El Lanata de Majul / 3. Plumas y fondos reservados

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La redacción de Pájaro Rojo advierte que una nota verdaderamente importante sobre un tema vital se encuentra debajo de ésta, aplastada por tanto cotilleo, tapada por puterios. Si no prima en usted el espíritu chismoso en el que parece solazarse cuando no revolcarse nuestro ínclito director, vaya a lo verdaderamente importante cliqueando aquí. 

El Lanata de Majul, un Casanova alto, siempre al palo, campeón de las señoras gordas (nota 3)

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PPP. Periodismo para pocos. Un emprendimiento que lanzó (e inmediatamente abortó) Lanata el año pasado.

Una mano de bleque

Cuando Majul y Lanata coinciden en la aversión a un periodista, lo ponen a parir. Es el caso, entre otros, de dos eduardos, Aliverti y Anguita. De Anguita no recuerdo que diga nada inteligible, parecería que le tiene bronca por setentista… o porque era amigo de su amigo Caparrós. De Aliverti, Lanata aparece diciendo primero que “escribió el libro de Malvinas con (el ex dictador, general Fortunato Leopoldo) Galtieri”, y después, en las páginas 299-300, añade livianamente que “Eduardo publicó junto a Néstor J. Montenegro en 1982, con Editorial Nemont, un reportaje a Galtieri titulado Los nombres de la derrota. Puede conseguirse en Mercado Libre a un precio módico. La presencia de Galtieri en el libro es anónima…”. Y a pesar de que esto no guarda relación ni correspondencia con la tremebunda acusación inicial de haber escrito un libro a cuatro manos con Galtieri –al que al parecer Aliverti solo entrevistó,  lo que no es lo mismo ni siquiera parecido–, Majul califica la arremetida de Lanata de “preciso y quirúrgico ataque”. Tan preciso como los drones que asuelan la frontera afgano-pakistaní.


Otro periodista que concita el encono tanto de Lanata como de Majul es Reynaldo Sietecase, que trabajó muchos años con el primero. Majul comenta que “se considera mucho mejor de lo que realmente es” y Lanata lo despacha con un somero “(es) un tipo de mierda” (Pag. 297). Peor lo trata a Raúl “Tuni” Kollmann (que fue más consistente, consecuente y perseverante que él a la hora de defender los intereses de la familia García Belsunce) a quien trató, qué boquita ¿eh?, de “servicio hijo de puta” (pág.361).   

En su afán de zaherir a Horacio Verbitsky (y a los “setentistas” en general) Lanata ha de creerse ingenioso al calificarlo de “Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero” y seguidamente (¿Lanata? ¿Majul? ¿ambos?) para ilustración de los lectores más acartonados se informa que BR es “un personaje creado por Diego Capusotto, el humorista quien en su momento definió al kirchnerismo como lo más parecido al menemismo, pero con derechos humanos”.

Además de que resulta inverosímil para quienes conozcan siquiera muy superficialmente a Capusotto que haya comparado al kirchnerismo con el menemismo (¿dónde? ¿cuándo?) el comentario olvida al guionista Pedro Saborido. Bombita Rodríguez no es una invención individual de Diego Capusotto, sino de Peter Capusotto. “Peter”, por Pedro Saborido. Bombita es una creación de ambos. Ni Lanata ni Majul parecen saberlo, acaso porque están en las antípodas del humor capussottiano.

Lo que se puede suponer

En el capítulo mujeres, la palma se la lleva la bella Silvina Chediek, con quien Lanata estuvo efímeramente casado. La Turca Chediek no le quiso decir mucho a Majul, pero si le aclaró que fue ella quien tomó la iniciativa en la separación. Ambos acuerdan que la misma se produjo a causa de una infidelidad de él. Lanata dice que en aquella época, cuando comenzaron a salir y enseguida se casaron “salía día por medio con una mina distinta” pero terminó por comentar que “en algún momento alguien le dijo a Silvina que yo era puto”. Al parecer, ella lo creyó, ya que Lanata agregó indignado: “Si yo fuera puto sería como (Fernando) Peña. Me cogería a media ciudad. O a toda. Y lo último que haría sería no decirlo”. (págs. 325-326).

Al parecer, Lanata tiene algún desconocido aspecto que chirría en su sexualidad. Lo deja flotando Majul en el capítulo 14, “Chicas”, cuando escribe “Hasta ese momento, y contra lo que se puede suponer, Lanata nunca había tenido ningún problema para conseguir chicas”.

Al respecto, una pequeña anécdota. Una vez de las muy pocas que estuve en la vieja redacción de la revista Noticias, en la esquina de Corrientes y Talcahuano me topé con un tal Giordano, un individuo repelente que trataba a los redactores mucho peor que su tocató  famoso a sus modelos: como un cómitre a los galeotes. Tan mal y con tanta soberbia y prepotencia, que por no asistir al espectáculo busqué refugio entre los fotógrafos. Eran los primeros noventas, tiempos de éxitos para la convertibilidad menemista y Lanata, que utilizaba camperas de retazos multicolores, recorría por las noches los boliches de Punta del Este, a veces en compañía de Fito Paéz. Estaba con los fotógrafos de Noticias, decía, cuando escuché a uno decirle a otro: “Alcanzame la foto del puto de Lanata”.

