Periodismo y militancia, periodismo militante
Por tres periodistas activos y uno ya retirado, que es ahora vicejefe de Gabinete
Periodismo y militancia política en debate
Télam, Memoria, Verdad y Justicia
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Oscar González, Marcelo Duhalde, Ricardo Ragendorfer, Mariana Moyano y Pablo Llonto
La primera en hablar fue Mariana Moyano. Dijo que atravesamos un momento muy particular en el debate sobre periodismo, y recordó que mientras en los años ’70 el debate acerca de si había algo que fuera social que no fuera político se saldó a favor de quienes postulaban que ello era imposible, en el debate actual se verifica un gran triunfo ideológico de la dictadura y el menemato cuando, ante posiciones políticas expresas y claras por parte de periodistas se escucha un descalificador “lo hacen por dinero”.
Así, se habla de “las películas con mensaje” como si las hubiera sin mensaje; se habla de programas que educan, como las del canal Encuentro, y de los programas de Tinelli, y se habla de programas políticos y de los de Rial, como si éstos fueran inocuos cuando tienen efectos físicos palpables.
“Cualquiera puede hacer la prueba: las pocas veces que me si me someto a dos o tres horas de los programas de chismes del mediodía y la tarde, esto tiene efectos físicos claros sobre mí: me duele la cabeza, me siento pésimamente mal. Y es que esos programas producen intoxicación”, describió.
Retomando el eje del periodismo comprometido, Mariana Moyano dijo que “Joaquín Morales Solá es un periodista con compromiso”, y que es natural que así sea porque, preguntó retóricamente “¿Acaso puede haber periodismo sin compromiso?”.
Abordó seguidamente lo que consideró una falacia respecto a la muerte de de Rodolfo Walsh, decir livianamente que lo que desencadenó su intento de secuestro fue su “Carta abierta a la junta militar”, que sus secuestradores aún no conocían porque Walsh, precisamente, estaba enviándola por correo cuando una patota de la ESMA lo abordó cerca de la esquina de San Juan con Combate de los Pozos. Walsh, que en Montoneros eran conocido como “Esteban”, iba caracterizado de viejo jubilado y extrajo desde sus ropas una pistola Bersa .22, lo que motivó que le dispararan, hiriéndolo de muerte.
Dijo Moyano que atribuirle a la “Carta Abierta…” la razón de la muerte de Walsh es muy cómodo porque exime, escabulle, escamotea el hecho crucial de la militancia de Walsh en Montoneros, su peronismo.
Como esta impostura no se pudo sostener en el tiempo, la figura de Walsh, muy presente en los años ’80 y ’90, prácticamente ha desaparecido de los medios hegemónicos, puntualizó, y se congratuló que sea así ya que, dijo, ver exaltar y enaltecer a Walsh en Clarín era sinónimo de contrabando ideológico.
Moyano enfatizó que la grandeza de Walsh estriba no sólo en su militancia aria sino también en su manera también revolucionaria de encarar su labor periodística , ”que rompió con el contenido y con las formas de lo hasta entonces instituido”, por ejemplo en su obra mayor, «Operación Masacre».
Continuó Ricardo Ragendorfer, el crédito local, ya que además de periodista es investigador del ANM. Recordó los antecedentes del debate en curso, entre los polos periodismo militante/periodismo independiente. Estimó que en la medida en que trabajan en medios que no les pertenecen y cuya línea editorial no elaborar, «los únicos periodistas independientes que conozco son los desocupados».
Un periodista puede tener compromisos y hasta militancia política pero en la medida en que pretenda trabajar debe atenerse a las reglas del juego porque, destacó, «ante todo, el periodismo es un trabajo».
«O uno se asume como trabajador, o se desempeña como obediente suboficial del sistema», sintetizó.
«Claro que el periodismo no es un trabajo como cualquier otro. Si uno es un panadero militante, eso no tiene por qué reflejarse en los miñoncitos que amasa y hornea», pero manipular palabras e ideas no permite neutralidad alguna. O quienes escribe sigue los dictados de su conciencia o adoptan «una finalidad aviesa».
