Lucas Carrasco es un blogero que se hizo módicamente famoso durante la crisis con los agrogarcas por defender con donaire y lenguaje juvenil al gobierno sometido a una operación de acoso y derribo, lo que hizo que su sitio “República Unida de la Soja” fuera el más leído de la llamada “blogósfera K”, floreciente terreno de combates ideológicos al que el primer político nacional y popular en prestarle atención, justo es decirlo, fue Aníbal Fernádez.
Conocido de Máximo Kirchner, que fue su reiterado valedor para que consiguiera diversos espacios en medios estatales y progurbernamentales, Carrasco se hizo ídem de todos los referentes de La Cámpora, lo que amplió su campo de acción hasta niveles que causaron auténtica envidia en trepadores y periodistas profesionales.
Sin embargo, alcohólico de los que desayunan con bebidas blancas, perdió todos sus bien remunerados bolos, canonjías, changas y empleos. Los dos últimos, en Radio Nacional Rock -dónde se enfrentó con el personal técnico, provocando una repulsa sindical- y en el diario Crónica, controlado políticamente por la UOM, dónde Máximo pidió que lo tomaran de columnista. Y dónde Carrascco comenzó a escribir notas críticas de la Presidenta, su entorno y ministros y no cesó de hacerlo con el obvio propósito de que pasara lo que pasó: que prescindieran de sus servicios.
Tan pronto se vio en la calle, como un simple peatón, Carrasco se despachó con una larga serie de tuits contra Cristina y Máximo en la cual lo más liviano que hizo fue tratar a Máximo de “gordo puto”.
Pasada esa línea, como un ángel caído, como quien se creía águila y horrorizado se descubre murciélago, sin la posibilidad de retroceder, Lucas, el escalador que venía de la Fede paranense, atraído a la vez por la fama de Lanata, la prosa cínica de Jorge Asís, el sexo cutre de Bucovsky y las aspiraciones de su mishio epígono local, Enrique Symms, ya sin alternativa, pasó a la oposición.
De lo que di cuenta en una artículo titulado Lucas Carrasco cambia de bando. Carrasco se manifestó muy dolido por mis críticas, proclamó que me tenía mucho respeto… y me sacó de su blogroll.
Pasó bastante tiempo. Publiqué en este blog (o sitio, o como quieran llamarle) una nota de un autor hasta entones para mi desconocido que, obviamente, me pareció buena, y que era muy crítica con Carrasco. La tomé de otro sitio (o blog, o como quieran llamarle) “Tirando el medio”, de Gerardo Fernández, un compañero que parece entregado a la política en cuerpo y alma.
Carrasco subió a su blog un texto, una especie de anticipo (ver “Votaría a Massa”) que una hora después bajó y reemplazó por otro texto larguiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo.
En el primero no se metía conmigo, aunque si, mucho, con Gerardo Fernández. En el segundo se mete tanto conmigo como con Fernández. Intenta que ambos polemicemos con él. Está desesperado porque en el primer post, el que luego bajó y reemplazó, admite lo evidente: “Yo, si votara en Buenos Aires (vota en Paraná, donde nació) votaría a Massa”.
Horrorizado por su propia incontenencia, en su segundo, kilométrico post, Carrasco plañe que Fernández y yo “Con algo de astucia, me tratan de poner del lado de Massa (…) buscan encasillarme en algún lado. Meterme con Massa.” (sic)
Es decir, no se hace cargo de su elección. Ni de su traición.
(Continuará)
El texto que LC subió, bajó y borró:
Claro que Gerardo modera los comentarios así nadie puede decirle nada. Yo no modero. Y a mí no me publican todo. En fin, vayan para allá pero, desde los orígenes de todo esto, yo siempre me opuse a cualquier tipo de organización de blogueros pues somos gente que escribimos, escribir es un acto solitario pensado para multitudes que casi nunca nadie encuentra. Ese desgarro no encaja en ninguna organización. Independientemente de que se pueda ser, también, militante, de la misma manera que puede serlo un banquero, un albañil, un operador de radio o un cartero.