11-S. El tabú de lo obvio

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Vi 678. Se conmemoró el 11-S. Ningún panelista se permitió poner en duda la insesata postura de «no comprar la teoría conspirativa» cuando salta a la vista que hubo una conspiración para volar las Torres y atacar el Pentágono y no hay una explicación clara de quien, cómo y por qué lo hizo. Sólo Nora Veiras planteó sus reservas a aquella supuesta certeza blindada.

Grabado por teléfono apareció Santiago O’Donnell, con un absurdo lógico. En vez de manifestar lisa y llanamente sus reservas sobre la honestidad intelectual del fotógrafo de la FEMA Kurt Sonnenfeld, O’Donnell opinó que la conspiración, la posibilidad de que se haya tratado de una «Operaciòn de Falsa Bandera»debe descartarse… porque el testimonio de Sonnefeld no le resulta creíble. Como si Sonnefeld fuera el más importante de los impugnadores de la Historia Oficial y no apenas un marginal entre quienes sostienen que se trató de «un trabajo interno».Como si la Ley de Gravedad pudiera ser objetada porque un majadero afirma que existe. Y como si quienes sostienen que se trató de un «inside job» negaran la participaciòn de Al Qaeda cuando en general sostienen más bien que no sólo Al Qaeda es un invento estadounidense sino que además tiene patrones estadounidenses… como Libia está demostrando.

Párrafo aparte merece Carlos Escudé, otro que dijo «no comprar» teorías conspirativas, es decir, que se cuadró ante la Historia Oficial. A Escudé no se le puede creer nada: dijo que en el 73 participaba en manifestaciones cantando «Yo tengo fe que Chile va a ganar / le va a romper el culo / al gobierno militar». Y no se le puede creer no sólo porque aquella consigna decía «la junta militar» y no el «gobierno», sino porque en aquellas épocas entraba y salía con frecuencia del edificio de Moreno 1417, sede de la SSF (Coordinación Federal) dónde habría sido asesor y posiblemente interrogador.

En fin, que si en verdad fue a esas manifestaciones, habrá hecho en calidad de infiltrado policial.

Volviendo al tema principal: por lo visto decir la obviedad de que el 11-S fue un inside job, es tabú. Vean en Página 12 del sábado: está entre nosotros el gallego afrancesado Ignacio Ramonet. Lo entrevista Martín Granovsky, que, como Verbitsky, juega con el ala izquierda del Departamento de Estado, es decir, del Imperio.

Granovsky  se sobresalta cuando Ramonet dice que el gobierno de «Bush utilizó el ataque como si lo hubiera estado esperando» para «imponer su voluntad en Medio Oriente» y lo reconviene: «decir ‘como si Bush lo hubiera estado esperando…’ no significa avalar las teorías conspirativas del autoatentado» se apura a decir, no sea que en Washington le corten los víveres.

Ante tal convite, Ramonet responde, solícito: «Esas teorías surgieron en Francia. Pero no creo en ellas. Si creo, de hecho, que Al Qaeda le hizo un favor…».

Como si Al Qaeda le hubiera hecho un favor a los muchachos del Pentágono a cambio de nada.

A Ramonet y Granovsky, la abrumadora evidencia de que la versión oficial de los atentados es falsa no parece importarles. Hacen como. Fingen demencia.

Lo mismo que pasa con el 11-S pasa con los atentados de Buenos Aires. Hacen como si hubiera alguna evidencia contra Irán, como si no estuviera archiprobado que no hubo camionetas-bomba. Como si la pútrida albóndiga pergeñada por el fiscal Nisman por cuenta del Mossad fuese la verdad revelada. En este tema, Verbitsky calla, Granovsky finge demencia y la tarea sucia la hace Tuni Kollman, que tan pronto puede escribir una cosa como la otra, con la excepción de que jamás pone en duda la existencia de la supuesta Trafic-bomba. Ese es para  los sionistas y chupamedias del imperio declinante, un artículo de fe. Como la infabilidad del Papa y la existencia de la Trinidad, eso de las tres personas y un solo Dios verdadero que tanto fastidia a los auténticos monoteistas.

Ahora bien, no hay que caer en la trampa. Lean:

Torres Gemelas: el derrumbe de las mentiras

Alejandro Nadal / La Jornada

Cualquiera que tenga dudas sobre el colapso de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 conoce el síndrome. Sus conocidos le preguntarán invariablemente: ¿entonces tú crees en la teoría de la conspiración?