Retomando lo dicho antes por Moyano, «Patán» Ragendorfer coincidió que el paradigma de los periodistas con compromiso político o militantes es Rodolfo Walsh, y que si lo mataron no fue por su prosa sino por su militancia (dirigía una célula de policías federales que eran a la vez montoneros), y también coincidió en que Walsh revolucionó el periodismo no sólo en sus contenidos sino también en sus formas.
Comparó seguidamente a Walsh con Serguéi M. Eisenstein, el recordado cineasta ruso de la revolución bolchevique, autor, entre otras muchas obras, de «El acorazado Potemkim», que revolucionó la manera de hacer cine.
Sin embargo, ambas revoluciones, las del contenido y las formas no están directamente vinculadas, señaló, y así como la revolución formal que produjo «El acorazado Potemkin» estuvo precedida por la producida por D.W. Griffith con «El nacimiento de una nación», que sin embargo políticanente es ultrarreaccionaria, racista y una apología del Ku Klux Klan, la salida de «Operación Masacre» fue inmediatamente seguida por la de «A sangre fría», de Truman Capote, otro ejemplo insuperable de lo que habría de llamarse «non fiction».
«El periodismo es la primera versión de la historia», destacó Ragendorfer que seguidamente aclaró que, para tener alguna permanencia en el tiempo, esa primera versión tiene que ser no sólo fidedigna sino también clarividente.
«Supongamos que los medios de la época hubieran cubierto la llegada de Colón al Caribe en 1492. Todos hubieran dado por descontado que el almirante había arribado a la India. La primera crónica que lo hubiera puesto en duda, esa sería la que iba a sobrevivir», afirmó.
Tras estimar que nuestra época está signada por la velocidad, con «demasiadas noticias y poca información», y definió su trabajo como «una aventura personal en un escenario colectivo».
Ragendorfer habló de la necesaria apertura de mente y la buena fe necesaria para encarar la investigación periodística.
«Cuando uno se embarca en una investigación, trata de controlarla, de encuadrarla, de hacerla coincidir con las hipótesis que la motivaron, pero la historia pugna por dominar a quien la explora, por lo que tiene un final abierto», advirtió.
«El buen periodismo entraña un compromiso con las palabras, con las imágenes y la honestidad de pensamiento, de todo eso depende que sea, efectivamente, la primera versión de la historia», redondeó.
Paoletti falleció inesperadamente en 1986. Llonto recordó que antes, cuando el daba clases en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora sobre «Organización de la empresa periodística», que dedicó exclusivamente a las cooperativas, los invitó a los dos juntos, resaltó sus valores y también que ambos han sido prácticamente olvidados por el gremio de periodistas.
Atacó Llonto al programa televisivo de Jorge Lanata y a sus valores. Recordó que Lanata puso una gigantografía con la imagen Karina Rabollini, esposa del gobernador bonaerense Daniel Scioli (a quien representaba como un fakir dispuesto a soportar todas las ofensas), imagen que era manoseada lúbricamente por uno de los cómicos que trabajan para él, lo que a su juicio constituyó una ofensa directa a las mujeres en su conjunto. Llonto se burló de la pretensión del periodista devenido showman de que lo que hace es un periodismo serio, independiente y neutral.
Tras recordar como las publicaciones de la Editorial Atlántida hicieron durante la dictadura notas falsas de cabo a rabo en complicidad con los grupos de tareas, Llonto, refiriéndose a Lanata dijo que no inventó nada pues “Gelblung lo inventó todo” en aquella época.
“La verdad es revolucionaria” y la búsqueda de la verdad es el motor del periodismo digno, continuó Llonto, que reivindicó que tanto Montoneros (Noticias) como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (El Mundo) hayan tenido sus propios diarios.
Llonto, quien es querellante en la megacausa Campo de Mayo, destacó nuevamente la importancia capital de “Como los nazis, como en Vietnam”, obra que Alipio Paoletti, miembro de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) durante su exilio madrileño, terminó de escribir en Buenos Aires tras regresar al país y auxiliado por los archivos de papel recopilados por las Madres de Plaza de Mayo.
El último de los oradores fue Oscar González, que fue periodista y directivo de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires y, luego de su regreso del exilio mexicano, de la Utpba, producto de la fusión entre aquella y el Sindicato de Prensa, mientras trabajaba en medios como el semanario El Periodista y el diario Nuevo Sur.
