Reanúdase el santoral, interrumpido por negligencia

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Por una absurda negligencia del director de este sitio, que con frecuencia pierde de vista lo principal en aras de lo accesorio, superfluo y trivial, el santo santoral se ha visto discontinuado durante casi toda esta semana. Huelga recordar que cuando era joven y comenzaba su descendente carrera (de editorialista del diario más antiguo del continente europeo a mero bloguero oficialista sin pauta publicitaria alguna), fue expulsado manu militari del Diario de Barcelona por trabajadores gráficos tan católicos como indignados luego de que, un día que el director Lluis Llovet se había ausentado, con el poder por aquél delegado y para dar la noticia del inicio de la gira por España del recientemente ungido Papa Juan Pablo II, el muy hereje remitiera a taller como título del diario: "COMIENZA LA GIRA MITINERA DE KAROL WOJTYLA".

Con semejante antecedente, ninguna ofensa a la religión que provenga de este pajarraco (que, bueno es recordar, no se pronunció públicamente contra la profanación de la iglesia de San Ignacio) puede extrañar. Para remediar el abúlico y, repetimos, negligente comportamiento de nuestro -por ahora todavía- director, publicamos las hagiografías de los santos de los últimos días.

                                                                                                                                                                                                           El comité de trabajadores del sitio.

5 de octubre

Ebba la Menor

Abadesa y mártir, m. en 869

Casi doscientos años después de Ebba la Mayor, vivió en Coldingham otra abadesa de igual nombre. Cuando los brutales piratas daneses asolaban las costas de Bretaña, acercándose a la abadía, Ebba reunió a sus monjas. Les expuso la violencia de los bárbaros con tan conmovedoras palabras que en defensa de su virginidad todas se cortaron la nariz y el labio superior. Fue así que cuando los daneses irrumpieron en el monasterio huyeron despavoridos ante la visión de esas mujeres mutiladas de modo tan horrendo, pero luego recapacitaron, decidieron librar al mundo de semejantes monstruos y, tras volver sobre sus pasos, incendiaron la abadía.
 
Santa Ebba y todas las monjas perecieron en las llamas, vírgenes.

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4 de octubre

Amón

Anacoreta, m. hacia 350

Desposado muy joven contra su voluntad, convenció a su sufrida esposa de mantener ambos la castidad cohabitando como hermanos. Dieciocho años después, la indemnizó regalándole todos sus bienes y marchó al desierto de Nitria, donde su vida piadosa atrajo hacia su morada a entre 2000 y 5000 jóvenes discípulos, con quienes vivió también como hermano, instruyéndolos en la mortificación del cuerpo.

Cuando en una ocasión debía atravesar el río Licus en compañía de su discípulo Teodoro, vacilaba pues no quería mostrarse desnudo frente al joven, de pronto, sin saber cómo, se encontró en la otra orilla, seco y vestido. 

Falleció muy anciano ante en presencia de san Antonio, quien vio como unos ángeles llevaban su cuerpo al cielo. Huelga decir que todos volaban vestidos.
 
Lleva su mismo nombre un policía romano que 100 años antes estaba encargado de mantener el orden durante las sesiones de tortura a los cristianos. Fue canonizado pues en cierta oportunidad, al advertir que uno de los mártires comenzaba a dudar de la Fe, puso las cosas en su sitio dándole ánimo y a la postre compartiendo su suerte.

3 de octubre

Dionisio de París

Obispo y mártir, m. hacia 250

En tiempos en que ser obispo era un oficio de riesgo, el papa envió a la Galia a Dionisio y a otros seis obispos, que iniciaron su obra evangelizadora construyendo la primera iglesia de París.

La predica de Dionisio en favor de un dios trinitario enardeció a los paganos quienes, desconocedores, por razones obvias, de la existencia del aceite “3 en uno”, eran incapaces de entender cómo un dios podía ser a la vez uno y trino.


Sintiéndose insultados en su inteligencia los ignorantes paganos denunciaron a Dionisio, que fue primero azotado con varas, luego tendido sobre una parrilla incandescente y más tarde, ileso, arrojado a las fieras.

Al ver que las bestias salvajes se tendían pacíficamente a los pies de Dionisio, lo decapitaron.

No fue suficiente: Dionisio se volvió a levantar, recogió su cabeza y ante la estupefacción general,
se alejó caminando del lugar de suplicio. Se desplomó dos horas después, al salirle al encuentro la devota matrona Cátula.

Fue sepultado en ese mismo sitio, el actual Saint Denis, presumiblemente sin vida. Aunque en su caso, nunca se sabe.

Comparte su día con Teresita del Niño Jesús, monja de Lisieux, que entró al Carmelo a los 15 años de edad y, tras casi una década dedicada a Dios, un 30 de septiembre de 1897, a los 24 años y con la invalorable ayuda de la tuberculosis, remontó vuelo para sentarse a Su lado. No cesa de interceder por las misiones y los misioneros desde que en 1927, por decreto papal, fueron puestos bajo su protección.


2 de octubre

Otto

Obispo, 1062 ‑ 1139
 

Su primer hazaña fue la evangelización de los paganos de Pomerania, una fértil y próspera región a la que nada le faltaba, excepto el aceite y el vino, para ser igual que la Tierra Prometida. Los jactanciosos lugareños se burlaban de la Fe y acababan expulsando a todos los misioneros que acudían a ellos con pobreza evangélica. En su lógica de hierro consideraban absurdo que un gran Dios pudiese enviar como mensajeros Suyos a simples mendigos.

El hábil y astuto Otto viajó a la región montado a caballo con la magnificencia de un príncipe, a la cabeza de una larga fila de carros repletos hasta el tope de riquísimos utensilios eclesiásticos y valiosos regalos. Cuando hizo su entrada en el castillo de  Pyritz, donde los nobles paganos se habían reunido para celebrar una fiesta en honor a uno de sus dioses, todos quedaron deslumbrados por los relucientes ornamentos de oro de Otto y del pomposo atavío de su séquito. Éste sí era el enviado de un dios verdaderamente 

poderoso, a quien ya el resto del mundo tributaba homenaje.

Muchos paganos se hicieron bautizar de inmediato, mas otros objetaron que las tierras cristianas eran asoladas por salteadores y ladrones, lo que en modo alguno ocurría en Pomerania. También les cortaban a las personas nariz, orejas, manos y pies, además de arrancarles los ojos después de pronunciadas las sentencias judiciales, cosa que entre los paganos resultaba impensable.
Otto no podía negar que nada de eso fuese cierto, pero explicó que se hacía por amor a Dios y en defensa de la ley y el orden. Y, por si esto no hubiera sido suficiente, consiguió que el Gran Duque de Pomerania redujera las cargas tributarias y los gravámenes impositivos. Fue así como Pomerania se convirtió en un país cristiano, imperó la pobreza y los nobles pudieron al fin cortar las manos, narices y orejas de sus súbditos.

Se lo evoca también el 30 de Junio, el 30 de septiembre y el 2 de julio, rogándose su intercesión en casos de rabia y de altas temperaturas.

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