Y aquí es donde no debe flaquear. Las dudas son sobre el colapso. No hay que moverse ni un ápice de ese terreno: el derrumbe de las Torres Gemelas y del rascacielo WTC 7 (de 47 pisos, que no fue impactado por los aviones) no ha recibido una explicación adecuada. Eso no hay que perderlo de vista. Y las discusiones sobre conspiraciones no ayudan en nada a aclarar la forma y velocidad de dicho colapso.

Este es el punto central sobre el cual se concentra el análisis de los miembros de la organización Arquitectos e Ingenieros por la Verdad del 9/11. Cualquiera puede examinar el voluminoso expediente de pruebas que ha reunido esa organización en su sitio, www.ae911truth.org. Ya son mil 549 ingenieros, arquitectos y físicos estadunidenses los que han firmado una petición para reclamar una investigación seria sobre lo ocurrido ese día en Manhattan. Nadie puede dejar de revisar el material en ese portal.

Todo esto merece una explicación más detallada. Los aviones que fueron estrellados contra las Torres Gemelas provocaron una fuerte explosión y un gran incendio. Los informes oficiales de las agencias estadunidenses se limitan a examinar qué pasó en los edificios en el lapso transcurrido entre el impacto de los aviones y el inicio del colapso. Una vez que comienza el desplome de las Torres Gemelas, los informes abandonan el relato.

Tal pareciera que al hablar de los impactos y el incendio que les siguió se hubiera agotado el tema y ya no fuera necesario seguir el análisis. Los informes del Instituto de normalización y tecnología, NIST, de la Agencia de manejo de emergencias, FEMA, y de la Comisión especial nombrada por el entonces presidente Bush tienen diferencias. Pero coinciden en que los incendios no fundieron la estructura de acero, y que el impacto y el fuego debilitaron los amarres de los pisos directamente afectados, haciendo que cedieran y que se desplomaran los edificios. Hasta aquí su explicación.

Pero esto es lo esencial: los informes no dicen nada sobre la forma en que se desenvuelve el colapso de las Torres Gemelas o del edificio WTC 7. Entre otras cosas, no explican por qué los tres edificios se desplomaron a la velocidad de una caída libre. La evidencia de las filmaciones de los tres derrumbes es clarísima. En los tres casos, el colapso se lleva a cabo como si entre los pisos superiores y la planta baja no hubiera nada que ofreciera resistencia. Eso es una anomalía que sorprende a cualquier arquitecto o ingeniero. Las estructuras de acero de los pisos inferiores están hechas para resistir y estaban intactas después del impacto de los aviones. Tuvieron que ofrecer resistencia. Los informes oficiales no dicen nada sobre esto.

Por otra parte, las dos Torres Gemelas se componían de varios cientos de miles de toneladas de concreto que fueron pulverizadas en el derrumbe. Los ingenieros, físicos y arquitectos que han examinado la evidencia después del colapso saben bien que, si se arroja un bloque de concreto desde una altura de cien pisos, lo único que se va a lograr es que se despedace. Pero no se va a pulverizar. Para ello se requiere una fuente de energía adicional. ¿Pudieron los pisos superiores comprimir y pulverizar el concreto de los pisos inferiores? La respuesta es negativa: si los pisos superiores hubieran comprimido los pisos inferiores, provocando la pulverización, la caída no se hubiera llevado a cabo a la velocidad gravitacional.

¿Cómo fue eliminada la resistencia de los pisos inferiores para permitir el colapso a la velocidad de caída libre? ¿De dónde salió la energía que permitió pulverizar los cientos de miles de toneladas de concreto de las dos torres? Esas dos preguntas carecen de respuesta oficial. Varios estudios serios apuntan en una dirección: explosivos.

No se trata de explosivos convencionales, como los usados en cualquier demolición controlada. El análisis de muestras de polvo y de fragmentos de las construcciones revela la presencia de microesferas de hierro fundido y aluminio, testimonio de reacciones con el explosivo incendiario termita. Varios estudios sobre muestras de polvo concluyen sobre la presencia de virutas con compuestos de nanotermita (partículas de óxido ferroso incrustadas en una matriz rica en carbono). Todo eso indica, según esos estudios, que estuvieron presentes explosivos no convencionales en los sucesos del 11 de septiembre y que podrían haber eliminado la resistencia de los pisos inferiores, explicando así la velocidad de caída libre del colapso.

El gobierno más mentiroso en la historia de Estados Unidos puso sobre la mesa tres informes para aclarar lo que había acontecido el 11 de septiembre de 2001. Lo que dicen es muy sencillo. Ese día es realmente histórico porque se rompieron las leyes más elementales de la física.


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