DISPUTAS. Rusia Vs. la Unión Europea: La batalla de Ucrania
La «integración en Europa» es la operación a la que Occidente ha dedicado unas cantidades considerables de esfuerzos y dinero. La máxima de Brzezinski se resume en dos datos. Sumados los PIB de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se consigue más del 80 % de la potencia económica del espacio postsoviético y una población de 200 millones, lo que permite afirmarse como un polo geoestratégico estable en el mundo multipolar. Impedir esta integración es un objetivo estratégico compartido por Estados Unidos y la UE en su cruzada contra los países emergentes BRICS(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
No hay nada que represente mejor este doble vector que la situación vivida el 8 de noviembre de 2011. Ese día, se estrenó la «ruta norte», un gasoducto ruso que comunicaba con Alemania a través del Mar Báltico, eludiendo territorios de la antigua URSS en litigio entre Euroatlántida (la Europa de la OTAN + Estados Unidos) y Rusia. El tubo, que había sido calificado por la Varsovia de Donald Tusk como «un nuevo Pacto Molotov-Ribentropp «, fue compensado con una carta conjunta firmada por los ministros de Exteriores alemán y polaco. En ese documento, Polonia aceptaba el liderazgo alemán en la reforma de la UE a cambio del apoyo alemán a la política antirrusa de Polonia hacia el Este. El objetivo de esta política sigue siendo el que Brzezinski decía hace casi veinte años: atraer a los países ex soviéticos que todavía están en una «zona gris» —a medio camino entre las influencias opuestas de Rusia y Occidente— e integrarlos en Europa para invalidar las jugadas integradoras rusas alternativas. En Moscú, esta política se llama la Idea Jagellònskaia, una reedición de la expansión polaca hacia el Este, afirmada por la unión personal del Gran Duque lituano Jogelló y la reina Eduviges a partir de 1386. Aquella unión federativa dominó, durante el siglo XV, el espacio hoy en litigio entre el Báltico y el Mar Negro, por eso la analogía moscovita.
La carta conjunta de los ministros de Exteriores tuvo «un amplio apoyo entre los miembros de la UE», apunta una nota del Ministerio de Exteriores polaco. En este contexto, se llega a la cumbre que la UE ha celebrado en Vilnius (Vilna. N. del R.), capital de Lituania, los días 28 y 29 de noviembre, con la inocente propuesta de firmar un documento de integración con los países que hoy componen una cierta zona Jagellònskaia postsoviética ampliada: Azerbaiyán, Bielorrusia, Ucrania, Armenia, Moldova y Georgia —la llamada Asociación Oriental—. Desde Berlín, Merkel subrayó su política dual en el Bundestag diciendo que esta iniciativa «no se dirige contra Rusia» ni supone » un instrumento de ampliación de la UE».
Por todo ello, Ucrania no ha firmado la Asociación Oriental y, en su lugar, aboga por el entendimiento que promueve Moscú en el marco de su propia jugada de integración aduanera con Kazajstán y Bielorrusia. La prensa alemana, que como siempre sólo menciona «el chantaje de Putin a Ucrania», trina por esta derrota. Ucrania es un gran país que se encuentra en medio de la falla tectónica Este-Oeste. Su población y su cultura tienen tantos elementos occidentales (a Galitzia) como eslavos orientales hermanados en Rusia, al este de Kiev y Crimea. No está interesada en movimientos radicales, sino que intenta surfear entre ambas fuerzas. La decisión de no firmar la Asociación Oriental «no cambia nada de la estrategia de desarrollo de Ucrania», que no da la espalda a la UE, dice Azarov. Rusia juega sus cartas un poco mejor que hace unos años, pero la tendencia es a perder posiciones. Habrá que ver cómo capitaliza Moscú la actual deriva desintegradora de la UE bajo el obtuso liderazgo alemán. La batalla de Ucrania continúa, entre dos imperios.