EL MITO DE LA «CAIDA» INCRUENTA DE PERÓN: El ANM ha contabilizado hasta ahora más de 60 muertos
Advertencia: Dejo esta nota arriba de todo, pero las cuatro anteriores las subí más tarde y son más modernas.
Sintonía fina. Ayer, en su discurso, Cristina ensayó una autocrítica llena de humor por haberse referido anteriormente a «la caída de Perón» en la que citó un sketch de Capusotto en el que Perón se cae de un colectivo. «Perón no se cayó de un bondi, a Perón lo derrocaron», dijo, rea, la Presi, hija de un colectivero, cual si fuera Dolores Solá, cantante de La Chicana. Da la casualidad de que el Grupo de Investigación Histórica del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) se encuentra abocado ahora a investigar el golpe que tres meses después depuso a Perón. Como se recordará, el golpe militar encabezado por el general Eduardo Lonardi se inició en Córdoba el 16 de septiembre y culminó el 20 de dicho mes cuando, bajo la amenaza del vicealmirante Isaac Rojas de bombardear y destruir la destilería de La Plata (ver más abajo), Perón se refugió en una cañonera paraguaya. Recientemente, La Nación, en respuesta a la acusación de la Presidenta de disparar «balas de tinta», publicó una nota editorial en la que sostuvo que Perón se cayó, implosionó, «porque su régimen se había agotado». Los investigadores del ANM, que ya hicieron una profunda investigación (próxima a ser reeditada) sobre los bombardeos del 16 de junio de 1955 que tuvieron como epicentro la Plaza de Mayo y sus alrededores, a poco de haber comenzado su nueva investigación (que lleva el título tentativo de «La Libertadora», el mito de la revolución incruenta) ya llevan contabilizados más de sesenta (60) muertos.
Bombardear la destilería
Según relata el diario El Día del 17 de septiembre de 1955, la población de Ensenada tuvo que ser evacuada en masa; Berisso también estaba amenazada, y los habitantes de La Plata se preguntaban si la onda expansiva también azotaría la ciudad.
Había un pánico colectivo. Era el resultado del ultimátum realizado por Isaac Rojas que, al mando de la flota de mar, exigía la dimisión del presidente Perón. De lo contrario, haría volar la destilería, como fueron bombardeados los tanques de nafta en Mar del Plata, como había sido bombardeada la ciudad de Buenos Aires tiempo atrás; y quería seguir con Dock Sud.
«Desde el crucero la Argentina –rememora Rojas– ordené al crucero 17 de Octubre (después 9 de Julio) que tomase posición frente al puerto de La Plata y bombardease la Destilería a la una de la tarde. Ya le habíamos enviado el telegrama a Perón pidiéndole la renuncia. Hubiéramos tenido que afinar mucho la puntería para pegarles sólo a los tanques (…). Y si no renunciaba con esta acción hubiéramos tenido que bombardear los tanques del petróleo del Dock Sur con la aviación (…). (Rojas, Isaac F. Revista Así, 8/12/1972). «Lonardi tenía pocas fuerzas y lo hubieran vencido. (…)». (Rodolfo Walsh, «Vida y muerte del último servicio secreto de Perón», Revista Todo es Historia, n° 4, citado por Norberto Galasso, Perón, formación, ascenso y caída (1893-1955), tomo 1, Colihue, 2005.
La amenaza facciosa era de veras grave, pues se trataba de reducir a cenizas una infraestructura básica del desarrollo económico. La elección de ese objetivo no es casualidad. La industrialización sustitutiva de importaciones en su fase «fácil» había permitido la mejora sustancial en las condiciones de vida de los sectores populares y clases medias al principio de esa primera «década ganada», sobre la base de industrias livianas. Con el paso a la sustitución de importaciones «difícil», que hace a las industrias pesadas de base, la importancia del desarrollo pleno de Yacimientos Petrolíferos Fiscales aparece como el eje fundamental. La pérdida de la mayor destilería del país significaba un golpe mortal al abastecimiento nacional de combustibles, muy difícil de reparar en el corto y mediano plazo. Era inconcebible que se atentara así en contra de la Nación, de las instituciones, de la democracia… Pero sucedió.
