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El tarado argentino, por Teodoro Boot

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El tarado argentino
Por Teodoro Boot
José María Narpe, de 28 años, Mario Magallanes, 24, y Mariano Piñeiro, de 29, casado con dos hijos, abusaron de consuno de una chiquilina de 14 años de edad.
Embadurnada de rouge y metida en tacos altos o con bigotes sombreados con corcho tostado, un niño es siempre un niño, aunque él o ella crean no serlo.
Abusar de un niño es un acto aberrante, lo que de por sí sugeriría la conveniencia de mantenerlo en privado, pero hacerlo en patota lo agrava aún más, en tanto incluye una relación de sometimiento y sadismo que, por tratarse de un niño, no puede ser consentido. Como yapa,  está la evidente fascinación con que estos extraños heterosexuales contemplan las vergas ajenas. Son éstos dos nuevos motivos de peso que aconsejarían a los involucrados mantener alguna discreción sobre el hecho.
Sin embargo, el sentido de la realidad de estas personas está tan percudido que no sólo no mantuvieron sus crímenes aberrantes en privado, sino que los filmaron y, jactándose de ellos, difundieron el video urbi et orbi, seguramente para aleccionar a las nuevas generaciones sobre el mejor modo de comportarse del macho argentino.
Y como si su compulsión exhibicionista no fuera suficiente, sus amigos y familiares, encabezados por la esposa de Piñeiro, realizaron una airada marcha en solidaridad con el abuso de menores, el sadismo  y la ostentación de impudicias y delitos propia de los hombres de bien.
Chapaleando barro
Algo semejante le ocurre hoy al Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Mauricio Macri, 51 años, porfiando contra los consejos de varios asesores, las objeciones de la oposición, las críticas de las víctimas del atentado a la Amia y los antecedentes delictivos del individuo en cuestión, designó al frente de la Policía Metropolitana al ex comisario Jorge Fino Palacios, en su momento exonerado de la Policía Federal por estar relacionado con delincuentes involucrados, además de en el robo de automotores de alta gama, en el secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg.
La relación de Macri con Palacios no es nueva, y habría nacido al parecer cuando el ex comisario intervino en el desmantelamiento de “la banda de los comisarios” de la Federal, dedicada al secuestro extorsivo de medianos empresarios, casi siempre judíos (y también a algún asesinato por encargo disfrazado de secuestro extorsivo, como el de Rodolfo Clutterbuck) que cometió la imprudencia de secuestrar a Mauricio. Años después, luego de la exoneración de Palacios, el agradecido Mauricio lo llevó consigo a Boca Juniors donde se hizo cargo de la seguridad del club.
Palacios, Chamorro –el comisario que lo sucedió luego de sus renuncia a la Metropolitana–, Ciro James –un agente de inteligencia de la policía federal designado también durante la administración Macri en el Ministerio de Educación porteño con un  sueldo de 6 mil pesos a cambio de ningún trabajo–, y varios más, crearon un microemprendimiento dedicado a las escuchas ilegales que salió a la luz luego de las denuncias de Sergio Burstein y Néstor Leonardo, parasicólogo y cuñado malavenido de Mauricio, que luego sería víctima de un atentado. Casualmente dos personas que sostenían alguna clase de litigio con Mauricio.
Sin embargo, Mauricio se muestra sorprendido de la indagatoria a que lo sometió el juez Oyarbide, quien comenzó a investigar la existencia de una asociación ilícita no por su propia iniciativa sino por expresa directiva de la Cámara Federal.  El jefe de Gobierno ofrece conferencias de prensa tan absurdas que desde hace un par de meses parece estar protagonizando una representación minimalista de una comedia farsesca de Nini Marshall: durante la indagatoria el juez está tan confundido que en vez de contestar a las preguntas de Macri, se las hace. Burstein no es quien para reclamar nada pues además de no saberse de qué trabaja, no era esposo de una víctima del atentado a la Amia sino ex esposo. De igual manera, Néstor Leonardo es un vulgar arribista y no un cuñado como debe ser, aunque nunca nadie consiguió explicar por qué diablos a Ciro James se le podría haber ocurrido intervenirle los teléfonos.
Si bien a favor de la familia Macri es justo contabilizar que hasta ahora a Don Franco no se le ocurrió encabezar una marcha en apoyo a las escuchas ilegales, existe un cierto paralelismo entre Mauricio y los tarados de Villegas: ninguno de ellos parece tener conciencia de haber perpetrado clarísimos delitos, lo que no obsta para que a Mauricio le estallaren las arterias de indignación ante la posibilidad de que Sergio Burstein intervenga sus teléfonos o Néstor Leonardo haga lo propio sin cables ni alambres, valido sólo de sus Poderes. Y, desde luego, Narpe, Magallanes y Piñeiro cuidarán de que sus hijos y sobrinos no sean víctima del merodeo de esos asquerosos pedófilos que “entran por una puerta y salen por la otra cuando merecerían la pena de muerte”.
Lo menos que todos ellos merecen es un monumento conmemorativo.
En la colonia Montes de Oca.

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