Intervine: “Disculpame que me meta pero no me parece que Lanata sea puto. Lo conozco desde que ambos estábamos en El Porteño y no es que me simpatice, precisamente, pero tengo presente que Lanata entonces no sólo no mostraba ninguna afinidad con el mundo gay sino que maltrataba y perseguía al único gay declarado de la redacción, Daniel Molina”, le dije al energúmeno.

“Que no va a ser puto el gordo, si lo escrachamos a la salida de un boliche gay”, respondió socarrón.

“Que haya estado en un boliche gay no quiere decir necesariamente que lo sea. Precisamente, Daniel Molina me llevó una vez a conocer el circuito gay de la avenida Santa Fe, ‘La draga’, lo llamaba, y terminamos los dos en ‘Contramano’, el boliche gay de la calle Rodríguez Peña, lo cual no me convierte automáticamente en homosexual”, insistí, sintiéndome un poco entrometido. Meterete, que decía mi abuela.

“Sí, todo lo que quieras, pero si a la salida te hubieras encontrado con un fotógrafo no te hubieras tapado la cara con las manos”, cerró la conversación el reportero gráfico, dejándome sin palabras.

Raro el recato, teniendo en cuenta el exhibicionismo del personaje, me quedé pensando.

Plumas y pistolas

­–¿Como cayó en la redacción que Lanata empezara como monologuista en el Maipo?– le preguntó Majul al joven periodista especializado en economía, Alejandro Bercovich (actualmente en el colectivo que edita la revista Crisis).

Lanata debuta en el Maipo. Extraordinaria foto de Claudio Herdener


–Todos lo comentamos con vergüenza ajena. Fue en octubre de 2008, siete meses después de la salida del diario. La mayoría pensamos que iba a largarse. Que se había cansado del chiche nuevo. También cayó muy mal su deseo de que cerráramos la tapa de Crítica temprano, para mostrarla en el teatro. ¿Desde cuándo un monólogo en el Maipo es más importante que el periodismo? (…) El diario terminó teniendo su impronta: el culo y las tetas en la tapa. (pág. 350)

– ¿Cómo fue que le dijiste a Lanata que el diario (Crítica) no te gustaba?– le preguntó Majul a Alejandro Seselovsky.

– Después de que apareció en la tapa Florencia de la V, a propósito de su participación en Mujeres asesinas (…) estaba Flor de la V con una 9 mm. en la mano y un título que decía “Flor vuelve a la tele con la pistola en la mano”. Yo lo agarré y le dije. “Escuchame ¿qué significa ‘Vuelve Flor con una pistola en la mano'”. Esperaba que me dijera que era un error, pero Lanata me contestó cortito. Con una línea. Me dijo: “A lo mejor nosotros somos esto”.

Seselovsky no se hubiera sorprendido tanto de haber asistido a la escena a la que asistió quien escribe. Lanata, que era entonces y acaso siga siendo un acérrimo enemigo de la legalización del aborto, creyéndose muy gracioso, tituló una breve nota sobre el tema en El Porteño así: “No al aborto, coja por el orto”. 

Lanata historiador, Lanata novelista

El barco del gobierno se va a pique / ¿La solución? / UDELPA vcon Manrique/ Manrique diputado / Manrique intendente / Manrique senador / Manrique presidente, cantábamos  con mi hermano Luis y mi primo Guillermo Pagés Larraya cuando todavía niños, habíamos descubierto la ironía, y la sorna.  

Una de las omisiones más notorias del libro de Majul es que rehúsa profundizar, reflejar  alguna crítica de los libros, tanto del Lanata historiador como del Lanata cuentista y novelista.

De su condición de literato tampoco yo diré nada pues ser crítico literario no es mi metier, pero la omisión es muy notoria en lo que hace a sus libros dedicados a panorámicas históricas. Se imite todo, y dentro de ese todo, un excelente texto crítico-sarcástico del gran Homero Alsina Thevenet, que por no haber sido en nada refutado no puede faltar en una biografía del personaje.

Majul tampoco profundiza en el último libro de Lanata, Muertos de amor, dónde procura hacer congenionar la técnica novelística con la historia. En él, so pretexto de criticar a los setentistas… se aboca a una historia que sucedió una década antes, cuando guerrilleros al mando de un periodista, Jorge Masetti, intentaron establecer un foco rural en Salta y fusilaron a dos de los guerrilleros antes de haber entrado en combate. Caparrós salva la ropa criticando el libro de su amigo, pero es benévolo con él: hacer tábula rasa con los riquísimos años ’60 y ’70, como si fueran una misma cosa, demuestra palmariamente qué clase de historiador es.

