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ECONOMÍA: Un eje central: cárcel a los evasores

Después, es verdad, de un enésimo, inmoral, blanqueo. Y es que no cabe otra.

Sergio Massa explica y anuncia que en su gobierno los evasores irán presos (al mismo tiempo que exhorta a participar de un enésimo blanqueo ¿pero que otra cosa podría plantear?) lo que de verificarse será un giro copernicano en la historia argentina. No tenemos salida si los ricos siguen pudiendo eludir impuestos y fugar sus ganancias, no tenemos salida si la inmensa mayoría de la economía no pasa a estar en blanco.

Lo digo con la autoridad de haber hecho la tapa del mensuario cooperativo El Porteño en abril de 1990 (ver arriba). El hermano del Presidente y senador Eduardo Menem proponía entonces, a comienzos del menemato, lo mismo que ahora propone Massa. Pero trucho como era, al mismo tiempo que reclamaba airadamente en el Senado que los evasores fueran presos, él mismo («Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago», dicen que decía San Agustín) sacaba dinero que nadie sabia cómo había obtenido a un banco de Punta del Este. Descubierto y sintiéndose ultrajado por el conocimiento de la verdad, nos hizo juicio a Julio Spina y a mi, pero lo perdió.

Nuestro abogado era Aníbal Ibarra, y el que nos absolvió –la vida te da sorpresas– fue el juez Martín Irurzun, luego camarista y, como todos sabemos, amigo de encarcelar a todo quisque que fuera o pareciera cuca.

Yo trabajaba en la sección Economía de la agencia Télam y me enteré por una nota de Horacio Verbitsky. Estábamos en pleno gobierno de Carlos Menem y al mismo tiempo que Spina y yo se enteró la dirección de Télam, que (aterrada por la posibilidad de que el Presidente les reprochara el tenerme en su plantel) me pidió que desapareciera; que me quedara en casa hasta que las aguas se aquietaran.

Se dio la paradoja de que el secretario de redacción de la revista Humor Registrado, Tomás Sanz se le ocurrió escribir y publicar una nota mencionado muy escuetamente cien (100) casos de corrupción del gobierno menemista. Como era inevitable, mencionó el depósito de Eduardo Menem en la sucursal esteña del Banco Pan de Azúcar (hecho del que antes de la nota de El Porteño ya había dado cuenta, luego de viajar al Uruguay, en el efímero diario Nuevo Sur). Pues bien, el abogado de Humor y de Sanz era el tartufo de Ricardo Gil Lavedra,  que no citó en su defensa el hecho crucial de que el tema era cosa juzgada… y gracias a esa omisión Sanz resultó condenado y tuvo que recurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para evitar transferirle sus posesiones y ahorros al hermano del entonces Presidente.

 

 

La evasión, la formación de activos en los mal llamados paraísos (en verdad, guaridas) fiscales es el principal problema de la economía argentina, lo que promueve una nostalgia incontenible por el IAPI del primer peronismo y vuelve a poner en primer plano la necesidad de nacionalizar el comercio exterior.

Si los dólares fugados por argentinos volvieran al país para invertirse en la producción, la Argentina sería el mejor país del mundo… para todos, incluidos los veinte millones que hoy padecen la pobreza y la indigencia.

Se trata de creer –y luchar para que se materialice– que esta Argentina año verde sea posible. Porque lo es.

 

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