Militante socialista, actualmente, González es vicejefe de Gabinete para las relaciones con el Parlamento y se presentó como ex periodista que se encarga, según dijo con sorna, de “las relaciones entre dos poderes del estado burgués”.
González se refirió a la tensión que atraviesa a los periodistas acerca de si concebirse como trabajadores o profesionales. Acto seguido, dio a conocer su ranking de periodistas que fueron referente para él.
El primero que mencionó fue Pinie Wald, polaco, judío, socialista moderado y antisionista, al que el establishment acusó de “maximalista” y hasta de presidente de un soviet imaginario, y a quien debemos “una gran crónica” de la Semana Trágica de 1919.
El segundo, cantado, fue Rodolfo Walsh, de quien destacó, además de la imprescindible “Operación Masacre”, “El caso Satanowsky”, sobre la apropiación del diario La Razón, de los Peralta Ramos, por la SIDE de la Revolución Libertadora.
Por fin, destacó al socialista Gregorio Selser, quien hasta el golpe de Estado de marzo de 1976 nunca pretendió más que ser un humilde redactor del diario La Prensa, que la familia Gainza Paz había recuperado luego de su expropiación y entrega a la CGT por parte del presidente Perón.
Entre sus muchos libros, Selser escribió “Sandino, general de hombres libres”, obra que fue muy importante ya que, explicó González, la dinastía de los Somoza había logrado borrar la memoria del Augusto César Sandino, al que había asesinado a traición.
Luego del triunfo de la revolución sandinista, en 1979, González, que por entonces vivía exiliado en México, viajo a Nicaragua. Y cuando les preguntó a los hermanos Ortega y otros dirigentes desde cuando se habían asumido “sandinistas” le contestaron que unos pocos años atrás, cuando habían leído el libro de Selser.
El vicejefe de Gabinete recordó que se quedó en el exterior luego de denunciar, en Helsinki, Finlandia, en septiembre de 1976, la desaparición o asesinato de decenas de periodistas, cuya lista hizo pública.
González dijo que a la inmensa mayoría de los más de cien periodistas que sufrieron ese destino trágico no lo sufrieron por pensar distinto, o por lo que habían escrito, sino por integrar o estar relacionados, “por su compromiso con organizaciones revolucionarias”.
“El periodismo admite múltiples vías de ingreso y abordajes”, dijo González. “¿Acaso alguien puede negarle la calidad de periodista a Eduardo Luis Duhalde’”, preguntó, en referencia al secretario de Derechos Humanos fallecido hace poco más de un año.
Recordó el funcionario que antes de irse de Buenos Aires, se encontró en La Jirafa Roja con Duhalde, y en otro café también ubicado sobre la Avenida del Libertador, La Recova, con Eduardo Galeano, que antes de ser un gran escritor, fue un gran periodista. Con ellos analizó la denuncia que iba a presentar en Finlandia.
Tras insistir en que hay múltiples maneras de ingresar al ejercicio del periodismo, González recordó que el Día del Periodista es el 7 de junio, en conmemoración de la salida a la calle de “La Gaceta Mercantil”, el periódico dirigido por Mariano Moreno, “un diario recontraoficialista” ya que Moreno era miembro de la Primera Junta y sacó el diario a la calle para apoyar su labor.
González dijo que a su juicio era imposible en la actualidad, ante el proceso de cambio sociales y de ampliación de derechos en curso, que los periodistas no tomen partido, lo sepan o no. O apoyan el proceso en sus líneas generales, o “se suman al periodismo del gran capital”.
“Estamos en medio de una batalla ideológica y cultural, y lo primero que ha quedado en evidencia es cuan mentirosas resultaron las pretendidas neutralidad, objetividad e independencia”, destacó.
Al término del coloquio, y a instancias de Marcelo Duhalde, se procedió a descubrir en el hall del ANM un cuadro con fotografías de Alipio Paoletti. Estaban presentes sus seis hijos. En representación de todos ellos y en medio de gran emoción leyó unas palabras Juan Paoletti. En la recordación no quedó afuera la esposa de Paoletti, Lily Santocchi. Pablo Llonto ya había recordado antes que la historia de amor entre ambos había ocupado un capítulo de un programa de radio que hizo en los ’80 llamado “Amores rojos”.