ninguna que no haya querido hacer. Lo que pasa es que quizá yo tengo un concepto más abierto de cómo soy. Cuando te ve desde afuera, la gente intenta colocarte en un lugar concreto. Y en esta película sí he querido volver a un tipo de comedia satánica que había hecho antes. Se parece más a El día de la bestia, evidentemente, que a La chispa de la vida. Eso es obvio. Pero el tío que hace la película es una persona de 47 años y no de 25, que se le nota cuáles son sus obsesiones, sus problemas actuales y su situación en el mundo. Efectivamente es muy mía, en el sentido de que es una comedia como El día…,, pero hecha por alguien que tiene 47 años.

–Usted señaló que Las brujas es para que las mujeres se rían de los hombres. En ese sentido, ¿es la contracara de Balada triste de trompeta?

–Posiblemente. Es una película en la que soy, por un lado, muy machista porque coloco a la mujer como el gran demonio, como una persona malvada y cruel y como una bruja que busca la destrucción; pero, por otro lado, también estoy colocando al hombre como un idiota que se deja destruir. Podríamos resumir que la película dice que las mujeres son terribles pero que los hombres son imbéciles. En definitiva, yo no hablaría de misoginia sino de misantropía. Soy profundamente misántropo. Desconfío de la humanidad. Yo creo que todos guardamos muy malos sentimientos. Y el que no es malo es tonto. Ese es el problema.

–¿De veras cree que la mujer con poder es tan cruel y perversa?

–Considero que ellas tienen el poder: las mujeres tienen algo que nosotros queremos. Nosotros las deseamos y las necesitamos. Nacemos de dentro de ellas. Ya partimos de una inferioridad de condiciones evidente. Necesitamos a nuestra madre para poder abrirnos paso en el mundo. Y cuando ya por fin nos deshacemos de nuestra madre, necesitamos a una mujer para repetir el proceso y para volver a sentirnos hombres. Una mujer es mujer en sí misma. El hombre necesita a la mujer para ser hombre. En ese sentido, hemos empezado la batalla y hemos perdido. Pues comprendan y perdonen que en la batalla de los sexos me ponga del lado más débil: el hombre.

–¿Y cómo es su relación con el público femenino teniendo en cuenta que, a veces, los personajes de ese sexo han sido maltratados en sus películas?

–Es curioso porque sólo se fijan en que maltrato a las mujeres, pero en mis películas, sobre todo en ésta, los maltratados son los hombres. Lo que pasa es que no hay asociaciones de hombres que me llamen y me digan: «Nos estás manipulando en la película». Sí que hay asociaciones de mujeres que lo hacen. Pero también me parece bien. Por otro lado, hay muchas asociaciones de feministas que están muy contentas con la película porque el discurso de Carmen Maura refleja una manera de pensar con la que yo, particularmente, estoy de acuerdo: la mujer debería dominar el mundo. O sea, este mundo masculino sobre el que hemos construido la sociedad es un error. No funciona. El patriarcado no funciona. Dios Padre Todopoderoso no funciona. Obviamente que un gobierno que prepondera el poder del hombre sobre la mujer no funciona. Y comprendo perfectamente a Carmen que quiera cambiar las tornas y volver a una relación con la naturaleza más directa, a un mundo en el que la mujer tenga el poder. Como dice en la película: «Dios es mujer y los hombres no pueden soportarlo».

–La brujería se basa en utilizar un método de ideas y acciones supersticiosas y mágicas. ¿Su método para filmar es algo similar?

–Sí, en el sentido de que tienes que juntar una serie de elementos en una enorme olla (que es la película) y conseguir que aquello parezca bebible, y que cuando lo bebes te destruya poco a poco por dentro. La idea es hacer una película simpática, sobre todo una pócima que huela bien y que sepa bien, que te diviertas viéndola. Y que cuando estés en casa empiece a dolerte el estómago porque te das cuenta de que se estaba riendo de ti.

–Usted ha señalado que lo que define a su cine es colocar historias tremendas en lugares poco habituales. ¿Cómo fue elegir Zugarramurdi?

