La caída en desgracia de un «batata» infatuado
Salió el domingo en Tiempo y se me había pasado.
La increíble historia de Julio Cirino
El agente del Batallón 601 del Ejército que se convirtió en ideólogo del PRO
La Cámara Federal de Apelaciones acaba de condenarlo. Su participación en el terrorismo de Estado fue descubierta en 2008 a raíz de una investigación motorizada por Eduardo Luis Duhalde. Quiénes fueron sus protectores políticos.
El ex agente del Batallón 601, Julio Cirino, acaba de ser condenado a seis años de prisión por su rol en crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. La resolución de la Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones –integrada por Horacio Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Farah– revirtió así el sobreseimiento del represor –firmado por el juez Ariel Lijo en noviembre de 2012– al sostener que este formó parte de una «asociación ilícita destinada a cometer delitos que pusieron en peligro el orden constitucional».
«Cirino –dijo el funcionario– solía operar bajo la falsa identidad de ‘Jorge Contreras’. Estaría involucrado en desapariciones, no fue ajeno al Plan Cóndor ni a la intervención de los militares argentinos en América Central. Los hechos surgen de documentos desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano.» Y agregó: «Tras caer el gobierno de facto, Cirino no se corrió de la escena sino que fue empleado de la SIDE, agregado en la embajada argentina en Washington y, hasta hace sólo unos días, daba conferencias como experto en temas de seguridad.»
El tipo fue detenido por orden del juez Lijo, en el marco de una causa sobre el secuestro de militantes montoneros llegados del exilio. El magistrado se basó en una minuciosa investigación documental efectuada por un equipo del Archivo Nacional de la Memoria (ANM), dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos. Su logro fue que el individuo apodado «Contreras» no estaba mencionado en ninguna denuncia de sobrevivientes o familiares de desaparecidos; su condición de cuadro represivo era un secreto guardado bajo siete llaves. Debido a ello, había retomado su verdadera identidad y no estaba prófugo. Pero el cruce de los documentos norteamericanos con los datos obrantes en su legajo militar permitió unir ese apodo con su nombre real; ello lo llevó de manera irremediable hacia la desgracia.
PLUMA, ESPADA Y PALABRA. Nacido el 4 de diciembre de 1950, Cirino fue alumno del Colegio La Salle. Allí comenzó a frecuentar grupos católicos ligados al sacerdote antisemita Julio Meinvielle. Luego estudió en la Universidad de El Salvador, donde obtuvo una licenciatura en Historia. Corría 1974, y su relación personal con el interventor de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Ottalagano –el mismo que solía posar para las fotos haciendo el saludo fascista– le abrió las puertas de la Facultad de Derecho como ayudante de una cátedra. En 1976 publicó el libro Argentina frente a la guerra marxista; en sus páginas expone algunas sutilezas como «combatir a los subversivos con fusilamientos in situ». En 1977, con una recomendación firmada por un teniente coronel apellidado Menchaca, pudo ingresar al Batallón 601 como PCI (Personal Civil de Inteligencia). Allí su ascenso fue meteórico.
Fue el propio titular de la Jefatura II de Inteligencia, general Carlos Alberto Martínez, quien concretó su nombramiento. Ello no le evitó iniciar su carrera desde abajo. De hecho –según su legajo–, tenía «categoría 14 cuadro C subcuadro C-2»; por lo tanto, era algo así como el último orejón del tarro. Pero el carácter desenvuelto y presumido de ese muchacho de apenas 27 años no tardó en deslumbrar a sus superiores; en especial, al temible teniente coronel Jorge Arias Duval, quien estaba al mando de la llamada Central de Reunión. Ese organismo era el sistema nervioso del Batallón 601 y sus efectivos constituían la élite de la inteligencia militar. Cirino fue integrado allí como asesor universitario, antes de ser puesto al frente del Grupo de Tareas 7 (GT7), que operaba «sobre sectores estudiantiles, obreros y religiosos». Ello también consta en su legajo, en cuyas páginas él es nombrado alternativamente con su verdadera identidad y la de cobertura.
Haciéndose llamar «Contreras», mantuvo el 7 de agosto de 1979 una reunión con el consejero político de la embajada americana en Buenos Aires, William Hallman, y el oficial de Seguridad Regional, James Blystone. Sin haber aún cumplido los 30 años, Cirino era ya el agente de enlace entre los diplomáticos norteamericanos y el Batallón 601. El tema tratado –según el informe enviado por los dos diplomáticos a Washington– fue «Tuercas y tornillos de la represión gubernamental a la subversión», en el que figuran detalles pormenorizados sobre el ejercicio del terrorismo de Estado en Argentina. El tal «Contreras» se presentó como jefe del GT7, y contó que antes encabezaba una sección dedicada a estudiar a «chinos y rusos». Dijo que el aparato represivo era «un entramado complejo de entes secretos y superpuestos». Calculaba que, ya en esa época, el 80% de los centros clandestinos había dejado de funcionar. Al respecto, anticipó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que al mes visitaría el país para verificar denuncias, «no va a encontrar nada, ya que esos sitios fueron remodelados para no ser reconocidos». En este punto, Cirino se ufanaría por sus frecuentes visitas a las mazmorras de la dictadura. También informó que las «desapariciones bajaron de un modo brusco durante 1978». Sin embargo, admitía que «existen operaciones sin el permiso o conocimiento superior». Al respecto, aclaró: «Si se secuestra a la persona buscada, se publicita; si se trae a una ama de casa o a la tía de alguien, se niega.» También dijo que «las personas que demostraban no tener vínculos con la subversión también eran eliminadas, ya que liberarlas implicaba que pudieran reconocer a los interrogadores». Algunos comandantes –según su relato– creían «que el proceso era más importante que el individuo y que incluso los inocentes deben ser sacrificados a fin de evitar que el sistema peligre». Y dijo: «Algunos prisioneros eran ejecutados aun luego de cooperar. En cambio, otros eran blanqueados.»
«¿Cuánto puede durar aún el proceso?», quiso saber Blystone. La respuesta fue: «Es como si me preguntara qué tan largo es un pedazo de hilo.»
La participación de Cirino en la represión de la dictadura fue esclarecida en una investigación efectuada por un equipo del Archivo Nacional de la Memoria (ANM).
En ese instante, la concurrencia estalló en un cerrado aplauso.