Diego Capusotto se mueve en un Peugeot 404 y Ernestina Pais en un Fiat 600, lo mismo que Juanita Viale. ¿Acaso están locos? Por el contrario, comprar un auto clásico y usarlo todos los días es una idea mejor de lo que muchos creen.
Por Nahuel Coca / Revista BRANDO
A veces pasa. Nos tomamos un taxi o nos subimos al auto de un amigo. El tránsito está imposible, y la marea rodante avanza muy despacio. En eso vemos por la ventanilla un auto viejo y oímos que alguien dice: «¿Qué haces con ese vejestorio? Comprate uno nuevo, flaco». La persona al volante del auto viejo piensa todo lo contrario: «¿Qué hacen estos giles en autos de 100 mil pesos, si están tan parados como yo?».
Sin negar por un segundo las ventajas de un vehículo nuevo y moderno, nos detendremos en los beneficios incomparables de poseer un auto clásico. Para empezar, vale aclarar que se considera que un auto es clásico cuando tiene más de 25 años. Sin embargo, la verdadera diferencia entre un clásico y un auto viejo es el estado de conservación, y sobre todo, que el vehículo sea original.
Hablando de autos, «original» no significa «raro» ni «poco común». Significa: «tal como salió de fábrica». Puede estar restaurado, pero nunca debe estar tuneado, modificado o pintado con colores que no venían de fábrica. De esos están llenos las calles y los clasificados, y en la mayoría de los casos son sorprendentes ejemplos del mal gusto de los que tienen afán de figurar.
Ventajas
Como todo bien mueble que fue perdiendo su valor monetario con los años, muchos autos clásicos son asequibles. Mientras los vehículos 0km más baratos arrancan en los 50 mil pesos, es posible comprar un clásico por 15 o 20 mil, darle un poco de atención y después de un par de meses, usarlo todos los días. Emprender un proyecto de restauración vale la pena, especialmente para todo aquel que nunca pisó la calle Warnes.
A diferencia de un auto nuevo, los clásicos no pagan patentes, se los declara a valores irrisorios y, según el vehículo, puede llegar a tener un costo de mantenimiento realmente bajo. Las aseguradoras que dan cobertura a este tipo de autos (son pocas, pero con respaldo) suelen cobrar menos por sus pólizas, ya que se trata de vehículos difíciles de robar y de vender, con muy poca circulación anual y que generalmente son usados los fines de semana. Aunque existe el mito de que no hay pólizas contra robo para este tipo de autos, esto no es verdad. Es posible que el gasto fijo más grande que se tenga, sea el de una cochera.
Buscar el candidato perfecto
Quien tiene la idea de comprar un clásico, primero debe decidirse por el modelo. Están los que necesitan una solución de movilidad económica, pero también están los nostálgicos, que ya saben qué auto quieren porque siempre lo supieron. Así como la juventud no vuelve, el asombro de un momento queda para siempre. Muchos se acuerdan de la primera vez que vieron un auto deportivo que entonces era el más caro del mercado, o del auto familiar, o hasta de un auto que era famoso en la tele. Aunque digan que el mercado responde a decisiones razonables, muchas veces la nostalgia es razón suficiente para adquirir algo que nos acerque, aunque sea en el espacio, a un tiempo en que fuimos más felices. Y como decía Borges, que nunca sacó el registro, los únicos paraísos que no están vedados al hombre, son los paraísos perdidos.
Una vez elegido el modelo, se debe empezar la búsqueda. La paciencia será garantía de encontrar el mejor vehículo para el proyecto que se quiera encarar. En la búsqueda del candidato, los foros y clubes de socios pueden ser los mejores aliados. Si bien hay secciones para autos clásicos en los principales motores de búsqueda de usados (Deautos.com, MercadoLibre, Autofoco, Infoauto, Autocosmos, etc) también hay algunos portales de clasificados exclusivos para autos y motos clásicos (Deautoclasico.com, Cocheantiguo.com, Arcar.com.ar, Clasicosargentina.com.ar, entre otros).