Un gorila irreductible

Los escarceos de Lanata con la cultura y la historia no han pulido en lo más mínimo su antiperonismo visceral, su profundo escepticismo acerca de la viabilidad de la Argentina, su rechazo de lo nacional por considerarlo espurio, el culto al autodesprecio, el nihilismo. “El nuestro ya era un país trucho cuando nació. El virreinato fue el centro más importante de América del Sur en el tráfico de esclavos. El primer garito que funcionó en Buenos Aires fue manejado por el tesorero del Cabildo. Eso marca como somos los argentinos”, rezonga, fatalista (págs.424 y 425).

Como si fuera el dinosaurio Bernardo redivivo, Lanata sostiene que el gobierno de Néstor Kirchner “fue un gobierno peronismo típico” y que con él empezó (sic) la corrupción. Textual: “…la matriz de la corrupción de estos años empezó con Néstor. Kirchner (que) fue el primer presidente que compró empresas”.

El kirchnerismo se convirtió en una obsesión para Lanata. Hasta el punto de que se propuso escribir un libro sobre él. Megalómano, lo primero que hizo fue ponerle un título: K por L. Sin embargo, por razones que jamás explicitó (acaso porque no encontró la mugre que hubiera querido encontrar) desistió de escribirlo en 2009.

Dice Lanata: “Al kirchnerismo le conviene plantear que esto es una guerra. Fabricar enemigos ficticios para darle una épica al proyecto mientras se afanan todo (…) Este gobierno es de derechas y fue de derechas siempre (…) Yo no le creo nada a estos tipos, son unos chorros, mienten, son autoritarios (…) este gobierno no es de izquierda. Este gobierno es conservador con discurso de izquierda.” (pág. 426)

En la misma página, incurre en una curiosa definición de democracia, de cuño neomitrista. Dice que es “el sistema con que el Estado incide para que las mayorías no le pasen por encima a las minorías”. De ahí a los regímenes “democráticos” dónde las minorías pasan por encima de las mayorías no parece haber una distancia insalvable.

Aunque dijo que hace bastante que vota sistemáticamente en blanco, Lanata agregó que si tuviera que elegir se queda con Raúl Alfonsín porque “fue el que estuvo más cerca de la idea que yo tengo sobre una democracia social”.

En cuanto a las políticas desplegadas para la recuperación de Malvinas, reafirmó su escepticismo pero ya no insistió con su posición de que lo primero es respetar la voluntad de los tres mil kelpers, acaso por que se dio cuenta cuanto atenta contra la popularidad de cualquiera hacer bambolla de su afiliación al Partido del Extranjero, el de aquellos que se sienten representados, secretamente vengados, por los fondos buitres. Como los agrogarcas que guardan sus cosechas en gusanos gigantes con el único propósito de hacer hocicar al Gobierno.  

En esta ocasión, y en contraste con el optimismo veinteanual del canciller Timerman, Lanata se limitó a decir que en el mejor de los casos, recuperar las islas implicará el paso de “generaciones enteras”. 

Santibañes y los fondos de la SIDE

Entre las relaciones inconvenientes e inexplicadas de Lanata se encuentran quien fuera secretario de la Presidencia de Menem, Alberto Kohan, y el ex banquero Fernando de Santibañes, que fue secretario de Inteligencia del gobierno de Fernando de la Rúa. Siendo el capi di tutti capi de la SIDE, Santibañes le dio a Lanata el dinero para poner en marcha el efímero portal Data54, que Lanata de un día para otra cerró dejando a los trabajadores sin cobrar, colgados de la palmera.

En su momento, Majul lo dijo en voz alta y frente a las cámaras, por lo que Lanata lo querelló. Al final, terminaron haciendo clinch luego de que Majul aceptara que le era imposible probar que el dinero que Santibañes le había dado a Lanata provenía de los cuantiosos fondos reservados de la SIDE (pág. 306).

Al respecto, Majul cierra la narración con una anécdota ambigua:

“Fui a ver a una fuente muy cercana (a Lanata) para refrescarle la memoria. Me dijo:

– Fernando ayudó a Lanata porque siempre lo respetó, igual que te respetó a vos. Y por la misma razón, cuando él asumió, ninguno de los dos aparecía en la lista de periodistas que recibía (sic) dinero de la SIDE”. (Pág. 307)

Más allá de que no se entiende por qué el hecho de que Santibañes respetara a ambos periodistas desembocó en que sus nombres no aparecieran en “la cadena de la felicidad” de la SIDE (que en aquellos años distribuía anualmente centenares de millones de dólares) y no a la inversa, como sería lógico, se hace evidente que Majul no cree que la misma situación se haya repetido cuando en diciembre de 2001 cayó el gobierno de De la Rúa. (Continuará)


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