El bombardeo a la destilería de YPF en La Plata fue evocado por Carlos Zannini en una reciente reunión con diputados. Puso así el marco histórico pertinente para el análisis del acuerdo entre la Argentina y Repsol sobre YPF, que bajará al recinto de la Cámara de Diputados este miércoles. En igual sentido, señalaba Enrique Manson en Tiempo Argentino el 15 de agosto 2012 que «aunque los cañones de Rojas no destruyeron la destilería, se comenzó privatizando la explotación petrolífera y se terminó con la venta de la acción de oro de YPF. Paralelamente, se iniciaba la larga lucha por la recuperación nacional. Que no ha terminado, pero que ya en 2012 ha devuelto la Soberanía Petrolera a la Patria.» El proyecto de Néstor, la realización de Cristina.
De allí que el acto organizado el 16 de Abril pasado por Ramón Garaza, secretario general del Sindicato Unido Petrolero e Hidrocarburífero de Ensenada, adquiera un significado particular. Los oradores principales fueron Julián Dominguez, presidente de la Cámara de Diputados; Antonio Caló, secretario general de la CGT; Jorge Zoloaga, director obrero de YPF. Además, junto a la nutrida concurrencia estaban presentes los intendentes Slezack y Secco, de Berisso y Ensenada; así como la cúpula de la CGT regional y entre ellos Leandro Ciriaco, de la Juventud Sindical.
Allí, Julián expresó el sentir de todos: «me tocó participar del más maravilloso hecho político en la vida institucional de nuestra patria, que fue haber presidido la sesión mediante la cual se recuperó YPF para los argentinos. En mi vida hubo un antes y un después, porque vimos realizados todos los sueños». Fue un claro ejemplo, a años de distancia, que frente a la «fuerza brutal de la antipatria» necesitamos «la fuerza popular organizada», como predica Eva Perón.
Porque «bombardear la destilería» permite mostrar el comportamiento de los sectores dominantes cuando se trata de conservar sus privilegios. Y en verdad que los heraldos de la visión liberal en lo económico, conservadora en lo social, reaccionaria en lo político, sólo podía ver una amenaza en toda forma de desarrollo económico que potencie la distribución del ingreso y el mercado interno como motor, con la correspondiente consecuencia política en términos de participación en el poder institucional.
Como lo ve en la actualidad el conjunto de esa corriente ideológica, dueña de corporaciones y medios, que es la forma que adopta el capital concentrado en esta época. Por eso construyen el candidato que les sirva y que dé bien en las encuestas; y está siempre lista a sacrificar la Patria en el altar de intereses sectoriales, de grupo o personales, de corto, cortísimo, ínfimo plazo. Pero sucede.
Hay que reconocer que las afinidades y los odios de la oligarquía local se mantienen en el tiempo, siempre dispuestos a distribuir prestigio y solvencia a quien los sirva, en su momento y para la posteridad. Eso sí, los argumentos no suelen ser demasiado originales. Por ejemplo, con el tema de la inflación… ¿Qué tendrá que ver con YPF?: «En materia económica, mi deseo sería poner término a la inflación por una disminución de la burocracia a lo que sea realmente necesario. Los caudales públicos son producto del trabajo, y no es justo erigir con ellos una casta parasitaria y ociosa que se beneficie injustamente y ante la labor de los demás. En concordancia con lo dicho, impondré la mesura en los gastos públicos, para reducirlos a los que sea indispensable.»
Estos argumentos, que bien pueden figurar en el listo-para-decir de cualquier candidato establishmentoso actual, los dijo… Lonardi, en la Plaza de Mayo el 23 de septiembre de 1955, una vez que triunfó el golpe que amenazó con bombardear la destilería.
Esto es «bombardear la destilería». A defecto de contar con la flota de mar, buenos son medios y voceros para destruir lo construido, y volver sobre lo conseguido, con rumores y calumnias, grotesco y caricaturas, donde las tribunas de doctrina pretenden ser doctrina de tribunas. Establecer como sentido común el menos común de los sentidos, que son sus intereses permanentes, incompatibles con los de las mayorías argentinas.
Será dirimido esta semana, en donde corresponde, sin cañones y con argumentos, en el Parlamento, para que nunca jamás algunos pocos bombardeen las destilerías de todos, allí donde surgen y resurgen –en maravilloso realismo– energías, proyectos y militancia.