GUGLIELMINETTI fue narco y asaltante antes que buchón, «mayor», asesino de compañeros inermes, pirata del asfalto, secuestrador extorsivo y notorio degenerado
Me topé frente a frente con el «mayor Guastavino» una vez que, investigando el ataque a la AMIA, fui al despacho de los fiscales Mullen y Barbaccia. Por los visto habían avalado que la SIDE del mayor Brousson y Patricio Pfinnen pagaran sus servicios. Hace un par de años supe que el muy depravado (¿recuerdan las fotos de aquella misa negra con el joven hijo del juez Quiroga, él vistiendo casulla y con símbolos nazis de fondo?) había sido uno de los asesinos de mi amigo Julio Enzo «Rulo» Panebianco y de otros infortunados compañeros secuestrados en el «Club Atlético» y acribillados en un callejón, cerca de la cancha de Huracán. Ahora comienzan a salir a la luz hazañas anteriores, de cuando era joven. Por ejemplo, su calidad de narco y ese misterioso incendio en Iquitos.
Si alguién puede ofrecer alguna precisión, aunque sea de manera anónima … bienvenido será.
Con el ánimo de esclarecer este capitulo negro de la historia nacional, no dudé en poner el testimonio de Juan Chaneton, una abogado que me difamó gravemente (al igual que varios jerarcas de Página 12, el diario que leo desde su aparición) y viendo cuan palmaria era su equivocación, nunca me pidió disculpas.
Y es que hay cosas que son principales, y otras que son accesorias.
Según confirman nuevos testimonios en la causa «Escuelita II» de Neuquén
Guglielminetti: De narco, asaltante y buchón, a «mayor», asesino, pirata y secuestrador extorsivo
(Télam, Memoria, Verdad y Justicia, por JJS). – Raúl Antonio Guglielminetti era «un sujeto violento, informante del Ejército y de la policía, con vocación por la delación» lo menos desde comienzos de los ’70, cuando se infiltró entre los obreros en huelga que construían la represa del Chocón, sostiene el abogado y periodista Juan Chaneton, autor del libro «Dios y el Diablo en la tierra del viento. Cristianos y marxistas en las huelgas de El Chocón» (Buenos Aires, Catálogos, 2005). Chaneton se presentó como «amicus curae» ante el TOF nº 1 que juzga los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención conocido como «Escuelita II», que funcionó en los fondos del Batallón 181 de Construcciones del Ejército, a la vera de la ruta nacional 22 y a 4 km. del aeropuerto de la capital provincial.
Chaneton presentó un escrito en el que puntualiza que a fin de escribir aquel libro entrevistó a uno de los líderes de la huelga, Armando Olivares, y al ingeniero Hugo Mochkovsky, segundo jefe de movimiento de suelos. Mientras Olivares le confirmó que Guglielminetti se presentaba como parte de la seguridad de la empresa, siempre iba armado y se infiltraba entre los participantes de las asambleas, Mochkovsky le dijo que Guglielminetti tenía «mucho interés en aprender a usar explosivos» y puntualizó que «estas actividades, delatar obreros y manejar explosivos, no son actividades que se requieren para trabajar en seguridad».
El tribunal presidido por Orlando Coscia aún tiene que decidir si acepta o no el testimonio de Chaneton, presentado a comienzos del pasado mes de julio pero dado a conocer ayer, pero el mismo coincide con otros testimonios recientes.
Por ejemplo, por el ofrecido el 21 de agosto pasado por quien era el jefe de la corresponsalía del diario Río Negro en Neuquén en aquellos años, Carlos Galván, quien recordó quela primera vez que supo de Guglielminetti fue por haber visto publicado que había caído preso «un peligroso delincuente».
Corría 1970, dijo, cuando «el subcomisario de la Policía Federal Gustavo Sommer me informó que que Guglielminetti tenía pedido de captura nacional e internacional, por contrabando de armas, estupefacientes y por un incendio intencional en Iquitos, Brasil.»
Dos años después de aparecer en las páginas policiales Guglielminetti volvió a la zona, consiguió empleo como cafetero en el diario Sur Argentino de la familia Sapag (dónde pasó luego a desempeñarse como cronista de noticias policiales), estuvo también en el informativo de LU5 y en 1976 se jactaba abiertamente de integrar la «comunidad informativa».
Galvan dijo que dicha comunidad era una organización secreta de «espías». «Todos los espías formaban parte de la comunidad informativa, él decía que participaba y lo había hecho en dos oportunidades; nosotros no sabíamos quiénes la integraban porque era secreto, el único bocón era él» describió.
Otro testigo , que era entonces el segundo jefe de la Policía neuquina, el comisario retirado Antonio Casal (el mismo que dijo que los militares habitualmente «plantaban cosas» en las casas de las personas que detenían para justificarse) dijo que Guglielminetti formó parte del grupo que actuó en la región como «Triple A» (Alianza Anticomunista Argentina) que el ex interventor de la Universidad del Comahue, Dionisio Remus Tetu, intentó comandar a fines de 1975. Y vinculó a ambos – Tetu y Guglielminetti- con tres atentados con explosivos en el el Juzgado Federal, la librería Libracos y la agencia del diario Río Negro.
Galván declaró en el juicio por delitos de lesa humanidad porque el 17 de agosto de 1976, en la madrugada, fue testigo directo de cómo el dirigente de Agua y Energía de Roca, Rubén Ríos, escapó del grupo de tareas que lo había secuestrado en su casa. Ríos logró salir del baúl del auto en el que era llevado a «La Escuelita» y fue visto por Galván cuando corría en ropa interior por el puente carretero Neuquén-Cipolletti.
Luego el sindicalista volvió a ser atrapado por quienes después lo torturaron.
El periodista se exilió en Brasil luego de que, por su actividad y la exposición de su esposa, María Cristina De Cano, en la búsqueda de tres cipoleños desaparecidos (Luis Genga y las hermanas María Cristina y Silvia Botinelli) sus hijos fueron amenazados de muerte. Tras el ultimátum Galván consultó al comisario Casal, que le dijo que él y su esposa se tenían que ir «ese mismo día».
En cuanto a Guglielminetti, revistaría en la SIDE de la dictadura –dirigida por el general René Otto Paladino como «mayor Rogelio Guastavino» y frecuentaría el ccd conocido como «Automotores Orletti» que dirigía su «maestro» Aníbal Gordon; sería uno de los asesinos de los ccd dependientes dde la Policía Federal (Circuito ABO), sin ir más lejos de Julio Enzo Panebianco y otros muchachos acribillados en un falso enfrentamiento cerca de la cancha de Huracán, y seguidamente se especializaría en delitos como la piratería del asfalto y los secuestros extorsivos.
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