Aprender los secretos es vital
Como con cualquier auto usado, quien busca un clásico debe prestar atención a la documentación y el estado mecánico y estético. Pero además habrá que fijarse en aquellos puntos débiles conocidos del modelo. Cada coche tiene sus debilidades y fortalezas. Por ejemplo, pocos saben que a los Fiat 128 se les parte el chasis a la altura del parante central. O que la coupé Renault Fuego tiene un motor de fundición de aluminio que inevitablemente se corroe (como una cacerola Essen vieja) y queda picado, imposible de reparar. O que los Fiat 600 suelen tener problemas con los manchones, en los ejes de transmisión.
Para enterarse de todo esto, lo mejor es hacerse socio de los clubes de usuarios, entrar en sus webs, inscribirse en los foros y contar a la comunidad qué auto se está buscando, y para qué. Estos grupos suelen tener secciones de clasificados en sus páginas, que pueden simplificar mucho la búsqueda. Nadie mejor para aconsejar durante un proyecto de restauración que los fanáticos del modelo que se quiere.
Otro factor importante es la disponibilidad de los repuestos, y su precio. Esto se puede consultar en los foros, en casas de autopartes, en sitios de subastas online y en los portales internacionales de las marcas, que en muchos casos guardan un stock de repuestos por una cantidad de años sorprendente.
Si el vehículo fue popular y si entonces hubo (o todavía hay) muchos ejemplares rodando, entonces es casi seguro que habrá repuestos y que no serán caros. Si el vehículo fue fabricado por una marca que desapareció (Hispano Suiza, DKW, Siam, etc) entonces todo será más difícil. Algunos modelos tienen tantos seguidores que existen casas de repuestos exclusivas, que tienen stock de todos los componentes, desde el más grande hasta el más minúsculo, y si no lo tienen, lo consiguen. Se sorprendería el lector si supiera cuántos talleres además fabrican piezas a pedido, que de otro modo serían inconseguibles.
Si el vehículo es importado y si fue muy popular en EEUU y Europa, casi con seguridad se conseguirán todos los repuestos y a precios en dólares pero bastante razonables, tanto de las casas matrices como de autopartistas independientes. En muchos casos estos productos entran al país sin restricciones; aunque más vale asesorarse. Muchas marcas alemanas, como Mercedes-Benz, BMW y Porsche, reciben vehículos en sus talleres de clásicos de Alemania y los devuelven como recién salidos de fábrica, con certificados de restauración oficiales. El precio será prohibitivo, incluyendo un conflictivo viaje en barco hasta Europa, pero no existen mejores restauradores que los mismos fabricantes.
A rodar mi vida
Con el proyecto terminado (o casi) y con la seguridad de que el coche funciona, se sale a rodar. Lo ideal es empezar con un uso moderado, sin encarar viajes largos y tratando de evitar, a toda costa, los embotellamientos de tránsito en días de mucho calor.
Una de las mejores cosas que se pueden hacer con un clásico es participar de las carreras organizadas en el país y la región. El Rally de las Mil Millas o el Rally de las Bodegas, que se realizan todos los años, son algunas de las más conocidas. También las reuniones de socios de los clubes son una buena excusa para encontrarse con otros propietarios y compartir experiencias, metiéndose en círculos que nada tienen que ver con nuestros estudios, nuestro trabajo o nuestras relaciones de rutina. Juntarse con gente distinta que comparte el amor por una forma de andar es mucho más efectivo de lo que muchos creen.
Arriba de los clásicos se da un fenómeno insospechado. A diferencia de los autos caros y ostentosos, estos autos no despiertan envidia, sino que generan fascinación. La gente sonríe, mira, comenta y saluda. Los turistas sacan fotos. En los semáforos, los otros conductores bajan los vidrios de sus autos para contar que cuando eran chicos, la familia tenía un auto parecido, o para preguntar de qué año es el auto y si está en venta. Ver sonreír a los chicos y a los grandes no tiene precio, en un mundo donde los autos nos llevan por caminos de discordia. Subirse a un clásico es manejar por otros caminos, insospechados, donde la gente se junta y comparte, conserva y revalora, recicla y ahorra, recuerda y, sobre todo, sonríe. Algo que no se consigue con un plan de ahorro.