Una nota muy interesante. Seguramente Mateo Gil no sabe que mi abuelo navarro, obstetra y socialista, Constantino Salinas (que fue vicepresidente de la Diputación Foral de Navarra a cargo de la presidencia, coronel y secretario de Seguridad Social del último gobierno republicano y ya en la Argentina médico rural en Río Pico, Chubut) fue el primer investigador de las andanzas de Butch Cassidy y Sundance Kid en Cholila y sus alrededores. Una lástima.
Tras los pasos de Butch
Por Marcos Ordoñez / El País
William Goldman contaba una historia extraordinaria sobre Butch Cassidy que no pudo incluir en Dos hombres y un destino.Wild Bunch operaba en Wyoming, Butch se quedaba en casa. Hasta anteayer pensaba en Butch Cassidy y veía, cómo no, el rostro de Paul Newman. Desde anteayer veo el rostro de Sam Shepard en la espléndida Blackthorn, de Mateo Gil, una de las mejores películas españolas de este año y de muchos años. Doblemente memorable, porque no abundan los buenos westerns: ninguno me había gustado tanto desde Appaloosa. De Valor de ley me gustó Jeff Bridges, pero es que Jeff Bridges siempre está bien, aunque hay un exceso de composición en su papel de Rooster Cogburn. Tiene más grandeza Shepard, una grandeza casi japonesa. Por su rostro, por el modo de colocar sus frases y, sobre todo, por su manera de andar (de los ojos hablaremos más tarde). Shepard tiene el caminar de los grandes, de Wayne, de Mitchum, de Robert Ryan, de Lee Marvin, de Jean Gabin. Hackman es de los pocos que todavía camina así: su objetivo (y quien dice objetivo dice destino) está tan claro que no les hace falta apresurarse, y a cada paso marcan el ritmo de la película, la llevan en sus pies y sobre sus hombros.
Detienen a Butch en Wyoming y el gobernador le ofrece la condicional si vuelve al buen camino. Butch medita unos instantes y responde, como Bartleby: “No creo que eso sea posible”. Y todavía tiene el glorioso morro de hacerle una contraoferta: “Pero si me deja libre, le doy mi palabra de honor de que no volveré a atracar nunca en Wyoming”. El gobernador acepta, y Butch cumple su palabra: cuando el