–Hombre, quizá es lo contrario. O es una cosa u otra. Hay dos alternativas, dos maneras de construir. Una, en una historia terrible colocar a pobres hombres (que sería ésta) o al revés: personajes terribles en una historia muy cotidiana, que sería La comunidad. En La comunidad, la situación es normal. Es pequeña. Es un vecindario normal y los que son terribles y asesinos son los vecinos. En ésta es lo contrario: un grupo de gente encantadora, pobres hombres con problemas (como que su mujer no lo soporta, o su mujer le pide sexo todas las noches y él no llega, o él no encuentra a una mujer a la que desear y la busca desesperadamente); es decir, hombres normales que se encuentran en el lugar más perverso y terrible que puede ser una mansión llena de brujas.

–Los personajes enfrentados al miedo están en varias películas suyas. ¿Qué es para usted el miedo y cómo lo vive o lo sobrelleva?

–El miedo es el otro, tu vecino, tu mujer, la sociedad. La vida me da miedo. Como decía Sartre, el infierno son los otros. Entonces, la manera de enfrentarte al miedo es la de comunicarte con los demás y encontrar una forma de evitarlo. Cuando seamos infinitamente sabios podremos disfrutar de la vida. Pero solamente los grandes sabios pueden conseguirlo. Mientras, estás intentando trabajar, no perder tu trabajo, mantener tu matrimonio, sostener una situación insostenible. La vida es así de terrible. Por eso creo que el cine te tiene que liberar y tienes que ir a divertirte. Ese es el gran escape. Es la gran terapia de la ficción. La ficción junto con la comedia y la risa son herramientas que nos ha dado Dios para sobrevivir en este mundo cruel.

–Tanto la violencia como el humor son características que marcan su cine. ¿Cuál de las dos cree que es más inherente al ser humano?

–Si somos serios y rigurosos, el hombre está más cerca de la violencia que del amor. Y el humor estaría entremedio. Horror o violencia, amor y humor forman un triángulo. Y el humor es esa herramienta, instrumento o escudo que nos ha dado la gran diosa madre para sobrevivir en este mundo absurdo. Gracias al humor soportas el horror. Y consigues atrapar el amor cuando descubres que es amigo íntimo del horror. O sea, amor y horror forman parte de la misma moneda. Hay un momento en el que hay que reconocer que las cosas que quieres y que amas son las mismas que las que te dan miedo. La única manera de llegar a ellas es asumirlo, darte cuenta de que no tienes que estar luchando siempre en contra de eso sino dejarte llevar.

–¿Cree, como dice un personaje en Muertos de risa, que «el humor no tiene ni puta gracia»?

–Absolutamente de acuerdo, en el sentido de que el humor es lo más serio que hay. Es lo que nos salva, es la redención. Y, a la vez, dedicarte profesionalmente al humor es el trabajo más serio y más complejo que puedes cometer. Si quieres hacer algo difícil intenta hacer reír. Hacer llorar es muy sencillo: sólo hay que apretar. Y, además, haciendo llorar le das a la gente tiempo para pensar. Si tú quieres que la gente se ría, eso ocurre de manera automática. Es infinitamente más abstracto. Yo hablaría de algo mecánico, la ruptura de algo mecánico. Por eso las cosas no funcionan. Hemos dedicado universidades y vidas enteras a estudiar el comportamiento humano y muy poco sabemos de la risa. Solamente algo que escribió Freud acerca de lo siniestro nos puede explicar levemente cuál es el mecanismo de la risa, pero si supiéramos manejar el humor de una manera racional sabríamos manejar racionalmente la vida.

–En este 2013 se cumplen veinte años del estreno de Acción mutante, su ópera prima. ¿Cómo observa el camino recorrido?

–Es triste darse cuenta de que no hay madurez. Es lamentable reconocer que no ha habido avances, que soy el mismo individuo que hacía su primer corto. No hay un desarrollo intelectual. Lo que sí hay es una tortuga con el caparazón más duro. O sea, he aprendido a encajar, pero no a golpear. Soy perro apaleado (risas).


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